domingo, 30 de diciembre de 2012

Los obsesos de las olas de grado cinco

  Dentro de la amplia familia de sujetos obsesionados con el surfing hay diferentes grados, siendo el más grave de todos ellos, el de 'los obsesos de las olas de grado cinco'. El obseso de las olas de grado cinco es un sujeto monotemático, disfuncional, absolutamente incapacitado para llevar una vida normal y desarrollarse con su entorno extraplayeril. Uno de los síntomas inequívocos de padecer esta enfermedad relativamente moderna se manifiesta con el visionado de una película de temática no surfera. Si está viendo, pongamos el ejemplo, ‘Salvad el soldado Ryan’, y su novio, amigo o usted mismo está más pendiente de cómo rompían el día D las olas, en la playa de Omaha, o simplemente dice “¡Vaya mierda! ¡Está plato!”, mientras los nidos de ametralladoras teutonas masacran, sin compasión, a los aliados, en primera línea de desembarco, es que padece esta rara enfermedad.
 Yo me di cuenta que sufría un grado cinco viendo Los Goonies de Richard Donner. Concretamente su apoteósico final. Un claro ejemplo de mar desfasado. De cinco metros no bajaba el mar de fondo, aunque alguna ola de la serie sí que abría. Las intensas rachas de viento offshore que despeinaban el mechón de pelo de 'Sloth' tampoco ayudaban a la práctica del surfing, en las gélidas aguas del Pacífico, aquel día.
De las pocas olas que abrieron aquel día en la playa de Astoria.
Los goonies contemplando un mar pasado. "Ahí... ¡ni Laird Hamilton!"
Siempre que la veo, me lo pregunto, pero creo que no me hubiese metido a surfear.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Un paréntesis por David y Willy


Willy Uribe.

Hoy se rompe la línea editorial imperante en mi escritura desde hace años, pero la ocasión lo requiere. Willy Uribe está en huelga de hambre para reclamar el indulto de David Reboredo (ese vigués de 43 años, que lleva más de diez años rehabilitado tras una larga desintoxicación, y que ha ingresado en prisión por la entrega de dos papelinas de heroína, un total de 0,4 gramos, en sendas recaídas en los años 2006 y 2009),  y no quería ni podía dejar pasar la ocasión para mostrarles mi apoyo, ése que me ha mostrado a mí en numerosas ocasiones Willy, sin apenas conocerme, para que no desfallezca en mi faceta literaria.  
  Uribe nos recuerda que el indulto en este caso está más que justificado “porque cumple con el requisito que articula la constitución en su Artículo 25: Legalidad e irretroactividad penal. Judicialidad de la pena. Prohibición de los trabajos forzados. REINSERCIÓN Y REEDUCACIÓN como objetivos de la pena. En un año dónde se ha indultado a centenares de ladrones y corruptos que ocupaban cargos políticos en este país. Me parece de recibo dar una segunda oportunidad a un hombre que cayó en las redes de las drogas y, luchando, ha conseguido salir y actualmente ayuda a la sociedad trabajando para colectivos y asociaciones locales”. (http://willyuribe.wordpress.com/2012/12/06/al-gobierno-de-espana-el-indulto-para-david-reboredo/)
  Desde aquí, dar ánimo te produce una sensación ambivalente, pues crees en los nobles ideales que mueven a tu amigo, pero al mismo tiempo sabes que cada día que pasa en su justa lucha su salud se deteriora. En situaciones como ésta,  recuerdo nítidamente lo que dijo Edmund Burke y lo subrayo: "Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”. Y Willy está haciendo algo…


sábado, 15 de diciembre de 2012

A matter of style: un clásico imperecedero de Soderberg

  Muchas de las cosas que nos gustan en la vida se encuentran de la forma más accidental y curiosa posible. Esto es al menos lo que me sucedió con la película de surf de Steve Soderberg ‘A matter of style’ (lanzada en 1983, pero filmada varios años antes).
Corrían los años noventa y todos los vídeos de surf y de bodyboard consistían en una sucesión de imágenes hiperaceleradas, en las que los surfistas más radicales del planeta realizaban las maniobras más arriesgadas, en olas superpotentes tipo Waimea shorebreak, Pipeline, etc… Todo esto aderezado con música hardcore, punkcore, rockcore, softcore o como CORE quieras llamarla.  
 Compré varios vídeos a ciegas, a través de una revista de surf, y al recibirlos me encontré con una nota que ponía que uno de los que había solicitado se había agotado, por lo que me mandaban otro de igual precio que “esperaban que fuera de mi agrado”.

Nada más meter el VHS sustituto me quedé perplejo. En una secuencia superoscura, casi azulada, se contemplaba un plácido atardecer, pelícanos volando a ras del agua y un plano general de un 'glaseado' swell, rompiendo, en alguna playa californiana, con una melodía de guitarra intimista y superpausada de fondo. Cuando a continuación, salieron unos tipos desgarbados, surfeando a cámara lenta, con unas tablas ortopédicas, vestidos con unos bañadores que recordaban a los pantalones cortos de los futbolistas de los setenta (similares a los que traicionaron a Emilio Brutagueño y a su anatomía más íntima en un partido contra el Español), pensé en devolverla; pero no lo hice y, poco a poco, aquel surf completamente distinto al que veías en la playa y en las revistas fue gustándome cada vez más y más, hasta dejarme completamente fascinado. Aquellos tipos no hacían el surfing de sujeto+verbo+complementos al que estábamos acostumbrados. Aquellos tipos se expresaban de otra forma encima de una tabla. Daban más vueltas y exageraban más los giros, como en un intento desesperado de dilatar al máximo la vida efímera de una ola a base de adjetivos y recursos estílisticos, por aquel entonces, en desuso. Poesía en movimiento.
  'A matter of style' y Steve Soderberg son el equivalente en el género documental surfero a Grupo Salvaje y Sam Peckimpah en el Western. Es el canto del cisne de los singles y de una generación inolvidable de surfistas. Verdaderas poetas a los que Soderberg inmortaliza a cámara lenta.
 Jeff Crawford, Michael Ho, Ian Cairns, Larry Bertleman, Gerry Lopez, Phil Edwards, Dale Dobson, Bolton Colburn, Dane Kealoha, Larry Blair, el gran Ben Aipa, Donal Takayama, Peter Cole, Bill Hamilton, Jackie Dunn, Terry Fitzgerald, Mark Richards, Wayne Rabbit Bartholomew son sólo algunos de los que aparecen por sus planos. La mayoría a lomos de tablas Lightning Bolt para disfrute de fetichistas y mitómanos.
En el siguiente film del autor, ‘Ticket to ride’, ya aparecen los thrusters, los escenarios pasan de los grandes epicentros históricos del surf, (California, Hawai y Australia) a las pequeñas islas del pacífico. Hay cámaras submarinas y ya no hay Lightning Bolts por ningún lado. Una nueva era. Ya nadie volvería a rodar Pipeline así. A cámara lenta y con una música que hace que esa temible ola resulte hasta poética e incluso invite a una actitud contemplativa. Ni nadie la bordearía con el lirismo de Gerry López ni Mark Richards.
  La película tiene defectos. Y muchos. Por otro lado, propios de la época. Fundamentalmente, que es muy heterogenia e intercala momentos de verdadera belleza plástica con muestras de humor de sal gruesa e imágenes de deporte de moda como el ski acuático, monopatín, frisbee… que chirrían. Pese a todo, es mi película de surf favorita, por encima de 'The endlees summer', 'Morning of the earth' y 'One California day'; pues 'A matter of style' la encontré accidentalmente y cambió mi forma de ver y de intentar hacer surfing para siempre.



