viernes, 10 de octubre de 2014

EL MANIFIESTO NORMCORE DEL SURF



De todos los fenómenos vinculados al boom del surf ninguno es equiparable, en cuanto a dimensión, al de la ropa. Las grandes marcas han sabido ver hábilmente la necesidad de desencasillarse y vender sus productos más allá de un público exclusivamente surfero, lo cual se ha traducido en unos mayores ingresos. Ante esta suplantación, apropiación indebida de sus señas externas de identidad, de adopción de su estilo por todo bicho viviente… ¿Qué ha hecho el surfista de pro? ¿Se ha plantado? ¿Se ha rebelado? Todo lo contrario, se ha reafirmado y, afectado por una especie de síndrome de Estocolmo, adquiere una y otra vez una línea de producto que cada vez más se aleja de la filosofía del beach style.
Pero, en el  propio pecado, está la penitencia. La propia necesidad imperiosa de querer hacer sabedor al mundo de que somos surfistas nos condena a ser esclavos de la moda, de las tendencias, a ser marionetas de las grandes marcas que se hacen de oro ante esa idea tan generalizada de que cuanta más de su ropa nos pongamos, seremos más y mejores surfistas... Sobre todo a ojos de los demás. Como si nosotros mismos no supiéramos o no nos bastase con saber lo surfistas que somos.
Ante esta proliferación de surfers fashion victims, resultaría conveniente preguntarnos si el Normcore (En cristiano: tendencia que consiste en huir de las tendencias), que tanto está pegando entre los fashionistas, llegará también al mundo de las olas. De esta forma, los hipsters de la playa, los que cuando los dictados de la moda mandan ponerse barba, ellos se dejan barba, y cuando las gafas tienen que tener la lente polarizada, ellos se compran la gafa con la lente polarizada, tendrán los días contados. El futuro de la moda en el surf será no ir de surfista ni parecerlo remotamente. Ir a la playa en un coche normal sin pegatinas de marcas surferas o en una furgoneta de reparto. Desfilar por esas pasarelas del ‘postureo’ en las que se han convertido los aparcamientos de las playas con un pantalón vaquero clásico, camisetas básicas y sin logos y zapatillas de running y no de skater. En coger lo primero que pillemos en el armario sin importarnos si es de ésta o de tres temporadas anteriores.
Ese será, sin duda, un día muy peligroso, pues descubriremos que se puede surfear sin ir por el mundo disfrazados, que las olas que bordeamos alimentan exactamente igual nuestras almas,  y que el ser surfista responde más a una convicción íntima, personal e infalsificable que a una cuestión social y de apariencia.

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