Últimamente, viene surgiendo en la prensa, cada cierto tiempo, noticias que
no hacen sino mostrar la intención de las administraciones locales
(ayuntamientos) de meterse a
regular (más bien
fomentar), en profundidad, la práctica
del
surfing en las playas.
Seguramente, alguien, al leerlas, habrá gritado: “¡
Aleluya!”; pues
fundamentalmente, en los meses de verano, la necesidad de regular la actividad
es imperiosa. Pero a mí francamente al venir de quién viene, este tipo de noticias
de regular y fomentar el surfing
lejos
de tranquilizarme no hacen sino generarme desasosiego. Dicho de otra forma, me
suscitan un sinfín de dudas. Dudas como las siguientes: ¿Qué criterios se van a
fijar para regular? Si éstos son los mismos que han utilizado en los últimos 20
o 30 años en temas urbanísticos, nos podemos echar a temblar. A la hora de
fijar estas pautas hablan de sostenibilidad, pero ¿de qué desarrollo sostenible
hablan? Si este va a ser el mismo que el empleado para desarrollar las edificaciones
en primera línea de playa tal vez sea mejor que dejen las cosas tal y como
están. Si el espejo o el mejor vaticinio de lo que nos deparará a los surfistas
los meses de verano, en los próximos veinte años, es el caótico y heterogéneo
modelo urbanístico (megabloques, macrourbanizaciones, callejuelas) y turístico
(de terrazas, chiringuitos) que impera en las ciudades costeras, es motivo más
que suficiente para que un escalofrío sacuda nuestra columna cuando leemos estas
noticias.
No nos llamemos a engaño el
progreso de este deporte es una realidad
imparable y no podemos ni debemos poner puertas al mar. El mismo derecho
tenemos de disfrutar de este deporte y de descubrirlo los que empiezan hoy que
los que lo hicieron hace 20 años, pero no podemos olvidar la propia
idiosincrasia del surfing. En este caso, la
amnesia selectiva resultaría
suicida. La
masificación incontrolada mataría el encanto y nuestra propia
pasión por las olas al igual que la proliferación de chalets en los noventa y
principios del s.XXI mató el de muchos de nuestros favoritos rincones de la
costa. Lo asesinó, para no volver. Los que empiezan a surfear hoy se merecen un
mínimo de condiciones (y no de olas, sino de tranquilidad, seguridad y paz)
para que puedan disfrutar del surfing como nosotros disfrutábamos hace veinte
años. Ir a hacer surfing no debe convertirse en ir a la guerra ni en algo que
nos genere ansiedad, estrés, mala leche o nerviosismo, para eso ya tenemos los
atascos, la oficina o actividades de la vida diaria, para las que el surfing
siempre ha sido el mejor bálsamo.
Los gobernantes ahora han creído
descubrir en el Surfing una nueva gallina de los huevos de oro, al igual que
antes lo descubrieron en otras actividades, pero la gallina, a parte de recogerla
los huevos, requiere una serie de cuidados, para no matarla. Entre las toscas y
ya casi románticas pintadas callejeras de
Locals Only, que han desaparecido
como por arte de magia de la playa (intuyo que muchos de los que las hicieron,
en su día, ahora han hecho de la actividad de mostrar los secretos de sus spots,
al antaño odiado turista, su modus vivendi), y los pulcros actuales carteles
oficiales de
bienvenidos en varios idiomas deberíamos buscar un equilibrio o un
punto medio; de lo contrario corremos el serio peligro de que el surfing se
vulgarice –que no democratice- hasta extremos insostenibles. Ojalá que los
surfistas, como conocedores de su deporte, de su filosofía e historia, sepan
gestionar este desarrollo de forma sostenible, en equilibrio y armonía, sin necesidad
de ingerencias ajenas de legisladores en cuyo diccionario los términos regular
y fomentar son sinónimos.
Puedo resultar demagógico o
perroflauta, pero vivimos en un país con cientos
de problemas y más graves; nuestros representantes deberían ponerse manos a la
obra para solucionar las grandes cuestiones que preocupan al ciudadano de a pie
y dejar el surf tranquilo. Si lleva sin ingerencias 60 años, puede pasarse
perfectamente sin ellas otros sesenta. En cambio, si los políticos se meten a
regularlo, puede ocurrir como las diputaciones, las cajas de ahorro, la
educación, la sanidad…
Por favor, dejen el surfing tranquilo