miércoles, 5 de diciembre de 2012

En estas Navidades Surf or Die... of Laughter

 ¡Queda bien y gástate muy poco, en estas fiestas, regalando la trilogía surfera más descerebrada de la historia!
Aquí comenzó todo.

Sinopsis: Sin referente literario alguno, Surf or Die… of Laughter refleja un universo playero plagado de acciones y situaciones a cada cual más disparatada. Aquí, la línea argumental coherente brilla por su ausencia, y todo responde a un esquema demencial consistente en asociar a una idea absurda, otra aún más ilógica. De esta atípica e irreverente tormenta de ideas, surgen relatos de chinos que abren tiendas de surf desde donde establecer siniestras redes clandestinas dedicadas a las apuestas ilegales de torneos de Tow-in, de surfistas que son reeducados y curados de su localismo en siniestros hospitales, o de extraños trajes de neopreno que confieren superpoderes… Todo escrito en primera persona, a través de diversos personajes, que acabarán desembocando en uno: Jon Satrústegui.  Un tipo paranoico y contradictorio, que se confiesa enemigo acérrimo de los locales, pero es uno de ellos, odia a las escuelas de surf, pero anhela en lo más profundo de su ser tener una. Si eres un nostálgico de las películas de serie B de terror de los Cincuenta y Sesenta, de las comedias americanas de los Ochenta y las series repetidas una y otra vez en la televisión, durante tu conflictiva adolescencia, han dejado en ti una profunda huella, hasta convertirse en tus únicos referentes existenciales, no puedes perderte este libro.
Número de páginas: 197
Fecha de publicación: 2009

Sinopsis: Jon Satrústegui vuelve, con fuerzas renovadas, en esta nueva entrega de la saga de humor surfrealista más descerebrada de la historia de la literatura universal. Diez brutales relatos en los que el surfista más xenófobo y pendenciero al norte del Río Ebro venderá  su cuerpo, su alma, droga, a su novia... lo que haga falta, con tal de seguir a ultranza una filosofía de vida tan maquiavélica como destructiva: El Surfing justifica siempre los medios.
Número de páginas: 224
Fecha de publicación: 2011








Sinopsis: La crisis (de los 33 años) ataca por sorpresa a Jon Satrústegui, que comienza a cuestionarse su particular filosofía de vida inspirada en el Dalai Lama y Hugh Hefner. En esta tercera entrega, el irreductible local se hará preguntas surferas tan recurrentes y existenciales como… ¿Por qué no hice menos surf y más caso a esa tía? ¿No me habré equivocado al dar más importancia a las olas que al trabajo o los estudios? ¿Realmente el surfing justifica siempre los medios?... En una época de localismo crepuscular y de burbuja inmobiliaria surfera, en la que ya pilla olas hasta el gato, Jon y sus inseparables compañeros de aventuras, Armando Leza y El Oso, se deslizan por última vez directos al wipe out más espantoso.
Número de páginas: 261
Fecha de publicación: 2012




Puntos de venta: Escuela Cántabra de Surf (Somo), Full&Cas (Polígono de Cros-Maliaño), Librería Gil (Hernán Cortés. Santander), Kuntiqi (Loredo), Escuela de Surf San Vicente de la Barquera, Escuela de Surf Los Locos (Suances), Los Locos (Torrelavega), Surfcantabria...
O directamente en fábrica: surfordieoflaughter@gmail.com

domingo, 2 de diciembre de 2012

Nanga, un título imprescindible para los lectores que cogen olas

Nanga de Willy Uribe no es una novedad en el panorama literario nacional; fue editado en el ya lejano 2006 por la editorial Leqtor. En estos tiempos en los que las películas, los discos, los libros… tienen una existencia tan efímera -casi como las de algunas flores e insectos-, antes de ser descatalogados, reciclados, almacenados o pasto de cajón de oportunidades en alguna tienda de outlet, puede resultar anacrónico hablar de él, pero Nanga es una obra que ha escapado de este corto pero infinito ciclo, se ha salvado, por tanto, de las ardientes llamas de esta hoguera inextinguible del usar y tirar, recibiendo el indulto de la atemporalidad, privilegio solo reservado a los grandes  clásicos.

 Si el nuevo libro de Willy Uribe, Los que hemos amado, es un libro que se lee rápido, Nanga es para leerlo despacio, para paladearlo como un cotizado vino rico en matices, para disfrutar cada una de sus palabras, de sus párrafos, donde nada sobra ni nada falta, para quedarse boquiabierto con su trama y su estructura, en la que se ensamblan de forma precisa, como los componentes de la maquinaria del mejor y más exacto reloj suizo,  la narración en primera persona de boca del protagonista con los extractos del diario de Zarra.
   Nanga es por todo ello un libro atemporal, que sobrevivirá y perdurará a través del tiempo, hasta convertirse en un clásico; algo que también debería ocurrir con su escritor, que debería ser nombrado inmediatamente patrimonio cultural o bien de interés general, por el mundo del surf, pues es un auténtico privilegio que la gente surfera sea retratada y vista por el público en general,  a través de la mirada profunda de Willy Uribe, algo que ya lleva haciendo durante años con su cámara de fotos, en las revistas de surf con sus artículos, y que también hace en los libros. Tal vez esto sirva para quitar a los surfistas esa imagen superflua, de cabezas huecas, ganada muchas veces a pulso, y empiecen a mirarlos como a Lope Urrutia, tipos con inquietudes tan profundas que sacrifican bienestar material, éxito profesional, por el efímero deslizar por la pared de una ola.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El Gran López

