jueves, 25 de julio de 2013

Nacho García, 'One Love Ghana'. Haz turismo ayudando a un país.



Que el Mundo es un lugar de contrastes no cabe la menor duda. Medio Occidente elige como destino vacacional las zonas cálidas del planeta, auténticos paraísos de vegetación exuberante, de mares de aguas cristalinas y rebosantes de vida, de mujeres esculturales y de interminables fiestas de música pachanguera regadas por ríos de alcohol de un caudal ilimitado. Los turistas, por lo general, se hospedan en resorts de lujo con todo incluido,  enclavados en zonas blindadas por ejército y policía, que les mantienen a salvo de la delincuencia común y organizada autóctonas, pero que les impiden, a su vez, contactar con la otra realidad de los países que visitan, conocer sus gentes, mas allá de los recepcionistas, camareros o guías que les atienden. Pero todavía existe otra forma de viajar. La de los viajeros. Nacho García (Somo. 1977) y su hermano David ‘Capi’ García, pionero de las escuelas de Surf en España,  pertenecen a esta legendaria estirpe. Viajan por el mundo en busca de olas perfectas, pero, a parte de tener, en su memoria, recuerdos de “sesiones épicas”, se llevan otra clase de recuerdos más imborrables y duraderos. Su visión de los lugares que visitan va mas allá de una simple postal playera, conocen la realidad social, se sumergen en ella y, en ocasiones, se rebelan e incluso intentan cambiarla. Como el proyecto solidario que Nacho tiene puesto en marcha en Ghana, ‘One Love Ghana’, que, a través de una escuela, intenta dar una oportunidad a los niños más desfavorecidos de Acrra, la capital de este país africano.  Esa realidad que otros jamás conocerán o simplemente mirarán para otro lado, mientras les sirven el mojito o el daikiri con sombrilla en el bar de la piscina, después de otro baño.
-Nacho, ¿qué es ‘One Love Ghana’?
-Un proyecto que nace de la casualidad sin ser plenamente una casualidad. Ya habíamos hecho otras historias, colaboraciones en Marruecos especialmente, y yo andaba queriendo hacer algo más serio, saliéndonos del mundo nuestro que es el del surf. Casualidades de la vida conocí a la gente, me surgió la oportunidad y me lancé a comprar un terreno, donde posteriormente construimos la escuela. Yo creo que hemos acertado, porque este año tres amigos han pasado por allí para verlo in situ, incluso han grabado un vídeo con todas las imágenes que lanzaremos pronto, y la cosa va para adelante y estamos muy contentos.
-¿Es una escuela de surf o qué se enseña exactamente allí?
-Hay una parte que sí tiene esa intención, pero muy en el futuro. De lo que realmente se trata es de dar una oportunidad a muchos chavales que viven en James Town, el barrio mas poblado de Acrra, la capital de Ghana. Es un barrio que está muy cerca de la playa, a unos cien metros, por lo que lo de la escuela de surf es una posibilidad. Pero lo que es realmente es una escuela en toda regla, con sus pupitres, su comedor… La idea es una escuela en la que se fusiona principalmente las siguientes cosas: el aprender inglés, porque los más pobres no lo hablan, pese a ser una de las lenguas oficiales, sacar a los chavales de la calle, darles de comer y a algunos darles techo. La obligación de ellos es atender en la escuela, atender en las clases de inglés, se les hace un seguimiento de su comportamiento. También está muy metida la enseñanza de la danza y percusión africana. 

