Ahora que celebrar el Dos de Mayo y las recreaciones de las batallas
de la guerra de Independencia están tan de moda, es un buen momento para hacer
un examen maduro y sensato de las relaciones estrechas que siempre ha habido
entre España y Francia. Como es lógico desde una óptica surfera. Revisando los testimonios de algunos de los surfistas
cántabros más significativos, el nombre del país vecino es casi una constante
en las primeras páginas de sus biografías playeras. Los hermanos Fiochi recuerdan
cómo las primeras tablas vinieron de Bayona, concretamente del taller de
Barland, fabricante de cabecera de los pioneros cántabros. Igualmente, el
origen de algo tan cotidiano como el leash, ‘el invento’, hay que situarlo en
un campeonato en Hossegor, en el que surfistas cántabros se lo vieron a unos
tahitianos.
Pero no sólo material venía del otro lado de los Pirineos.
Si importantes, en un primer momento, fueron las tablas, no menos crucial
resultó la importación de las ideas, los conceptos, el estilo, en una comunidad
surfera incipiente en la que reinaba el desconocimiento más absoluto y en la
que todos partían de cero. En una sociedad donde no existía Internet ni había
vídeos con los que aprender, las revistas, con sus fotografías fijas, poco
valor pedagógico tenían a la hora de saber cómo incorporarse sobre la tabla,
darle velocidad, realizar maniobras o adoptar uno u otro estilo de la época
(Noseriding Vs. Total Involvement). Tal y como explica el pionero ManelFiochi, en esta ausencia de referentes y
ante la imposibilidad de aprender por ciencia infusa o “revelación del espíritu
santo” dos eran los factores que favorecieron el desarrollo rápido de la
práctica del surfing en España: “Los viajes y los escasos surfistas extranjeros
que arribaban a España con sus tablas y su conocimiento más avanzado sobre cómo
deslizarse sobre las olas”. Para acabar rematando: “Copiamos a los que están
más adelantados y tienen el conocimiento. Hay que fijarse en los que saben más,
no en los que saben menos”.
En este aspecto, los
pioneros ya recuerdan, en sus entrevistas y biografías, la importancia de estos
ingleses, franceses, americanos (una generación entera en diáspora por Europa,
huyendo de las oficinas de reclutamiento para la Guerra de Vietnam) y
australianos para comprarles material, pero pocos hacen mención de lo importante que fue verles en el agua, en
pura acción, para empaparse de su estilo, de sus maniobras, y luego imitarlas.
Regresando a Francia,
su cercanía siempre ha tenido un papel fundamental en la historia de nuestro
país, que muchas veces, reaccionariamente, intentaba protegerse de las ideas avanzadas
de la nación vecina, blindando sus fronteras, con un cordón sanitario. A
finales del siglo XVIII y a lo largo de todo el XIX de Francia vinieron las
grandes ideas ilustradas y enciclopedistas, ideas de libertad, de separación de
poderes, de soberanía popular, de una sociedad laica y aconfesional, de igualdad
jurídica, el germen de la sociedad moderna y el fin del Antiguo Régimen con sus
privilegios y prebendas. En la segunda mitad del XX, muchos españoles iban en
tropel a Francia desde para ver películas aquí censuradas, hasta para disfrutar
de una sociedad menos encorsetada. El surf tampoco escapó de esta influencia y
durante sus inicios el país vecino también tuvo un papel determinante. En
aquella época para un surfer español ir un mes a Francia, con el pretexto de
aprender el idioma, suponía un curso intensivo de surfing. A la vuelta, seguías
prácticamente con el mismo nivel de francés, pero surfeabas con mayor fluidez y
soltura. De igual forma, el que regresaba era como una especie de evangelista
que traía un nuevo mensaje, una buena nueva que compartir con el resto.
Manel Fiochi recuerda
aquellos ‘maravillosos años’ como una época de “vagabundeo constante” por las
playas de Biarritz, en la que se gastaba “todo el dinero” que le daban sus
padres en comprar “alguna tabla” o material técnico que no encontraba en
Cantabria.
M. Fiochi: "Siempre fui un ilustrado, un afrancesado del surf" |
“Yo tuve la oportunidad
de vivir el surf en Biarritz en verano en una época clave. Mis padres querían que practicará el idioma
y yo me pasaba allí la vida solo con la tabla y la ola de La Chambre D'amour,
que era como El Sardinero Beach (risas). Y luego esto se notó en mi
estilo y en la efectividad. De ellos hemos copiado hasta el plan general
contable”, explica, entusiasmado, a la hora de recordar sus estancias juveniles
en suelo francés, que, por lo general, se extendían durante un mes todos los
veranos.
Pero ¿qué es
exactamente lo que importaron los pioneros de Francia? Qué idea revolucionaria
se trajo del país galo. Manel lo explica así:
“Intentaba imitar a Francoise
Lartigau, a Joel De Rosnay, los mejores en Francia y los mejores surfistas que
había en Europa. Gente que había estado mucho en Australia, Estados Unidos, en
alguna de las colonias francesas diseminadas por el Pacífico... Recuerdo
especialmente al australiano Keith Paul, un fenómeno, con un estilo muy rápido.
Gente a la que admiraba y tuve la oportunidad de empezar a surfear con ellos y
aprender. Lo más importante en el surfing es la velocidad. Con velocidad puedes
hacer cualquier cosa, los bottom turn, los cut back, cualquier maniobra. Ellos de
inicio se ponían lateralmente, no como nosotros que bajábamos casi hasta el
seno de la ola y casi nos quedábamos parados. Esas eran el tipo de cosas que yo les intentaba
emular”.
Nuevas ideas y tablas
más pequeñas para favorecer un surf moderno, germen del contemporáneo, del que
hacen los pros y del que vemos mayoritariamente hoy en día en la playa. Manel
recuerda cómo la revolución de que las tablas se acortasen unos 30 centímetros le
pilló en una de sus estancias anuales en Biarritz.
“Estando yo un mes en
verano en Biarritz, llegaron los campeonatos y vinieron californianos,
australianos... Ellos empezaron a traer tablas más pequeñas y Barland, que era
el fabricante local, empezó a hacerlas. Me traje la primera tabla más corta,
que no era tan corta, si las comparas con las de ahora, a Santander, y Zalo
(Campa) y todos éstos decían que había venido con un nuevo estilo, pero lo que
pasaba es que había traído una nueva tabla y se notaba mucho”.
Sobre la influencia
decisiva que tuvo Francia en la rápida evolución que el surf experimentó en
España entre 1965-1970, Manel Fiochi se muestra igualmente seguro: “Sin Francia
el surf en España hubiese evolucionado, pero hubiésemos tardado mucho más. Tal
vez lo que conseguimos en un par de años hubiésemos tardado diez. Francia nos
aceleró el viaje, al menos en los inicios”, sentencia.
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