 Mientras en el Circuito Mundial se pelean por ver quién hace el rodeo flip más espectacular o le sale un kick flip, todo esto a ritmo de la música electrónica más desquiciante, el hard-core más progresivo o el hip-hop más subversivo, y bajo patrocinio de la bebida energética más radical del momento, resulta gratificante escuchar la cordura del mítico Gerry López (Mr Pipeline, el arquero-ladrón Subotai de Conán, el Bárbaro, por expreso deseo de John Milius) a la hora de hablar de surfing.
  En un pasaje de una entrevista concedida a olasperu, el hawaiano dice:
“Confucio dice que es más fácil cabalgar un caballo en la dirección que desea ir. Mi estilo fue así, seguir una dirección y acompasarme con ésta. Había un gran tablista de Hawaii que hacía que el surf pareciera una cosa fácil, sin precisar de mucho esfuerzo, y por eso, era un estilo muy bonito. Fui influenciado por esa forma... Si te ocupas más de correr la ola, tu estilo se desenvuelve por sí solo”.
Para leer el resto de la entrevista: http://www.olasperu.com/entrevistas_display.php?id=2

  
   En los últimos tiempos, vivimos tan pendientes de cosas tales como quién gana el próximo campeonato del mundo, de la decoración personalizada de nuestra última tabla diseñada por un shaper australiano con fibra de carbono y kevlar empleados en los transbordadores espaciales de la NASA, de la masificación, de nuestra nueva furgoneta con todos los extras, de hacernos fotos para colgar en el facebook, de la cámara Go-pro, de que nos salga de una vez un rodeo-floater-flip-aéreo-360º con tirabuzón y medio…, que, a menudo, se nos olvida de qué va esto. De remar, incorporarse y fluir. No le demos más vueltas ni rodeos (flip). El resto sobra. Menos mal que está Gerry López para recordárnoslo y seamos un poco más felices haciendo lo que nos gusta. En conclusión, la sencillez como pauta para desenvolvernos por la ola de la playa y de la vida.
Como decía Leroy El Masoquista al final del Gran Miércoles: “El Gran López, ése sí que es tan bueno como dicen”.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Publireportaje. Lo que han dicho de Jon



“[…] con esta entrega se cierra la trilogía más desquiciante del surf escrito en español, razón de más para no perderse las últimas aventuras de Jon, ese que todos de alguna manera tenemos dentro, pero que solo un 1% (afortunadamente) de los que están en el agua contigo son incapaces de sujetar”.
                                                                                                                                            
                                                                                                                                                                                                                                                             Costasurf.com

Este volumen completa la trilogía de Jon Satrústegui y sus colegas Armando Leza y El Oso, personajes que sitúo en mi personal Olimpo Surfero, aunque sin rozar ni por asomo a Mark Richards, claro. Digamos que si a Mark le achacaban en Hawai el que surfeara como todo roto,  a estos tres personajes de E. I.  se les puede cargar sin problemas el calificativo de entrañables dementes practicantes de surf en la España de entre 2009 y 2012.
                                                                                               
                                                                Willy Uribe. Willyuribe.wordpress.com

“Imprescindible si quieres pasar un buen rato, como dice su título ‘Surfea o muere... de risa’. Muy en la línea de Eduardo Mendoza con historias cortas llenas de humor ácido. De lo mejor que he leído en mucho tiempo”.
                                                                                                                                      
                                                                                                                 Treintaytantos

“Este libro de relatos cortos de surf ha sido una auténtica sorpresa para nosotros. Hace algunos días, el autor, nos escribía a Costasurf para comentarnos que había escrito un libro y que le gustaría que le echáramos un vistazo. Descubrimos que era un libro de relatos cortos de surf donde se contaban una serie de verdades como puños sobre la vida del surfista medio de este bendito país”.
                                                                                                                  
                                                                                        Alfonso Sánchez. Costasurf

“Si estás dispuesto a surfear con la lectura más desternillante, no te puedes librar de leerlo”.
                                                                                                                                         
                                                                                                            Surfcantabria

PD. Gracias, amigos. El sobre os llegará en los próximos días a vuestros hogares.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Dora Lives. Imprime la leyenda

  Políticos, militares, músicos, cineastas, famosos sin oficio ni beneficio... A esta interminable lista de sujetos susceptibles de convertirse en protagonistas de una biografía se han sumado, en los últimos tiempos, los surfistas.
  Gerry López y Mickey Muñoz han sido inteligentes y han ordenado, a su antojo, recuerdos y vivencias, en forma de autobiografías, en Surf is where you find it  y No Bad Waves. Miki Dora cometió el terrible desliz de estar más ocupado surfeando y viajando por el mundo y no dejar redactadas sus memorias. Motivo por el cual esta ardua tarea ha recaído en manos ajenas. Al parecer, el icónico surfista da para tanto, que no contentos con una, tiene dos (Dora Lives y All for a few perfect waves). Dos títulos que resumen a la perfección el tipo de biografías existentes: las autorizadas y las no oficiales, con todo lo que esto conlleva.

  Para escribir sobre personajes como Miki Dora (11 Agosto 1934, Budapest, Hungría -3 de Enero 2002, Montecito, California), habría que tener en cuenta la frase que el editor borracho del Shinbone Star pronunció en la obra maestra de John Ford El hombre que mató a Liberty Valance: “cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda”.
  Hablando de Ford, la contradicción parecer ser el denominador común de los grandes genios, independientemente del campo en el que destaquen. En muchas de las obras del director cinematográfico de origen irlandés, se hacía una exaltación de los valores tradicionales y de la familia, lo cual no le impedía pasar largas temporadas fuera del hogar y lejos de los suyos, embarcado en su velero, el Araner, mientras daba buena cuenta con sus amigos de cajas y cajas de whiskey y ginebra. Dora era un furibundo surfista local californiano que luchaba por mantener Malibú libre de visitantes, pero, al mismo tiempo, no dudaba en trabajar de extra, en las numerosas películas de temática playera que se hacían en Hollywood y que tanto ayudaron a popularizar este deporte a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Estas contradicciones recuerdan la célebre frase de Francis Scott Fitzgerald sobre los artistas: “Un artista es un tipo que puede tener dos opiniones fundamentalmente opuestas al mismo tiempo y, a pesar de ello, seguir funcionando”.

