La
estadística de que el surfing genera en
Cantabria 12.1 millones de euros al año no ha debido de dejar indiferente a nadie. Durante estos días, los
familiares, amigos y demás allegados de los empresarios del sector deben de
haberles ‘frito’ a llamadas, para decirles: “Macho, generas 12,1 millones
anuales, ¿dónde los guardas? Déjame alguno”. Parece que tras la crisis, la
explosión de la burbuja inmobiliaria, el hundimiento del sector de la
construcción…, los empresarios del surf se han convertido en el nuevo motor de
la economía nacional y han tomado el relevo de El Pocero, El Sandokán y demás exitosos
empresarios del ladrillo del pasado. No sería extraño que alguno tuviera ya
hasta cuentas en Suiza, Islas Caimán o en próximas fechas encargase la
construcción de algún yate de 45
metros de eslora, en alguno de los astilleros españoles.
Bromas a
parte, si realmente el surf genera 12.1 millones (no sé si son 12.1, 12 ó 6.4;
desconozco por completo la metodología empleada para dar esas cantidades con
tanta precisión)… ¿Dónde se encuentran? La respuesta es evidente. El surf
provoca un poderoso efecto llamada del turismo (no hay más que darse una vuelta
por los picos para verlo), pero una buena parte de los ingresos que genera va a
parar a sectores ajenos al propio negocio surfero. Hostelería, alimentación,
los supermercados hacen el agosto… Y a pagar impuestos. De ahí que las
instituciones, otrora sancionadoras de la práctica del surfing (hace tres
lustros multaban por su práctica en El Sardinero en verano), se han percatado
de las bondades del sector, de un sector en alza, y pretenden dinamizarlo a
toda costa.
El
reconocimiento público de la importancia del surfing en la economía debería ir
más allá de una rueda de prensa, tendría que venir de la mano de medidas ‘proporcionales’
a semejante peso específico. Becas para los deportistas, ayuda tanto pública y
privada para la financiación de torneos nacionales e internacionales,
festivales, etc. Actuaciones que no se limiten a provocar un crecimiento o
desarrollo de este deporte únicamente cuantitativo, sino también
cualitativo.
Desde el punto de vista de la
competición, comunidades cercanas, como
la gallega, nos sacan años de ventaja; pues cuentan con el Pantín Classic desde
hace décadas, y aquí, en Cantabria, tuvimos la breve experiencia de la prueba
del WQS celebrada en Liencres en 2005, todo un éxito de público y organización,
por parte de la Federación Cántabra
de Surf, que, por desgracia, no tuvo continuidad ni se afianzó en los
calendarios competitivos, en esas fechas previas a que la caravana del Circuito
Mundial haga escala en el viejo continente. En la prueba de Canallave se pudo
disfrutar en vivo y en directo de surfistas de la talla de Russell Winter (primer
europeo en entrar en el top-44), Jarrad Howse, Ben Bourgeois, Kai Otton y un
jovencísimo Aritz Aramburu. En este sentido, tampoco resulta obligatorio crear
algo nuevo, se podría potenciar por parte
de las instituciones torneos ya existentes como el de olas gigantes de La Vaca, que en cada una de sus
ediciones, a parte de atraer a numeroso público de fuera y a los principales
gunners nacionales, e incluso algunos bigwaveriders internacionales, provocaba
un gran impacto mediático, siendo noticia en los telediarios a nivel nacional y
situando a Cantabria en el mapa del surfing internacional.
Pero
no toda inversión pública en el surfing
tiene que ir encaminada a fomentar el turismo. Los locales, a los que
los torneos les importan más bien poco y de junio a septiembre ven alterada su
rutina de olas, verían por lo menos algo positivo y no sólo inconvenientes,
en la nueva importancia del surf como
generador económico, si fuese acompañado este fenómeno de una mejora en cosas
tan básicas como la seguridad, fundamentalmente, en unos parkings, los de las
playas, que de octubre a abril están alejados de la mano de Dios. La presencia
habitual de patrullas de policía local o guardia civil serviría para desterrar
una serie de robos que generan inseguridad, una mala imagen y echan por tierra,
en una fracción de segundo, toda la inversión económica de campañas
publicitarias. Duchas que funcionen todo el año, playas con servicios de
limpieza periódicos y no únicamente en temporada alta, etc. serían otras de las
medidas que ayudarían a percibir por parte del surfista que algo de estos 12.1
millones revierten en el surfing y no se van fuera del mundillo.
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