domingo, 29 de julio de 2012

Los Derrumbes, mi grupo de música favorito

 Grupo emblemático de música surf cántabro, con una trayectoria  de más de 15 años a sus espaldas (su fecha de fundación data de 1996). Entre su variado y amplio repertorio, posee joyas del Rock Instrumental como Outer Limits, Somo 5-0 y por encima de todas un auténtico himno playero que no puede faltar en ninguna fiesta surfera que se precie, a pie de chiringuito: No tengo Tabla. Posiblemente y sin ánimo de parecer injusto, junto a Surf rider, Misirlou mis tres canciones de música surf favoritas.
 Si en sus orígenes la finalidad de la música surf era evocar la sensación de bordear una ola de una mítica playa californiana, Los Derrumbes cumplen con creces y escucharlos es como pillar una interminable derecha en Rincón.   Pero es en los conciertos donde Los Derrumbes realmente brillan y muestran todo su potencial, encadenando sus rápidas, vertiginosas y vibrantes composiciones, una detrás de otra, como un buen baño, en el que las series de olas se suceden sin tregua.

  Actualmente, la música surf no cuenta con muchos adeptos entre los propios surfistas. La propia evolución del surfing, la aparición del thruster, la dictadura publicitaria de las grandes marcas y la concepción monolítica de un surf agresivo y adrenalínico, en contraposición con uno más armonioso y fluido que no haga parecer que el surfer está cabreado con la ola, ha propiciado una desmembración entre el deporte que lo inspiró y el estilo musical, que caminan por separado. Por fortuna, la música, la buena música, siempre tendrá sus adeptos. Y Los Derrumbes tienen una legión, pues son muy pero que muy buenos.

sábado, 21 de julio de 2012

The End is near

April, 2009

                                                                  January, 2011

Summer, 2012
Coming soon...

jueves, 19 de julio de 2012

El arte es Bueno

  En el mundo del arte, lo indescifrable cotiza al alza. Por el contrario, lo comprensible y familiar a ojos del espectador, aquello que se parece a lo que quiere reflejar, está devaluado y se infravalora, hasta tal punto, que esas agencias de calificación que son los críticos y entendidillos, lo equipara a poco más que a un paquete de acciones de Bankia. En ocasiones, parece que un artista es más y mejor, cuanto más inclasificable es su obra y la interpretación de la misma es tan variada, que ni Dios se pone de acuerdo en qué quiso decir su mano ejecutora.
 Con esta premisa, resulta comprensible la tendencia un tanto obsesiva que tiene el arte  actual de deformar y por qué, de las facultades de Bellas Artes, no paran de salir émulos de Tàpies. Los artistas huyen, como de la peste, de las formas definidas, por temor a ser confundidos con aficionados, con participantes de concursos de pintura rápida, con tatuadores; por fobia a ver visto su caché bajado al nivel de bono basura y ser expuestos en hogares del jubilado, casas de cultura o demás sitios infames.
  El artista es su obra, pero el artista es eso y mucho más. El artista es su estilo, personal, intransferible e inconfundible,  ajeno a las tendencias; y es la valentía y la disposición a asumir riesgos. A Gómez Bueno (Torrelavega. 1964) le trae al pairo la prima de riesgo, las cotizaciones del fluctuante mercado bursátil del arte, y realiza obras amenas, divertidas, originales, cercanas al público en general, con referentes conocidos por todos y no por una pequeña élite. Pero además lo hace de una forma arriesgada e incluso a veces temeraria y suicida. Cualquiera es susceptible de convertirse en centro de su diana, a la que apunta, incansable, con su M-16, que dispara balas trazadoras con punta de corrosiva crítica; desde el expresidente de la nación americana (El sheriff borracho, George W. Bush) hasta el surfer más colgado y stoked de una playa de Santa Mónica. Nadie está a salvo.
 