  Sin pretensión ni ganas de ir por ahí de Doralólogo,  un enlace de lo único que me importa y que jamás se podrá subjetivizar ni distorsionar de Miki Da Cat Dora y que hace que fanáticos y detractores se pongan de acuerdo: su surfing. Único, inimitable y eterno.

sábado, 27 de octubre de 2012

Piaget, conflicto cognitivo y tablas de surf

Muchas de las ideas generalizadas que circulan hoy en día sobre las tablas no merecen ni ser consideradas conocimientos, pues se basan en creencias, opiniones, mitos, falsas realidades, suposiciones, especulaciones y sobre todo prejuicios.
 “El Malibú es una tabla para aprender”, “El fish es para días de verano”, “El thruster es lo mejor y más veloz que existe”, “el single culea y no se agarra a la pared”. Estas afirmaciones caerían por su propio peso, mediante la pura y dura experimentación, que generaría en la gente lo que Piaget denominó conflicto cognitivo: Fenómeno psicológico de contraste producido por la discrepancia entre las preconcepciones y significados previos de un sujeto en relación con un hecho, concepto determinado y los nuevos significados que se presentan en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
 Por encima de lo que nos cuenten, como más se aprende es probando, y probar tablas diferentes lleva a producir respuestas y conocimientos y a no a seguir mecánicamente las respuestas impuestas por los otros. Experimentar genera un desequilibrio entre lo que creemos que sabemos o conocemos y nuestros esquemas mentales entran en contradicción. Investigar es lo que nos lleva a descubrir y a aprender. Y son precisamente estas lecciones extraídas del cuestionamiento de nuestros principios previos las que nunca se olvidan.

 Desde luego, choca que los que más creen saber de tablas y se dedican a elevar a unas al nivel de cúspide de la creación y a defenestrar a otras a la categoría de vehículo de pardillos y puretas jamás hayan probado ninguna otra distinta a la que tienen y  no sepan diferenciar un squash tail de un square tail y sus repercusiones, en el agua, a la hora de ejecutar giros. Para ellos, como un marine que acude al peluquero, el no va más de tener la mente abierta y probar cosas nuevas consiste en encargar una nueva tabla exactamente igual a la anterior una, dos o cinco pulgadas abajo. Y no les saques de ahí…
  El Malibú y el Fish son tablas con una gran historia, con identidad y personalidad suficientes como para no ser consideradas  como un mero complemento de temporada veraniega (un pareo) o un elemento iniciático, un escalón -cuanto más transitorio mejor- por el que hay que pasar obligatoriamente para llegar a un objetivo supuestamente más elevado y definitivo. Son tablas tan potentes, veloces y deslumbrantes que tienen un lenguaje propio. Su manera de deslizarse, de ejecutar las maniobras y de fluir es única e inigualable, independientemente de las condiciones  del mar y de calidad o experiencia del surfista. Se puede ser un malibulero experto y se puede bordear con un fish olas potentes.
 El thruster es una opción más en el amplio abanico de opciones en el mundo de las tablas, ni más ni menos, y, en su momento, supuso toda una revolución, fundamentalmente en el surf competitivo. Su enorme maniobrabilidad, unida a su tracción, permitía ejecutar maniobras en partes de la ola donde antes era impensable. También su forma y su tamaño reducido permitían ejecutar el pato o la cuchara, en detrimento de la tortuga, con lo cual se podía retornar al line up en un tiempo récord. El impacto del thruster fue tal, que barrió durante un tiempo al resto de tablas del panorama y en las playas no se veía otro modelo ni otra combinación de quillas.
  En un mundo, donde el 99,9999% de los surfistas no compite resulta curioso que la gran mayoría se decante por una tabla maniobrable, como si el surfing fuese como el skate y contase exclusivamente hacer trucos y la variable “diversión” no se tuviese en cuenta en el mundo del surf aficionado. Una de las esencias del surf es el fluir y deslizarse por las olas, encadenar sección tras sección; y en eso, el thruster no es la mejor y con diferencia. Ni tampoco es la tabla más polifacética y versátil. Por lo que no se entiende que algunos la tengan como única opción en un quiver más pobre que el fondo de armario de un preso de Guantánamo y en unas costas donde los días perfectos son más bien limitados.
 El thruster es considerado por algunos como el fin de la historia del shape; pero ni es la panacea ni es el no va más de la hidrodinámica. Tiene limitaciones y lo más importante: autolimita. Mucha gente se estanca, mientras sufre viendo a los pros volar con ellas, sin comprender que hay otras opciones, tablas que te ayudan, que hacen por ti lo que tú no sabes hacer con ellas o lo que las olas no te permiten  ese día por falta de fuerza, exceso de velocidad de la rompiente, etc...

 Esperemos que las futuras generaciones se dejen llevar menos por las modas y adopten criterios más prácticos o lúdicos a la hora de decidir con lo que se meten en el agua, olvidando prejuicios, conocimientos previos de dudosa validez…
  Todo un Nat Young tuvo que rectificar cuando a finales de los años sesenta certificó el fin de la era de las tablas largas y la muerte del surf de la vieja escuela y el noseriding. Y no porque abanderara años más tarde el nacimiento del Circuito Mundial de Long, sino porque resulta mucho más racional su idea de “emplear el vehículo apropiado para cada situación”… A lo cual habría que añadir: “y para cada surfista y tipo de surfing”; y esto, en ocasiones, implica usar un fish, un malibú, un longboard…

sábado, 6 de octubre de 2012

Tres años sin The Flying Longboarder

 El tiempo pasa que es una barbaridad. ¡Ya han transcurrido tres años desde que se anunció el cierre de la tienda The Flying Longboarder! He considerado oportuno repescar algo que escribí en su momento y que salió en otro espacio de internet ajeno. La extinción física de un espacio puede llevarnos a la errónea impresión de que  lleva consigo un final definitivo. Posiblemente, esto ocurra con el 99,9% de los negocios, pero Flying era algo más que una tienda donde se vendieran cosas, detrás había una filosofía, un espíritu de vivir el surfing y de deslizarse por las olas, el derecho a reivindicarse diferentes y de querer salir de la norma del thruster y de las pasajeras tendencias del parking de la playa... Y eso tres años después, al menos en mí, sigue muy vivo.