Nacho García, un viajero incansable.
-¿Cómo puede ayudar la gente desde aquí?
-Pues principalmente a nivel económico en una de las cuentas que tenemos para este proyecto o contactando conmigo a través de la Escuela Cántabra de Surf (http://www.escuelacantabradesurf.com/es/?p=692). Todo el dinero que se va recaudando íntegro va para el proyecto. Además funciona muy fácil y muy bien, a través de Western Union, en diez minutos, el dinero lo están recogiendo allí. El dinero está llegando y está teniendo un impacto positivo, permitiendo llegar cada vez a más chavales.
-Cuando uno va de surfari, va a pillar olas, pero al mismo tiempo… ¿Se puede decir también que resulta imposible abstraerse de las circunstancias sociales que rodean a las playas?
-Sin duda. El surfing para los que viajamos es una excusa. No estamos las 24 horas del día dentro del agua. Al final de un viaje te quedan los recuerdos. Vas a tener en la memoria esa imagen de una sesión épica, pero con el tiempo hay ciertas sesiones que se te van olvidando, y hay otras cosas que nunca se te olvidan de la cabeza.
-Y después de ver esa realidad que narras, a tu regreso, ¿no resulta aún más evidente darte cuenta que el surf, con los años, cada vez, se ha ido rodeando de elementos más frívolos y superficiales y que éstos se han hecho predominantes desplazando a los esenciales?
-Los que llevamos muchos años surfeando hemos visto claramente cómo hemos pasado de lo que era verdaderamente una cultura a lo que es hoy en día una moda. Pero cada uno se tiene que quedar con una parte y, en eso, soy muy positivo. En el surf hay una parte frívola, pero como la hay en la vida en general. Hay una parte muy materialista que es la que mueve el mundo, pero o te excluyes del mundo y te vas a una montaña a hacer el hippie o el bohemio, o no te queda otra cosa que tragar. En lo que a mi hermano y a mí se refiere, tenemos un poco esa contradicción. Nos encanta el surf. Sabemos que de alguna forma estamos globalizándolo, pero, de otro lado,  tenemos también la conciencia tranquila, pues creemos que trasmitimos una parte positiva a la comunidad. Cuando he viajado, me he dado cuenta que, en muchos de los países pobres que hemos visitado, hay pueblos a los que el surfing ha ayudado muy positivamente en su desarrollo. Aunque también está la otra cara de la moneda, gente que se ha aprovechado de eso. Es muy fácil cruzar esa línea y se descontrole. El surfing como todo tiene una parte positiva y otra negativa. Hay gente que se aprovecha del surfing sin escrúpulos y que no ha hecho nada por el surfing y se morirá sin hacer nada por el surfing; y gente que realmente sí siente el surf y siente que hace una labor. Pero esto pasa en todos los deportes. Del origen del surf y de su verdadera esencia a lo que es hoy en día nos quedan los surftrips, los surfaris, el irte con tus amigos, tu novia o solo, con una mochila, tus tablas… y recorrer el mundo en busca de buenas olas. Y para eso todavía quedan cien mil sitios por conocer y explorar y, para mí en concreto, África es también la gran desconocida.
-Hablando de África, has viajado por todo el mundo… Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica, Asia… ¿Qué tiene este continente que no tenga ningún otro sitio?
-A mí desde siempre me ha tirado África, desde pequeño. Uno de mis primeros surfaris fue a Marruecos y, desde niño, el Reggae, la música y todo lo que tiene que ver con el color me encanta. Creo que, sin duda, es el futuro del surfing. África está por descubrir. La gente es muy enrollada y es mucho más seguro de lo que nos pensamos y de ese estereotipo que nos venden. Es cierto que hay países que están hoy en equilibrio y pasado mañana vuelven a ser una bomba de relojería, a los que no recomendaría ir. Pero creo que el futuro del surfing está en África y en los sitios fríos. Para surfear con poca gente y tener lo que entendemos por un surfari, que no es ir a un sitio que esté masificado, habrá que ir a estos lugares.



miércoles, 3 de julio de 2013

Stefan Weckert (Kun_tiqi surfboards): “La gente no tiene en cuenta el trabajo que supone hacer una tabla de surf”



  La vida está llena de casualidades, pequeñas coincidencias aparentemente intrascendentes, pero que, vistas con el tiempo y con una perspectiva mucho más amplia, tienen una trascendencia crucial, decisiva en nuestros destinos. Tal vez, sólo así, con uno de estos hechos fortuitos, o con una cadena de ellos, pueda explicarse cómo Stefan Weckert (12/09/1979), un alemán acostumbrado a hacer windsurf aprovechando los fuertes vientos que surcan el Mar del Norte y el Báltico, terminase haciendo surfing en el Cantábrico y construyendo tablas ecológicas de madera de balsa en una antigua cuadra de Loredo.
-¿Cuál es el origen de la palabra Kun_tiqi y por qué se lo pusiste a tu taller de tablas de madera?
-Estuvimos buscando un nombre que tuviera un vínculo con el material que usamos, que es la madera de balsa, y también con el continente del que procede, Latinoamérica. Leyendo sobre este continente nos encontramos una historia muy bonita sobre una tribu a cuyo jefe le llamaban Dios del sol, Kun tiqsi Viracocha. Era una tribu de gente blanca, de barba larga y que había llegado con veleros desde el norte. Posteriormente, tuvieron conflictos con otras tribus de la zona y acabaron abandonando el continente en barcos de madera de balsa y poblando las islas de Pascua. Por esto elegimos el nombre. Por el vínculo con la madera de balsa, que los barcos suyos la tenían también, y con el continente.
-¿Cómo fue lo de ubicarte en Loredo?
-Fue una coincidencia. Tenía la idea de quedarme en el norte de España y hacer tablas de surf de madera, incluso tenía el logotipo, el nombre... Lo único que me faltaba era el lugar dónde hacerlo. Llegamos a Loredo, porque lo confundimos con Laredo, donde mi chica tenía un conocido que nos quería ayudar a guardar las primeras tablas. Vinimos en una furgoneta con 18 tablas, no teníamos espacio ni para dormir, y este amigo se ofreció a guardarlas. Nada más llegar, le llamamos y nos preguntó que dónde estábamos. Le dijimos que en Loredo, al lado de un restaurante, un camping, y nos respondió: “No. Os habéis equivocado. Estáis en Loredo no en Laredo”. Así conocimos el sitio (Sonríe). De casualidad. Nos gustó mucho, encontramos trabajo. El primer verano estuvimos trabajando en un restaurante.  Luego, establecí contacto con el taller de Jalaika, que me permitió laminar mis tablas de madera durante el primer invierno. Poco a poco, fui conociendo más gente, alquilé la cuadra donde estoy ahora… Y ya llevamos aquí cinco años.