  Un artista no desprecia ningún medio, porque sabe que el valor intrínseco de su obra no está en función del soporte, lugar de exposición o grado de cultura o nivel social de su espectador. Un artista puede crear sobre las garitas de acceso de un parking subterráneo, las velas de una embarcación ligera empleada por niños, sobre una camiseta, el cartel promocional de un festival de surf… Y no por ello ver un ápice rebajada su valía. El buen pintor, como el buen cantante o músico, lo es a pecho descubierto, alejado de altavoces, sintetizadores, focos o grandes escenarios. Desnudo. Despojado de toda parafernalia. Se atreve con todo y con todos.
 Como ya se ha indicado, Gómez Bueno pinta a surfistas, furgonetas, voluptuosas vigilantes de la playa, a personajes notorios, y expone en prestigiosas galerías, museos, ferias de arte internacionales;  tiene, entre sus clientes, a gente importante de Los Ángeles; pero también plasma su prolífica creatividad sobre tablas de surf, camisetas o hace tiradas limitadas de sus exclusivas obras (pecado para el paradójicamente cuadriculado mundo del arte), pues sabe que el surfer de a pie también tiene derecho a disfrutar de su ingenio, dándole así una alternativa a tener decoradas con el típico póster de chicas Reef, las paredes del salón de su hipotecada casa de 75 metros cuadrados. Que no están nada mal (los glúteos Reef), pero desentonan con el mobiliario de IKEA, la decoración minimalista y pueden llegar a espantar a las visitas femeninas.


 El arte de GB traspasa los límites físicos de los museos y salas de exposiciones. Deja de estar encorsetado e invade las grandes ciudades, los paisajes cotidianos. Gómez Bueno for president, reza un cartel de una valla publicitaria en un rincón de Los Ángeles. ¿Arte, no arte? El caso es que invita al debate y no deja indiferente. Algo de lo que hoy en día estamos huérfanos. Desde la lejanía, GB propone algo parecido en su Cantabria natal: hacer un gigantesco mural en la desangelada fachada-frontón del Palacio de Festivales de Santander  (http://www.gomezbueno.com/Utopia.html ).  En la capital mundial del cine, el proyecto ‘Utopía’ (el nombre bautismal ya lo dice todo) gana adeptos y adhesiones, en Santander, pasa de puntillas, como su fresca propuesta de póster Pop para la Feria de Santiago de hace unos años. Para variar, se optó por el ‘original’ y rutinario cartel de toros, condenado a ser objeto decorativo de la tradicional tasca para turistas del ferrie, entre los carteles de hay chorizo a la sidra, gambitas a la plancha y jarras de sangría. ¡Mala suerte!: Una oportunidad más desperdiciada para ser la vanguardia en algo. No importa. Fiel a su estilo, GB seguirá descargando sus luminosas ráfagas creativas. Aquí o allí. En el mejor museo de Los Ángeles o sobre una camiseta de 20 Euros. ¡Los artistas tienen estas cosas!

Para saber más: http://www.gomezbueno.com/

viernes, 6 de julio de 2012

Rudy, reto a la gloria

Basado en un hecho real, el film cuenta la historia de Daniel ‘Rudy’ Ruettiger (interpretado por el ‘Goonie’ Sean Astin), un sujeto cuyo sueño, desde la niñez, fue ir a la universidad de Notre Dame y jugar en su prestigioso equipo de fútbol americano (Notre Dame Fighting Irish). Algo que cuando mides poco más de 1,65, pesas apenas 75 kilos, eres de clase media-baja y no eres precisamente lo que se llama un genio o un atleta al que puedan dar una beca, más que a sueño suena a que no estás en tus cabales y requieres internamiento psiquiátrico. Pese a las burlas, las adversidades y la presión de su entorno para que abandone, Rudy nunca se rinde, porque, tal y como le dice su mejor amigo: “soñar hace que la vida sea tolerable”.

  En una sociedad como la nuestra que rinde un culto tan exacerbado a los ganadores deportivos, a las estrellas y a los megacracks tipo Slater, Federer, Cristiano, Messi, Woods..., Rudy, reto a la Gloria (1993), constituye una rara avis, un homenaje a esas pequeñas gestas que pasan inadvertidas por los titulares, portadas, nosotros mismos, el propio cine en general y que tienen como protagonista al hombre de a pie, sin más talento o don natural, que la constancia y la lucha incansable. Héroes cuyas hazañas adquieren tal dimensión, que convierten los trofeos de los multimillonarios deportistas profesionales en insignificante chatarra.