Réquiem por una tienda de surf

La noticia del cierre de The Flying Longboarder (tienda de surf, librería y galería de arte, ubicada en Comillas hasta finales de año) ha supuesto para mí una tremenda bofetada que ha sacudido mi conciencia. Lo fácil sería aquí despotricar contra el grado de alienación, la uniformidad y el conformismo reinantes en una tribu que, desde su orígenes modernos, se relacionó con la rebeldía ante las pautas de la sociedad  y que, hoy en día, es incapaz de valorar y apreciar una propuesta alternativa, independiente e innovadora…Pero no van por ahí los tiros (sospecho que ni yo mismo he escapado de este fenómeno). Yo hoy escribo para entonar el mea culpa. 
  Me siento en parte culpable del cierre de un sitio así; y es que una y otra vez me pregunto si habré hecho yo todo lo posible para que el negocio de Florián tuviera una vida próspera y larga. Y creo que no.
 Me he cansado de felicitarle por su increíble gusto, la esmerada decoración de su tienda, por las exposiciones y las fiestas, en las que, con música de jazz de fondo, se hablaba de olas con una pasión, tranquilidad y buen rollo inusitados. Frases como “ya era hora que hubiese algo así por aquí”, apuesto que las habrá escuchado Florián decenas de veces, qué digo decenas de veces, ¡Centenares de veces!, desde que abrió.
 Pero seamos sinceros, realistas, tengamos los pies en el suelo, esto no es o no era suficiente. ¿Acaso se pagan los alquileres, la luz, el agua o un sueldo justo con un par de enhorabuenas, o palmaditas en la espalda, diciendo lo bueno, original y auténtico que tú eres y lo comercial que son todos los demás? ¡No! Se pagan con euros, con los mismos euros que he tirado durante lustros en boutiques surferas,  para acabar adquiriendo una sudadera hecha en serie y que además de hipercara  estará pasada de moda dentro de tres meses.

 Ante esta caducidad y falta de originalidad,  Florián apostaba (se me hace raro hablar en pasado) por términos como vintage, atemporalidad, old school…  Conceptos aplicados a todos los productos que se vendían en su tienda, desde los libros hasta la ropa, pasando por supuesto por las tablas de surf. Tablas de surf que, por desgracia, no han escapado de esta especulación voraz por parte de las grandes marcas, que están intentando aplicarlas con más o menos éxito los mismos valores efímeros característicos de sus colecciones de ropa. Tablas sin encanto, clonadas, con una fecha de caducidad que no va más allá de un invierno: todo hecho en definitiva para que consumamos… Frente a esto, Flying nos recordaba que la tabla  “no es cualquier cosa, es el objeto más esencial que tenemos para conseguir lo que estamos conquistando. Y también es el objeto que nos une físicamente al agua, a la energía de la ola”. Tablas duraderas, con encanto, piezas únicas como las obras de arte que colgaban de las paredes de Flying.  Joao Catarino, Gómez Bueno, Manolo Yllera, Héctor Barrero, David Le Saint, Jo Bradford, son sólo algunos de los artistas que expusieron a lo largo de los casi dos años de vida de esta inolvidable Surf Shop.
 Como se puede apreciar, The Flying Longboarder defendía conceptos diametralmente opuestos al usar y tirar promovido por la actual industria surfera, más preocupada en hacer caja, en lanzar puntualmente sus dos temporadas al año, que sólo sirven para aumentar los stocks, los outlets,  que en transmitir un mínimo de valores genuinamente surferos.
El cierre de Flying es mi fracaso. El fracaso de toda una generación surfera (la de los nacidos antes del ochenta) que, desde su madurez, tenía que haber sabido apreciar esta propuesta, para dejarles una alternativa a los que vienen detrás. Espero que Flying siga volando, y si no encuentra aquí el lugar que se merece, emigre hacia nuevas latitudes donde haya gentes con la  sensibilidad y valentía suficientes para darle la próspera y longeva vida que aquí se le negó.
  Gracias, Florián… y perdón.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La última y me salgo.


La fotografía de la portada de Surf or Die… of Laughter 3 (La última y me salgo) es obra del prolífico escritor y fotógrafo Willy Uribe (Bilbao. 1965). En un primer momento, se pensó en una ola tubera, al más puro estilo de las portadas de las Stormrider Guide; pero, un poco accidentalmente, vi la algo obscura y sombría instantánea que finalmente ilustra el libro. La foto del tubo hubiese sido mucho más impactante y posiblemente hubiese atraído visualmente a mayor número de gente, que, sin duda, se habría sentido engañada al ver que no existe relación alguna entre la imagen y el contenido interno (pues ni hay olas poderosas, tierras exóticas, etc…); lo habrían considerado publicidad engañosa. La sobria pero a la vez hermosa foto de Uribe es mucho más pausada, meditabunda y reflexiva; consigue captar, con maestría, en una playa desierta, uno de los momentos más íntimos del surfista. El diálogo de tú a tú con el océano. No sabemos si el surfista va a entrar o acaba de salir. Si entra, como el jugador de golf, en el green, analiza la jugada, desde mil posiciones, antes de golpear la bola. Estudia los canales de entrada por los que intentar llegar al pico, sin tener que hacer la cuchara o mojarse la cabeza. Se visualiza, ansioso, bordeando las olas que ya están rompiendo. O quizá maldice el viento, la marea, los fondos… porque éstas no abren o no están como él quisiera.  Si ya se ha salido, posiblemente, contemple agradecido al océano, mientras lo despide hasta la próxima, evidenciando, una de las mentiras más recurrentes del auténtico surfista, cuya última ola o baño, siempre son los penúltimos.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Flying Surfboards: Crème de Menthe

  De un taller y de un shaper atípicos, no pueden salir tablas convencionales. Está claro. Flying Surfboards (En algún lugar de Ruiseñada. Cantabria), a parte de casi ilocalizable, es inclasificable, no se parece a nada, al menos a nada de lo que haya o haya habido antes por aquí. Los diseños, los nombres, las modificaciones en la morfología, desafiando los cánones preestablecidos, salen de la mente de su creador y de su propia experiencia en las olas.
 Cuchilla, Cachalot, Celeritas… No son tablas todoterreno, que funcionen para todo tipo de condiciones. Decir lo contrario sería mentir y es algo que confiesa su propio diseñador, Florian Carlo. Tampoco son fáciles, pero no sólo porque su propia morfología y principios hidrodinámicos las hagan algo indomables, no aptas para surfistas impacientes y resultadistas que quieran conocer su funcionamiento a la segunda ola, sino porque el que lleva una se expone a no pasar desapercibido en la playa, a ser señalado por el rebaño, a ser el centro de las miradas por salir de la norma, y estar en la piel de la oveja negra no es sencillo en este océano de tablas clónicas y Logo-tomizadas.

