sábado, 8 de noviembre de 2014

El surf hecho arte de Esteban Bojorquez



Ahora que el Thyssen Bornesmiza de Madrid anuncia que expondrá los mejores vestidos de Givenchy (elevando de esta forma a la alta costura a la categoría de arte -cosa bastante discutible-, como anteriormente hizo el Guggenheim de Bilbao con las motos, en su exposición de 1999-2000), me pregunto si algún día veremos, en alguno de los museos internacionales, una retrospectiva sobre el surfing, pero no sobre obras pictóricas, escultóricas inspiradas en el mar, las olas o personajes o íconos varios del mundillo (éstas ya se han hecho), sino en el surfing como tal. La sagrada trinidad formada entre un hombre, su tabla y la ola. Sobre las composición armónica que un sujeto es capaz de improvisar sobre la marcha sobre una creación de la naturaleza efímera y en movimiento. Sobre lo bello que tiene contemplar a ciertos elegidos o tocados por la gracia divina ir encadenando distintas maniobras, sección tras sección de la ola, para conformar una perfecta sinfonía, en la que nada sobra y nada falta. El surfing no como arte, sino como bella arte, sin otro fin que la pura y dura estética, sin importar la técnica, la capacidad física o la dificultad y, por supuesto, sin un baremo con el que establecer una puntuación como ocurre en el surf competitivo. El hacer por hacer sin un para qué predeterminado.
No son tantos los surfistas que podrían formar parte de esa hipotética exposición. Pero, sin duda, uno de estos sería Esteban Bojorquez (Santa Mónica California.1949), también conocido como Steven Krajewski. En el plano biográfico, se puede decir que Esteban o Steven estuvo en el lugar adecuado en el momento idóneo. Fue uno de esos chicos del valle que llegaron a la costa, con el gran boom de los sesenta. Surfeó en Malibú, Rincón, Hollister Ranch… Allí se empapó del estilo de los mejores, y por supuesto de Miki Dora. En una entrevista Kira Putnam llega a decir que “el estilo de Miki estaba al alcance de muy pocos”. Steve era uno de estos elegidos. Por no decir: ‘El Elegido’. Si Dora era El Rey de Malibú, Steven era El Príncipe.
  Más adelante, con el desarrollo del concepto hull dispacements, Bojorquez evolucionó y cogió su propia dirección, adquiriendo un estilo personalísimo y deslumbrante. Encontró su propia forma de expresión de su yo surfero. Durante años, trabajó codo con codo como probador oficial o piloto de pruebas de Greg Liddle. Como vemos fue testigo de acontecimientos cruciales como el diseño de la quilla flexible, por parte de Greenough, que la concibió inspirándose en la morfología de los atunes… Esteban Bojorquez estuvo en el epicentro,  los vivió en primera persona y  resultó un personaje clave para entender el proceso de evolución de la morfología en las tablas, de su acortamiento radical,  y también de la repercusión que esto tuvo en el agua, en el estilo de los surfistas, que de repente vieron cómo la variedad de maniobras que podían ejecutar en una ola se les abría como un abanico, e incluso podían hacer algunas que unos meses antes y con las anteriores tablas simplemente resultaban impensables. Bojorquez imaginó  muchas de estas maniobras, concibió un estilo, iluminó formas y modificaciones en las tablas que ayudan a entender el presente de este desmemoriado deporte.
 Esteban Bojorquez es uno de esos surfistas, que se cuentan con los dedos de una mano, que ha cogido el surfing y de una actividad física lo ha elevado a la categoría de arte. Que merecen que una de las escasas grabaciones que circulan de él surfeando tenga que ser custodiada para las generaciones futuras en un museo de Arte.

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