Las playas son promocionadas como parques de atracciones. |
En los últimos meses, Cantabria ha sido noticia por una serie de rescates a deportistas que requirieron grandes despliegues tanto técnicos como humanos sobre el terreno. Sucesos acontecidos tanto en cuevas como en montes de Cantabria, que aparte de haber sido como dicen ahora “trending topic”, han ido acompañados de una considerable controversia social unida a la recurrente pregunta de quién debe correr con los gastos que genera socorrer a los accidentados. La práctica del surf tampoco es ajena a esta polémica, pues, aunque no suele ser muy habitual que un surfista tenga que ser rescatado del agua en helicóptero o en barco, a veces pasa y entonces el debate está servido.
Mientras que en el caso de la montaña y de la espeleología, los partidarios de que el rescate debe de correr a cuenta del accidentado defienden que debe ser así , siempre y cuando, éste haya decidido echarse al monte cuando había un parte meteorológico que anunciaba circunstancias adversas, o no llevaba el material o preparación necesarias, en el surf la cosa no parece estar tan clara, en un deporte en el que precisamente sus practicantes requieren de situaciones marítimas adversas para poder disfrutar de las olas.
El caso más reciente en el que un surfista, o mejor dicho, un practicante de surf, requirió de equipos de emergencia para salir del agua aconteció el pasado 8 de diciembre de 2024, fecha que no es en absoluto baladí, en el que un madrileño de 30 años tuvo que ser rescatado en las Rocas de Punta Ballota, en Suances. Para que el hecho tuviera un desenlace no trágico hubo que movilizar al helicóptero del Gobierno de Cantabria, policía local de Suances, bomberos de Torrelavega, Guardia Civil y los equipos de intervención terrestre de Protección Civil. Como es lógico, la difusión de la noticia generó el mencionado debate social y la posterior pregunta de quién debe correr con estos gastos.
Una pregunta que ni mucho menos puede considerarse retórica, pues requiere una respuesta clara, concisa, contundente e inequívoca por parte de unas administraciones públicas que se mueven en el más absoluto de los inmovilismos, provocando que las dos o tres veces que ocurren al año hechos similares se reproduzca de forma puntual la misma y ya algo cansina polémica. Tal vez, la creación de un grupo de trabajo en el que aportasen sus diferentes puntos de vista responsables de las diferentes federaciones deportivas afectadas o practicantes expertos ayudaría a contar con una normativa a la que sujetarse para decretar quién debe pagar un rescate la próxima vez que ocurra un incidente de estas características. Mientras tanto, la propia comunidad surfera parece tenerlo muy claro sobre la cuestión de quién debe pagar los rescates a surfistas en apuros.
David García, Capi, fundador de la primera escuela de surf en España, con más de 40 años de práctica ininterrumpidas del surfing a sus espaldas, viajero impenitente y conocedor de las olas más extremas del planeta, lo tiene bastante claro y considera que este tipo de accidentes ocurridos en el mar y protagonizados por surfistas deberían ser costeados por “todos”, al igual que ocurre en la montaña o “si te despeñas con una bicicleta por un barranco por Alisas”, o si “a uno le coge la niebla en el monte y se pierde”. A su juicio, a la gente le gusta hablar mucho de la “responsabilidad”, pero “por la misma regla de tres” que establece que un surfista tiene que pagar por la operación de rescate empleada para sacarle del agua, podríamos preguntarnos que un accidente de tráfico en el que hay que sacar a un tío del coche y evacuarlo en helicóptero qué es.
Otro de los que se pronuncian es Alejo Solar, local de la playa de Los Locos, pionero del SUP en España, empresario surfero y copropietario de La Surfería, en la playa de la Concha, otro mítico arenal de Suances. Alejo no responde ni con un sí ni con un no la polémica, pero aporta un punto de vista que igual hace que los que se decantan rotundamente por la postura de que el surfista madrileño debería pagar el rescate se lo piensen dos veces. Alejo recuerda que los surfistas a lo largo del año sacan a muchas personas del agua. Rescates, auxilios, intervenciones como el que saltó a los medios en el mes de diciembre, pero que a diferencia de éste, no tienen ninguna repercusión mediática, pero que sin duda son vitales para el que es sacado del agua por el surfista o los surfistas.
El rescate aislado de un surfista presuntamente temerario o inconsciente no debería ocultar la realidad de que los surfistas salvan muchas vidas a lo largo del año. Los surfistas locales constituyen muchas veces un cuerpo de socorrismo de élite gratuito los 365 días del año. Los surfistas no cuestan dinero, se lo ahorran a las administraciones y a los mismos contribuyentes que ahora claman para que un surfista pague su rescate. Máxime en unos arenales que solo tienen servicio de socorrismo de junio a septiembre. Tres meses que pese al cambio climático, la modificación de los hábitos vacacionales de la gente, que esparcen sus periodos libres a lo largo del año, a ningún dirigente se le ha ocurrido cambiar o ampliar.