 El surf ha cambiado. Es una obviedad, que de tanto repetirla, ya cansa; pero lo que ha pasado con el surfing es algo muy triste que se ha producido a lo largo de la historia en incontables ocasiones, cuando algo clandestino, casi ilícito, propio de una minoría que está al margen de la sociedad, pasa a estar reconocido y se convierte en algo dominante. Como cuando los cristianos pasaron de las catacumbas y de ser carne de fiera en el Coliseo Romano a realizar actos de fe en las plazas públicas de los pueblos contra los herejes. El surfista ha perdido parte de su esencia, se ha vuelto convencional, o mejor dicho, comercial. Se siente cómodo en el reconocimiento público y ha perdido el gusto por la marginalidad en su propio ADN.

 Los grandes avances en el surf no han ido de la mano de las multinacionales, si por ellas fuera, todavía iríamos en tablas de madera de cuarenta kilos, han ido de la mano de tipos imaginativos, ocurrentes, no convencionales y sobre todo valientes, que arriesgaron su fortuna, su reputación y a menudo fueron catalogados, como “locos” (bendito nombre). Luego, la industria se aprovechó de su trabajo para lucrarse. De la tabla hueca de Tom Blake, de los revolucionarios diseños de Simmons de finales de los cuarenta, de Hobie Alter cuando montó su primera tienda de tablas de fibra de vidrio en 1954, en Dana Point, se burlaron y hoy todos nos beneficiamos de ello. Necesitamos de esta gente, como esta gente necesita de tipos que escapen de lo convencional, que apuesten por sus productos. Cierto Feedback. Estímulos que les ayuden a seguir trabajando.
 En medio de esta divagación, me he acordado de lo que decía G.K. Chesterton en su libro titulado Cómo escribir relatos policíacos, sobre los hábitos lectores de la gente de su tiempo, que preferían las altamente entretenidas novelas comerciales de Edgar Wallace a otras obras más profundas y refinadas. El creador del inmortal Padre Brown empleaba una certera metáfora. “El hombre de la calle prefiere la cerveza (la buena cerveza) a la crème de menthe”. Algo lógico. A mi también me gusta la cerveza. Lo que me cuesta creer es que años y años de publicidad de las grandes cerveceras haya hecho que no bebamos otra cosa, que a tan poco gente nos guste el soul surfing, las tablas diferentes y la crème de menthe.
  Para saber más de Flying Surfboards:

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Utopía y Paradoja en Santander

Ahora que a Santander Creativa se le ha ocurrido sacar el arte a la calle e incluso “realizar una obra permanente, vertical y de gran formato en la fachada de un edificio” de la ciudad  me he acordado, no sé por qué, de El Proyecto ‘Utopía?’ de Gómez Bueno del año 2004. Desde Los Ángeles, el artista recuerda que sigue “apostando al 100%” por la propuesta, aunque ocho años después, “sería estéticamente distinta”.
 La capital de Cantabria se moderniza, pero la apuesta no es muy decidida, más bien tímida, pues los espacios que se ceden a los artistas son casi siempre calles ocultas, secundarias, ramales periféricos solo transitados por los propios vecinos, invisibles para el visitante, a no ser que se pierda o vaya a ver a su tía abuela viuda que vive en un tercero sin ascensor en la calle Santa Teresa de Jesús. Lo que vuelve a llevarnos a ‘Utopía?’ y a Gómez Bueno, que, en su día, lanzó todo un órdago a la grande y propuso su mural en un lugar significativo, emblemático, a la vista de todos por tierra, mar y aire; ni más ni menos que en el centro neurálgico de la vida cultural santanderina: el palacio de Festivales.
 La obra de Sáenz de Oiza, con su aspecto de reactor cuatro de la central de Fukushima o sarcófago de Chernóbil, es el Templo de la ortodoxia cultural santanderina, la sede del FIS... De lo más vanguardista y transgresor de la escena autóctona. Más de uno y de una se rasgaría sus mejores galas al salir del taxi para ver La Traviata de Verdi y ver el muro del Palacio con semejante derroche de color y fantasía. Los gritos de ¡Sacrilegio!  se oirían hasta en La Maruca.
 Hablar de ‘Utopía?’ con la que está cayendo, más que a utopía suena a ciencia ficción, pero una ciudad que dice apostar tan decididamente por el arte, como elemento dinamizador de su desarrollo, debería tener en cuenta toda propuesta artística, venga de donde venga y de quien venga, y más si trae consigo la polémica, el debate y la controversia debajo del brazo, elementos imprescindibles y cotidianos, en las grandes capitales Mundiales de la cultura.
El proyecto ‘Utopía?’ tuvo una sede física en la Galería 727.727 South Spring Street. Los Angeles, California. 90014. Cientos de personas de todo el mundo conocieron Santander, el Palacio de Festivales y el plan de Gómez Bueno para su fachada. Se habló más de ‘Utopía?’ en California que en el propio Santander, y eso más que una Utopía es una Paradoja. Tan preocupante como evidente.
http://www.gomezbueno.com/Utopia.html

sábado, 8 de septiembre de 2012

La República Independiente de mi Playa


California es un lugar mágico. Ya lo pusieron de manifiesto los descubridores españoles, cuando decidieron bautizar este vasto territorio, con el nombre de una mítica isla que aparecía en una famosa novela de caballería de la época (en Las sergas de Esplandián de Garci Rodríguez de Montalvo). Cuando vi, por primera vez, esta obra de Antonio Gómez Bueno no pude evitar enamorarme en el acto de ella, pues fusiona dos cosas que para mí son muy especiales, el surf y el legendario estado americano, epicentro de la mayoría de las mitomanías surferas de muchos de nosotros y cuna de nuestro lenguaje sobre las olas. La enseña original, con el majestuoso plantígrado campante, siempre me ha gustado, pero, con el retoque del genial pintor, me gusta mucho más y la enarbolaría, sin dudarlo, en cualquier conflicto playero imaginable y hasta la besaría con fervor patriótico en una hipotética ceremonia de jura de bandera. Ojalá que un día Gómez Bueno hiciese algo semejante con la bandera de nuestro país y le diera un aire surfero a la rojigualda; con el toro de Osborne haciendo un hang five sobre un longboard o como fuese. Arrasaría.

martes, 7 de agosto de 2012

Surf or Die... of Laughter 3

   La crisis (de los 33 años) ataca por sorpresa a Jon Satrústegui, que comienza a cuestionarse su particular filosofía de vida inspirada en el Dalai Lama y Hugh Hefner. En esta tercera entrega, el irreductible local se hará preguntas surferas tan recurrentes y existenciales como… ¿Por qué no hice menos surf y más caso a esa tía? ¿No me habré equivocado al dar más importancia a las olas que al trabajo o los estudios? ¿Realmente el surfing justifica siempre los medios?... En una época de localismo crepuscular y de burbuja inmobiliaria surfera, en la que ya pilla olas hasta el gato, Jon y sus inseparables compañeros de aventuras, Armando Leza y El Oso, se deslizan por última vez directos al wipe out más espantoso.

