domingo, 22 de abril de 2018

Años Salvajes. Una biografía de un escritor surfista para todos los lectores


 
 
Cualquier momento es bueno para recomendar un  libro,  un buen libro, pero ahora coincidiendo con el día del libro, aprovecho doblemente para animar a la gente a que lea el libro de William Finnegan titulado Años Salvajes. Biografía, premiada con el Pulitzer, que recoge las aventuras y desventuras surferas en torno a las olas grandes vividas por el autor por todo el mundo (California, Hawaii, Sudáfrica, Australia, Portugal, etc...).
 Finnegan  es un reputado periodista que ha cubierto peligrosos conflictos internacionales como las guerras de Sudán o de los Balcanes y colabora con medios tan prestigiosos  como el New Yorker. Además por lo que se desprende de Años Salvajes ha sido un voraz lector de los grandes autores americanos del siglo XX, con los que curiosamente también ha  compartido la profesión de periodismo (Hemingway, Norman Mailer).  Todo esto se nota en Años Salvajes. Si el reclamo de algunas autobiografías únicamente es la increíble vida de su autor, que luego es incapaz de plasmar en palabras de una forma amena, interesante y estética la misma, en Años Salvajes, no existe este problema. La vida de Finnegan es de película, de libro, pero es que además su narrativa está a la altura de los grandes hechos que narra. De alguna forma, leyéndolo se llega a la conclusión que este libro lo hubiera podido escribir Truman Capote, si Capote hubiese cogido olas. Descripciones de baños extremos, con series monstruosas, olas colosales, cazadas, lavadoras, todo relatado de forma precisa, sin exceso de adjetivos, sin maquillaje, sin rocambolescos ejercicios estéticos, todo al servicio de la narración.
  El libro está estructurado en diversas fases de la vida del autor vinculadas a míticas zonas surferas del planeta. A mí particularmente las partes que más me gustan son la primera, en la que narra su conflictiva adolescencia en un instituto de Hawaii; cuyas peleas, después de clase, con los peligrosos matones nativos me han recordado a mi admirada La senda del perdedor de Charles Bukowski y los últimos capítulos (etapa en Nueva York) en los que relata, sin medias tintas, el declive físico que experimentan los surfistas según van cumpliendo años. He leído bastantes biografías de pros, pero nadie hasta ahora ha explicado tan sinceramente lo que supone para un surfista irse haciendo mayor, perder cualidades y asimilar que llega un momento en que tu agilidad y equilibrio van a menos y ya no puedes coger las olas grandes y rápidas que cogías antes. Esto encima cuando has sido un big wave rider que has empleado guns tiene que ser demoledor.  Me ha gustado la reflexión de que todo surfista por muy bueno que haya sido acaba convirtiéndose en un novato en el agua. Al final, se desprende que la vida tiene una estructura circular, empiezas y acabas usando un long board o una tabla con mucho volumen, si es que quieres seguir al pie del cañón, del pico, y no abandonarlo.
Por último, decir que Años Salvajes no es un libro de surf, entendiendo esto como un libro que sólo deban o vayan a comprender surfistas. Al igual que El Gran Miércoles tampoco es una película exclusiva de surf para surfistas. Años Salvajes, al igual que El gran Miércoles, es un libro que habla de la vida y de las decisiones que debemos tomar. De cómo muy pocas personas priorizan su gran pasión por encima de  lo que la sociedad, nuestros padres o nuestro entorno considera que debemos hacer. Ir a la universidad, comprar una casa, formar una familia, tener un trabajo relacionado con estos estudios. Al igual que hay una gran mayoría que cedemos a  la presión del entorno y acabamos abandonando nuestra pasión, o la marginamos a nuestros periodos de tiempo libre, o la degradamos a la condición de hobby, por cumplir con nuestras obligaciones. 
 Este es un libro que recuerda a Hacia Rutas Salvajes, de ahí que desde mi punto de vista haya que intentar quitarle cuanto antes esa etiqueta un tanto peyorativa y estigmática de libro de surf, que lo condena a un círculo muy restringido. Años Salvajes es un libro que habla de la libertad, de las grandes y arriesgadas apuestas  que hay que tomar en la vida, sobre todo cuando eres joven, de si debes de tomar el camino convencional y seguro o el alternativo cuyo destino es más incierto. Por todo esto, Años Salvajes es un libro sobre la vida que podemos leer todos,  surfistas y no surfistas, pues todos nos vemos empujados a tomar decisiones, elegir entre lo que debemos hacer o queremos hacer, ya sea surfing, cocinar, escribir o hacer danza clásica.