-¿Cómo fueron tus inicios en el surf?
-En Alemania se practica bastante más el windsurf, que es como realmente empecé yo. Mi hermano mayor hizo un surfcamp en Francia y al año siguiente le acompañé yo y aprendí con él. Me compré una tabla y me lancé al agua sin cursillo ni nada, aprendiendo por mi cuenta.
-Y tus inicios con el shape…
-Ya haciendo windsurf me llamó siempre mucho la atención el fabricar mi propia tabla. Durante mi estancia en Fuerteventura, un amigo se hizo una tabla de windsurf y me entusiasmó la idea de hacer lo mismo, pero me resultó difícil encontrar el sitio dónde hacerlo. De vuelta a Alemania, conocí un taller que hacía sus tablas en plan hobby. Tenían los conocimientos, los instrumentos, todo, y yo les pagaba por el material y ayudarme. Allí hice mi primera tabla, era de windsurf.
-¿Cuándo diste el paso decisivo de hacer tus tablas con madera de balsa?
-Conocí en un viaje a Ecuador a unos shapers que llevaban haciendo tablas de madera desde hace ya muchos años, medio siglo. Aprendí con ellos todo el proceso y hoy sigo colaborando con ellos. Ellos fabrican el blank y muchas tablas vienen shapeadas aquí y yo pongo las quillas, los tapones y las lamino y solo en algunos pedidos especiales, tengo aquí el blank y lo fabrico. El gran trabajo lo llevan ellos.
-Desde el punto de vista medioambiental, tus tablas son menos agresivas con el medioambiente, pero ¿cómo es su comportamiento en el agua respecto a una hecha con foam y resina de poliéster o una de epoxy?
-Difícil decirlo (sonríe), porque llevo seis años surfeando sólo con balsa, pero todos mis clientes coinciden siempre a la hora de señalar que la balsa es más estable en el agua. Las tablas de balsa tienen un peso mayor, por eso son más estables. Si no hay olas perfectas, hay algo de viento, las tablas de balsa son más fáciles de controlar y de surfear. Si cometes un error, no te caes tan fácil.
-Últimamente te has metido a hacer tablas menos convencionales como mini-simmons. ¿Se pueden hacer con madera de balsa todo tipo de tablas?
-Realmente no hay límites en los shapes de las tablas. Lo único que como nuestras tablas son huecas, hay más dificultad a la hora de hacer cóncavos muy pronunciados, como en el caso de los bonzers. Pero se pueden hacer usando un blank con la madera más gruesa en la parte de abajo. Hemos hecho un gun (un 8’6”) para un surfista francés, Xabi Lafitte, que lo usa en Guethary, en el spot de Parlementia, con olas de hasta seis metros. Ahora estamos con otro proyecto de fabricar dos guns de madera de balsa para Nagai Puntiverio para que los use en La Isla y en La Vaca.
-¿Crees que uno de los grandes problemas que tienen los productos ecológicos es su precio, al ser, por lo general,  mucho más caros que otros hechos industrialmente?
-El punto más importante en la decisión de comprar es el precio generalmente. La gente tiende a comprar cosas baratas y busca ofertas. Pero para mí un producto barato no es aquel que tiene un precio bajo, es aquel que tiene una vida de uso larga. La gente se tiene que preguntar una cosa, si me compro una tabla que me vale 250 euros y me dura un año, o una que vale 800 euros y me dura diez años, ¿cuál es más barata? Al final la más barata es la que en precio realmente es más cara. Y esto es algo que mucha gente no tiene en cuenta.
-En relación a eso, ¿no resulta curioso ver cómo la gente no escatima dinero en comprarse una sudadera, unas playeras, unas gafas de sol y luego racanea a la hora de comprarse una tabla, que al fin y al cabo es lo más importante y lo que te va a permitir coger olas?
-Claro. La gente no tiene en cuenta el trabajo y el esfuerzo que supone hacer una tabla de surf. Es un trabajo duro, complicado, arduo, de muchas horas. Es una tarea que está subvalorada.
-De seguir con esta dinámica, ¿acabaremos comprando tablas de surf en las tiendas de los chinos?
-Cada vez están entrando más tablas de China más baratas. Como el surfing es un deporte de masas, la mayoría de la gente se tira a comprar tablas baratas; pero al mismo tiempo la gente se está concienciando y busca tablas más duras, hechas a mano, más ecológicas; aunque, desgraciadamente, no es la mayoría.
-¿Qué perfil tienen los clientes que te piden una tabla de madera?
-Creo que hay dos tipos de personas. Por un lado, hay gente que tiene estudios o está estudiando algo relacionado con la Ingeniería del Medio Ambiente o simplemente trabaja en este sector. Están concienciados y son conscientes de que hay que hacer algo para proteger los océanos y la naturaleza de los peligros que les amenazan… Quieren ir más allá de las palabras y hacer algo para mejorar el Mundo. Luego, hay gente que valora el trabajo artesanal y el hecho de que son tablas distintas, ninguna es igual, por la veta de la madera, por los colores, y les gusta tener una tabla distinta a las de los demás.