                                                                                            
                                                                                         Surf now! Locals always!
                                                                                         Surf or die of laughter forever!
Estará disponible en las tiendas surferas habituales y en surfordieoflaughter@gmail.com

domingo, 29 de julio de 2012

Los Derrumbes, mi grupo de música favorito

 Grupo emblemático de música surf cántabro, con una trayectoria  de más de 15 años a sus espaldas (su fecha de fundación data de 1996). Entre su variado y amplio repertorio, posee joyas del Rock Instrumental como Outer Limits, Somo 5-0 y por encima de todas un auténtico himno playero que no puede faltar en ninguna fiesta surfera que se precie, a pie de chiringuito: No tengo Tabla. Posiblemente y sin ánimo de parecer injusto, junto a Surf rider, Misirlou mis tres canciones de música surf favoritas.
 Si en sus orígenes la finalidad de la música surf era evocar la sensación de bordear una ola de una mítica playa californiana, Los Derrumbes cumplen con creces y escucharlos es como pillar una interminable derecha en Rincón.   Pero es en los conciertos donde Los Derrumbes realmente brillan y muestran todo su potencial, encadenando sus rápidas, vertiginosas y vibrantes composiciones, una detrás de otra, como un buen baño, en el que las series de olas se suceden sin tregua.

  Actualmente, la música surf no cuenta con muchos adeptos entre los propios surfistas. La propia evolución del surfing, la aparición del thruster, la dictadura publicitaria de las grandes marcas y la concepción monolítica de un surf agresivo y adrenalínico, en contraposición con uno más armonioso y fluido que no haga parecer que el surfer está cabreado con la ola, ha propiciado una desmembración entre el deporte que lo inspiró y el estilo musical, que caminan por separado. Por fortuna, la música, la buena música, siempre tendrá sus adeptos. Y Los Derrumbes tienen una legión, pues son muy pero que muy buenos.

sábado, 21 de julio de 2012

The End is near

April, 2009

                                                                  January, 2011

Summer, 2012
Coming soon...

jueves, 19 de julio de 2012

El arte es Bueno

  En el mundo del arte, lo indescifrable cotiza al alza. Por el contrario, lo comprensible y familiar a ojos del espectador, aquello que se parece a lo que quiere reflejar, está devaluado y se infravalora, hasta tal punto, que esas agencias de calificación que son los críticos y entendidillos, lo equipara a poco más que a un paquete de acciones de Bankia. En ocasiones, parece que un artista es más y mejor, cuanto más inclasificable es su obra y la interpretación de la misma es tan variada, que ni Dios se pone de acuerdo en qué quiso decir su mano ejecutora.
 Con esta premisa, resulta comprensible la tendencia un tanto obsesiva que tiene el arte  actual de deformar y por qué, de las facultades de Bellas Artes, no paran de salir émulos de Tàpies. Los artistas huyen, como de la peste, de las formas definidas, por temor a ser confundidos con aficionados, con participantes de concursos de pintura rápida, con tatuadores; por fobia a ver visto su caché bajado al nivel de bono basura y ser expuestos en hogares del jubilado, casas de cultura o demás sitios infames.
  El artista es su obra, pero el artista es eso y mucho más. El artista es su estilo, personal, intransferible e inconfundible,  ajeno a las tendencias; y es la valentía y la disposición a asumir riesgos. A Gómez Bueno (Torrelavega. 1964) le trae al pairo la prima de riesgo, las cotizaciones del fluctuante mercado bursátil del arte, y realiza obras amenas, divertidas, originales, cercanas al público en general, con referentes conocidos por todos y no por una pequeña élite. Pero además lo hace de una forma arriesgada e incluso a veces temeraria y suicida. Cualquiera es susceptible de convertirse en centro de su diana, a la que apunta, incansable, con su M-16, que dispara balas trazadoras con punta de corrosiva crítica; desde el expresidente de la nación americana (El sheriff borracho, George W. Bush) hasta el surfer más colgado y stoked de una playa de Santa Mónica. Nadie está a salvo.
 
  Un artista no desprecia ningún medio, porque sabe que el valor intrínseco de su obra no está en función del soporte, lugar de exposición o grado de cultura o nivel social de su espectador. Un artista puede crear sobre las garitas de acceso de un parking subterráneo, las velas de una embarcación ligera empleada por niños, sobre una camiseta, el cartel promocional de un festival de surf… Y no por ello ver un ápice rebajada su valía. El buen pintor, como el buen cantante o músico, lo es a pecho descubierto, alejado de altavoces, sintetizadores, focos o grandes escenarios. Desnudo. Despojado de toda parafernalia. Se atreve con todo y con todos.
 Como ya se ha indicado, Gómez Bueno pinta a surfistas, furgonetas, voluptuosas vigilantes de la playa, a personajes notorios, y expone en prestigiosas galerías, museos, ferias de arte internacionales;  tiene, entre sus clientes, a gente importante de Los Ángeles; pero también plasma su prolífica creatividad sobre tablas de surf, camisetas o hace tiradas limitadas de sus exclusivas obras (pecado para el paradójicamente cuadriculado mundo del arte), pues sabe que el surfer de a pie también tiene derecho a disfrutar de su ingenio, dándole así una alternativa a tener decoradas con el típico póster de chicas Reef, las paredes del salón de su hipotecada casa de 75 metros cuadrados. Que no están nada mal (los glúteos Reef), pero desentonan con el mobiliario de IKEA, la decoración minimalista y pueden llegar a espantar a las visitas femeninas.


 El arte de GB traspasa los límites físicos de los museos y salas de exposiciones. Deja de estar encorsetado e invade las grandes ciudades, los paisajes cotidianos. Gómez Bueno for president, reza un cartel de una valla publicitaria en un rincón de Los Ángeles. ¿Arte, no arte? El caso es que invita al debate y no deja indiferente. Algo de lo que hoy en día estamos huérfanos. Desde la lejanía, GB propone algo parecido en su Cantabria natal: hacer un gigantesco mural en la desangelada fachada-frontón del Palacio de Festivales de Santander  (http://www.gomezbueno.com/Utopia.html ).  En la capital mundial del cine, el proyecto ‘Utopía’ (el nombre bautismal ya lo dice todo) gana adeptos y adhesiones, en Santander, pasa de puntillas, como su fresca propuesta de póster Pop para la Feria de Santiago de hace unos años. Para variar, se optó por el ‘original’ y rutinario cartel de toros, condenado a ser objeto decorativo de la tradicional tasca para turistas del ferrie, entre los carteles de hay chorizo a la sidra, gambitas a la plancha y jarras de sangría. ¡Mala suerte!: Una oportunidad más desperdiciada para ser la vanguardia en algo. No importa. Fiel a su estilo, GB seguirá descargando sus luminosas ráfagas creativas. Aquí o allí. En el mejor museo de Los Ángeles o sobre una camiseta de 20 Euros. ¡Los artistas tienen estas cosas!

