Un paseo de las estrellas que nunca será completo sin una para el Real Racing Club de Santander. |
Mientras digiero con sal de frutas, bicarbonato y protector estomacal la enésima pifia del
Racing de Santander, que se deja remontar un 0-3 en apenas diez minutos, me acuerdo
de la célebre frase de Otto von Bismarck en relación a España. "España es
el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo
y no lo han conseguido". Estoy seguro que si Otto hubiese nacido sólo unos pocos años después y hubiese sido futbolero,
seguramente hubiese dicho lo mismo del Racing. Después de ser malvendido
supuestamente por dirigentes y políticos que buscaban el bien del club a gentes, por decir algo, a la que yo no hubiese vendido un traje de neopreno con agujeros o una tabla amarillenta flexada por la mitad,
de estar en múltiples ocasiones al borde de la disolución... siempre, al menos de
momento, ha conseguido levantarse, convirtiéndose en algo así como El
indestructible del fútbol mundial.
En un mundo asolado por las guerras, la hambruna, el cambio
climático, la extinción masiva de especies, la subida del nivel de los océanos…
hablar de la desaparición de un club de fútbol suena frívolo y anecdótico, pues
sin él la tierra seguirá girando, las olas llegarán puntuales a nuestras
costas y los ciclos naturales no se verán interrumpidos… Pero el Racing, al menos
para los surfistas en España, no es o no
debería ser un club cualquiera. Tal y como recuerda el periodista y prolífico
escritor, Fran Díez: “En el autobús del Racing viajó a Santander la primera
tabla de surf comprada por un español en 1963. Una Barland. Desde entonces este
deporte y el club de fútbol santanderino han mantenido cierta relación unidos
por El Sardinero. Jesús Fiochi, considerado el primer surfista español, unió al
Racing con el surf gracias a aquel encargo, un tablón rojo de casi tres metros
y unos 18 kilos. Su padre fue directivo de la entidad racinguista y el
fabricante acercó el "pedido" a Irún aprovechando que el equipo
cántabro jugaba en San Sebastián”.
Por tanto, el autobús del Real Racing Club de Santander fue algo así el caballo de troya, el organismo huésped por el que se introdujo o por el que
se inoculó el virus del surfing en España. Un acontecimiento, un hito, un antes
y después y un punto de inflexión que no tiene su conmemoración física en forma
de placa, estatua en ningún punto de la geografía cántabra, pero que
periodistas y divulgadores del racinguismo como el mencionado Fran Díez han recopilado en obras, como su
trilogía de 100 anécdotas del Racing (https://www.racinguismo.com/2023/04/racing-santander-surfing-historia.html).
Una carencia y una injusticia históricas de proporciones de Jaws o Mavericks que me duele por partida triple, por santanderino, por surfista y por racinguista. Y no necesariamente por este orden. Parte de esta deuda histórica de los surfistas españoles con el Racing podría saldarse otorgando al equipo montañés una estrella en el bautizado de forma un tanto rimbombante como boulevard/paseo de las estrellas del surf en Somo. Una constelación que, a mi juicio, jamás será completa ni brillará lo suficiente sin una estrella al indestructible del fútbol español, el Racing, el de verdad, el histórico, el Racing de Santander.