Anteriormente, se subrayaba como importante la fecha en la que acontecía el siniestro del surfista madrileño, porque aconteció un 8 de diciembre, en pleno “macropuente de la Constitución”. Unos días marcados en rojo por muchos empresarios de la hostelería que esperan, como agua de mayo, la llegada masiva de visitantes, en unas fechas pre-invernales en las que antaño mucha gente se decantaba por destinos del sur y este peninsular con clima y temperaturas más agradables y ahora optan por el norte de España . Queda extraño por parte de un gobierno autonómico que apuesta por el turismo como pilar básico y casi único de su economía, que vende el surf de forma indiscriminada a la mínima oportunidad que tiene en las ferias de turismo que acude, bajo lemas tan sugerentes como “surf a toda costa” se plantee ahora cobrar por un rescate a alguien que posiblemente se ha visto seducido por sus reclamos y eslóganes.
Para el legislador, tanto municipal como regional, el surfing se ha convertido en una práctica deportiva estratégica para lograr la tan deseada como para algunos quimérica desestacionalización del turismo en Cantabria. Los alcaldes y los empresarios quieren que los hoteles, los restaurantes, las playas y por consiguiente los picos estén llenos en diciembre como en julio, pero luego les extraña que alguien tenga que ser rescatado, porque no han caído en la cuenta que, aunque el cambio climático hace de las suyas y en diciembre puedas disfrutar de sol y 20 grados, de momento el mar no ha entrado por el aro y en diciembre los swells no son como los de agosto. Tal vez, la desestacionalización del turismo debería ir acompañada también de cierta desestacionalización de los mismos servicios que cortas de raíz cada 15 de septiembre y habría que replantearse fórmulas como que en esos puentes o en semana santa hubiese servicios de socorrismo. Servicios que alertasen o prohibiesen entrar en el agua a los surfistas poco juiciosos o desconocedores de sus limitaciones los días de temporal. Así igual luego te ahorrabas el rescate. Pero los legisladores lo quieren todo. Quieren la desestacionalización, quieren turismo el 8 de diciembre, quieren máximo ingreso, beneficio, pero con cero gasto.
Bajo esta premisa de apostar únicamente por el turismo como eje central de nuestra economía, como los países de la OPEP depositan en el petróleo sus únicas esperanzas de ingresos, y con otras dos que recalca Alejo Solar, sucesos como el del surfista madrileño, no sólo no serán excepcionales, sino que se van a repetir y mucho en los próximos años.
“El tema del rescate del surfista está al alza, por varias cuestiones. La masificación del surf. Cada vez hay más gente en el agua y esto aumenta la posibilidad de accidentes y de imprudencias. Hay surfistas que se piensan que tienen el suficiente nivel para entrar en ciertos spots y resulta que luego les tiene que sacar el helicóptero. Por último, está el tema de las olas gigantes, que están de moda. Todo surfista sueña con ser bigrider, pero no todo el mundo vale ni está preparado para surfear olas grandes… Y eso es otra de las causas de accidentes y rescates de surfistas”, sentencia el experimentado surfista cántabro.
Una tendencia al alza en el número de practicantes que no hace sino agudizar la necesidad de legislar de urgencia sobre este tipo de actuaciones de rescate por parte de unas autoridades que son al mismo tiempo responsables del fenómeno. Las campañas publicitarias turísticas gubernamentales que se empeñan en vender Cantabria como una especie de Port Aventura y sus cuevas, montañas y ahora spots, como atracciones del mismo, sin duda, contribuyen a que las probabilidades de nuevos rescates relacionados con la práctica de deportes de riesgo no solo no disminuyan, sino que aumenten considerablemente.
Sea cual sea la identidad del pagador de los rescates, ya sea la administración pública, un seguro privado o el propio rescatado, Capi invoca a lo que lleva inculcando a sus alumnos en su Escuela Cántabra de Surf desde el ya lejano 1.991: el “sentido común” de los surfistas para evitar accidentes y el posterior despliegue.
“Al final es sentido común y saber cuáles son tus posibilidades reales en cada baño… Tienes que tener un plan de entrada al agua, pero sobre todo un plan de salida. Eso es lo más importante cuando las olas están grandes”.
Un plan de entrada y de salida y una mala calibración del propio nivel surfístico que sin duda fallaron el pasado 8 de diciembre.
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