Para saber más: http://www.gomezbueno.com/

viernes, 6 de julio de 2012

Rudy, reto a la gloria

Basado en un hecho real, el film cuenta la historia de Daniel ‘Rudy’ Ruettiger (interpretado por el ‘Goonie’ Sean Astin), un sujeto cuyo sueño, desde la niñez, fue ir a la universidad de Notre Dame y jugar en su prestigioso equipo de fútbol americano (Notre Dame Fighting Irish). Algo que cuando mides poco más de 1,65, pesas apenas 75 kilos, eres de clase media-baja y no eres precisamente lo que se llama un genio o un atleta al que puedan dar una beca, más que a sueño suena a que no estás en tus cabales y requieres internamiento psiquiátrico. Pese a las burlas, las adversidades y la presión de su entorno para que abandone, Rudy nunca se rinde, porque, tal y como le dice su mejor amigo: “soñar hace que la vida sea tolerable”.

  En una sociedad como la nuestra que rinde un culto tan exacerbado a los ganadores deportivos, a las estrellas y a los megacracks tipo Slater, Federer, Cristiano, Messi, Woods..., Rudy, reto a la Gloria (1993), constituye una rara avis, un homenaje a esas pequeñas gestas que pasan inadvertidas por los titulares, portadas, nosotros mismos, el propio cine en general y que tienen como protagonista al hombre de a pie, sin más talento o don natural, que la constancia y la lucha incansable. Héroes cuyas hazañas adquieren tal dimensión, que convierten los trofeos de los multimillonarios deportistas profesionales en insignificante chatarra.

sábado, 30 de junio de 2012

Kun_tiqui. Surfea en verde

Que los surfistas aman el mar es una afirmación evidente y completamente innecesaria; pero, realmente, si echamos un vistazo a la lista de materiales de composición de una de nuestras tablas, trajes de neopreno o camisetas, ¿podemos repetir esa declaración de amor pura sin sonrojarnos o bajar la cabeza la próxima vez que entremos en el océano?  Duda que aumenta, en el interior de uno, con la irrupción de ‘El Proyecto Kun_tiqi’, en el panorama surfero cántabro; una tienda que se encuentra en la carretera Loredo-Langre y que habla de otro modo de hacer las cosas, y de una filosofía que, compartida o no, desde luego, es más consecuente y honesta con el sentimiento de amar el líquido elemento, pues amar no es sólo palabrería, ni un tatuaje, ni un eslogan publicitario; y requiere acciones congruentes, como nos demuestra con su ejemplo Stefan, alma mater de Kun_tiqi.
  Un proyecto que, a parte de ser un negocio, posee una ética perfectamente definida:
“Ofrecer a los surfistas productos más respetuosos con el medio ambiente, más ecológicos”. Una ideología que tiene su origen en los inicios de Stefan en el mundo del shape y concretamente con lo acontecido en 2005 con el gran fabricante mundial Clark Foam, que cerró sorprendentemente, se cree que ante el acoso de agencias reguladoras medioambientales de Washington.
 “A raíz de aquello, me di cuenta que las tablas de surf son tóxicas, hechas con materiales tóxicos, que dañan mucho la salud de las personas que trabajan en su fabricación y busqué alternativas y me di cuenta que no las había, y que cuando surfeas lo haces con materiales tóxicos y contribuyes a dañar el medio ambiente; algo que va en contra de lo que quiere un surfista, que es conservarlo y disfrutar de la naturaleza”.
 La alternativa
  En un viaje a Ecuador, Stefan conoce a unos shapers que hacen tablas de maderas y se produce un auténtico flechazo. “En ecuador me enamoré de las tablas de madera de balsa. Primero, por el aspecto, son muy bonitas, y luego por el proceso de fabricación que es increíble. Son tablas con alma, en cuyo proceso de creación a parte de tiempo se invierte pasión”.
 El proceso de construcción de una tabla de madera de balsa es “mucho más laborioso” que el de una de foam con fibra de vidrio. “El blank lo hacemos hueco, esto significa que es sólo madera con aire por dentro. Elaborarlo es un proceso de unas quince horas. El proceso de shapeado está hecho a mano totalmente, en contraposición al de una tabla convencional, donde las máquinas y los ordenadores, con programas en 3-D,  juegan un papel cada día más importante”.

 A juicio del fabricante, la peculiaridad del material también influye en su comportamiento en el agua, con una forma de deslizamiento única y muy especial. “Son mucho más estables en el agua, te dan más control y absorben mucho mejor los baches que las de Epoxy, que tienen mucha vibración, sobre todo, en olas no muy limpias”.
 La filosofía ecológica de Kun_tiqi no se limita a las tablas, pues el resto de productos que comercializa, desde las pastillas de parafina, hasta la ropa, pasando por las fundas, están hechos con materiales respetuosos con el medio ambiente y mediante procesos no agresivos con la naturaleza. Algunos, como es el caso de los inventos, creados a partir del reciclado de los viejos.  “Todo lo que tenemos aquí es más ecológico. Las tablas, a parte de estar hechas con madera de balsa (proveniente de una plantación), tienen una resina ecológica con un 55% de aceite vegetal. La ropa es de algodón ecológico, proveniente de comercio justo, porque no sólo es importante tener cuidado con el medio ambiente, también que la gente que produce los productos pueda vivir bien y salir adelante”.
 Lamentablemente, vivimos en una época de gran incertidumbre y de replantearnos muchas cosas, sobre todo esa falsa invocación al progreso, que nos ha llevado a un retroceso sin precedentes. Kun_tiqi tal vez no sea la solución global y definitiva en un mundo donde la demanda de tablas, grips, neoprenos… y la exigencia de precios más bajos son cada vez mayores, sin que nadie se pregunte los procesos de creación ni los costes medioambientales, sociales; pero es una alternativa consecuente para un surfista que ama (pero también cuida y respeta) la playa y el medio ambiente.
  Para saber más visitar: http://kuntiqi.com//