 Ficha técnica:

Título: Años Salvajes

Autor: William Finnegan

Traducción: Eduardo Jordá

Editorial: Libros del Asteroide

Páginas:  593

jueves, 19 de abril de 2018

El Psicoanálisis de las olas

  
Nuestra manera de hacer las cosas proporciona información muy valiosa de cómo somos. Información que reciben los demás y también, para qué negarlo, uno mismo.
   De esta forma, no resulta extraño escuchar que se puede saber cómo es alguien por verle cómo se desenvuelve al volante o por cómo se comporta con su perro, etc.  Nuestro surfing o nuestra forma de desenvolvernos en el agua también dice mucho de nosotros mismos, a los demás y por supuesto a nosotros, si es que queremos verlo. Además ver  cómo nos desenvolvemos en el agua también puede ayudarnos a entender mejor cómo nos desenvolvemos en la vida.
 Desde un punto de vista puramente relacionado con el surfing, es bastante habitual encontrarse, en el agua, con un sujeto que únicamente rema  las olas que tiene la total y absoluta certeza que van a abrirle  y le van a permitir deslizarse por su pared una cantidad elevada de metros. Generalmente, este comportamiento selectivo suele ser interpretado por el sujeto que lo practica como una especie de virtud o de don de la elección. Algo que, en algún caso, puede ser cierto, pero que otras veces esconde un patrón de la personalidad que quiere controlarlo todo, y cuando digo todo, englobo hasta algo tan incontrolable y fuera de nuestro alcance como una ola del  océano.  
   Si encajamos en este perfil de surfista selectivo, en nosotros radica el discernimiento de si lo somos por un don de la premonición o si, por el contrario, lo somos porque tendemos a acomodarnos en lo conocido y evitamos las situaciones nuevas, poco conocidas y por tanto impredecibles.
 
 Mientras aprendemos a descubrir el verdadero motivo que nos empuja a asumir tan pocos riesgos, veremos como los baños se caracterizan  por el número anormalmente elevado de olas que dejamos pasar y por la sensación de que los minutos y las horas se nos pasan esperando esa ola que no acaba de llegar nunca.
   Muchas veces, en la vida, ponemos en práctica la táctica un tanto conservadora de este tipo de surfistas y no nos atrevemos a iniciar una aventura, afrontar un reto o hacer algo distinto porque no tenemos una garantía y seguridad elevadas, por no decir totales,  de que nuestra empresa vaya a resultar exitosa (como si existiesen las olas o las oportunidades que vienen con el éxito garantizado y si no, te devuelven el dinero). Como el surfista en el agua, sólo emprendemos aquello que conocemos de antemano que nos va a permitir deslizarnos durante decenas de metros y en lo que no sufriremos caídas.  Dejamos pasar las oportunidades,  como las olas,  una detrás de la otra, por no verlas claras y sólo nos atrevemos con aquellas que sabemos resultaremos victoriosos.  Sólo hacemos aquello que conocemos y nos resulta familiar. Al final si nos damos cuenta siempre hacemos y pillamos las mismas cosas/olas.  
 
  Verdaderamente,  ésta es una fórmula maestra para no sufrir los tan temibles wipe outs,  pero también es el camino más directo para llegar al estancamiento prematuro, a la autolimitación más absoluta y a tocar techo a las primeras de cambio. Al inmovilismo, en definitiva.  También es el secreto para matar el encanto de todo,  hasta de  lo más maravilloso, el surfing incluido.
  La única forma de crecer y evolucionar como surfistas y personas es probando olas/playas desconocidas con resultados inciertos. Esto es lo que llamamos asumir retos.  Si solo nos enfrentásemos a olas conocidas y facilonas que sabemos de buenas a primeras que van a abrir y que nos van a dejar deslizarnos decenas de metros, jamás evolucionaríamos por la sencilla razón de que no nos pondríamos nunca a prueba. Nos guste o no, lo que nos hace avanzar en la vida es enfrentarnos a situaciones desconocidas y nuevas, o dicho de otra forma, a olas que antes de remarlas no tenemos la total y absoluta certeza de si nos van a dejar deslizarnos o no unas decenas de metros. Olas o situaciones que por su dificultad nos pondrán a prueba. Unas veces las superaremos; y otras, no; pero debemos aprender a ver éstas últimas como parte del aprendizaje y no como un fracaso. Como dice el lema: unas veces se gana y otras, se aprende.
 
  No se trata de pasar de surfear olas de medio metro a meterse en Mavericks, Jaws o Teahupoo un día gordo. Por desgracia, lemas hoy tan populares como ‘nada es imposible’, ‘hazlo’ o ‘no limits’ causantes de tantos sustos o  disgustos no son ciertos y sólo sirven para vender más zapatillas o bebidas energéticas. Los límites existen, pero se trata de ir descubriendo los propios, EXPLORARLOS y no quedarnos estancados, ofuscados y frustrados a las primeras de cambio asumiendo situaciones archiconocidas que no nos suponen el menor reto y cuya consecución no nos va a proporcionar ni satisfacción ni sentimiento de orgullo hacia uno mismo; por miedo a situaciones nuevas. No hay que extralimitarse, pero tampoco limitarse. Estamos hablando de asumir retos de forma gradual, escalonada y juiciosa.
 Puede existir cierto paralelismo entre el conocimiento de nuestros propios límites y la forma en la que los seres humanos fueron definiendo los mapas de este mundo.  Podemos llegar a la conclusión total y absoluta de que hemos llegado al final y, de repente, descubrir que hay algo más allá de lo que llamábamos nuestro Finisterre. Nuestros límites pueden fijarse, pero también reescribirse.
  Haciendo siempre lo mismo, surfeando los mismos tipos de olas, la misma playa y las mismas condiciones ni crece tu surf ni creces como surfista. Haciendo siempre las mismas cosas y evitando enfrentarte a situaciones desconocidas en tu vida, te estancas como persona.