El que piense que los surfistas tienen un discurso
superficial y hueco debería pararse a hablar con Charlie Restegui (Santander.
1969). En apenas unos segundos, el programador del cine Los Ángeles y
artífice del Santander Surf Film Classic
escupe un puñado de nombres de fotógrafos, de directores, de películas, de
shapers… De referencias acumuladas durante décadas por la cultura que se genera
entorno al surfing. Un saber que no duda en compartir con los demás, pues tal y
como reconoce se siente en la obligación de mostrar y compartir sus tesoros.
Algo que volverá a hacer –y con ésta irán ya ocho veces –en la próxima edición del
Surf film Classic de 2013, que contará con el aliciente de poder disfrutar del
nuevo proyector digital con el que se ha dotado recientemente la legendaria
sala santanderina.
-La pasión por el cine te viene de familia, pero ¿de dónde
proviene tu afición por el surf?
-Me viene porque de pequeño vivía en El Sardinero, al lado
del Chiqui, en el edificio Feygón. Hace años, El Sardinero no era como ahora,
entonces vivir allí era como vivir en el campo, en mitad de la nada. Los
autobuses sólo llegaban hasta Piquío, Las Brisas. Estaba el restaurante Chiqui,
el hotel María Isabel y poco más. Bajaba mucho a la playa. Primero a bañarme,
que me encantaba. Con seis o siete años, empecé a coger olas con los famosos
plankings, unos paipos de madera, bastante similares a lo que ahora llaman
alaias, con mucho rocker, que comprábamos en Calín o en Godofredo. Cogíamos
olas bastante buenas, porque antes había más mar, ahora El Sardinero rompe con
mucha menos frecuencia. En verano siempre había dos o tres maretones, ahora
puede entrar uno. Este verano ni eso. Así empecé hasta que un día, en el garaje
de casa, me encontré una tabla de surf que era de uno de mis diez hermanos, que
la había comprado para venderla. La cogí sin decir nada y fui con ella a la
playa. Me metí unas gallofas impresionantes. Con el paso del tiempo, mi hermano
me traía un montón de revistas de surf de Francia y ojeándolas me enteré que en
Somo estaba la famosa tienda Xpedin de Zalo Campa y Laura. El siguiente paso
fue coger la Pedreñera
para ir a donde Laura a ver lo que tenían por ahí, las tablas que podían tener,
las pastillas de parafina, pegatinas... La siguiente tabla que tuve, por suerte
o por desgracia, perteneció al hermano de mi cuñado, un chico que falleció en
Isla, aplastado por la puerta de un garaje. Era una Xpedin amarilla. A partir
de ahí comencé a conocer a más gente de este rollo, a hacer vida en los bajos
de El Sardinero, que tenían un ambiente surfero impresionante, con tablas colocadas
de una determinada manera, también estaba el pub Sunset, donde ponían
películas; cogía olas en Bikinis, que tuvo unos años buenísimos. Luego, a raíz
de verlo en las revistas, me compré un
Morey Boogie, en Bahía Wind, a través de Santiago. Después, fui a
Francia y me traje a Santander el primer mach 7.7 a través de un importador.
Alternaba un poco todo, pero en aquellos años me decanté por el paipo, porque
venía del planking y lo controlaba mejor. También hice Knee Board […]
-Por lo que cuentas, en lo referente a las olas, siempre has
sido ecléctico, con una mente y un discurso muy abiertos que te hacen estar
predispuesto a probar todo tipo de artefactos de deslizamiento, desde
longboards, a paipos, pasando por surfear a pelo sin más ayuda que unas aletas.
¿Qué opinión te merece que la gente se decante mayoritariamente por el thruster
y no emplee otra combinación de quillas, como singles, twins, quads, que parecen
algo desterrados de lo comercial?
-Lo mejor es lo que a ti te haga feliz. Si tú disfrutas
bañándote en pelotas, te bañas en pelotas; que disfrutas en traje de baño, en
traje de baño…
Charlie, en el anfiteatro del santanderino cine Los Angeles. |
-Pero ¿no crees que la gente muchas veces no prueba otras
tablas porque no las encuentra en las tiendas?
-Hace unos años podría darte la razón, pero, hoy en día,
tienes la posibilidad de comprar la tabla del mundo que te dé la gana y si no
la tienes es porque no quieres. Es como irse de viaje. El que no viaja es
porque no le da la gana. Nunca ha sido tan fácil coger un avión […]. La
cuestión es que la gente tiene una tabla de surf, como el que tiene una bici,
raqueta, un elemento de ocio, una cosa más, y no profundiza. Luego está el que
profundiza más y tiene el surfing como algo prioritario para él. Yo el
planteamiento que tengo es que voy a pasármelo bien. No es lo mismo el día que
está de dos metros, que el que está de medio metro, o el que está hueco. Es
como el tiempo. Si llueve, te pones un chubasquero, y mañana hace frío, y un
plumífero. Y hace calor, unas bermudas. En la playa es lo mismo. Si está de
medio metro, ¿qué hago?, ¿me meto con un trifin 6’0”? ¿Para qué? ¿Para que no
me lleve? Me meto con un tablón, corro, disfruto. Otro día está de un metro,
pues ya cojo una tabla mas corta y puedo ir haciendo otro tipo de líneas o
disfrute. Cojo para lo que está. Si mañana está chopy, me puede coger un morey
boggie y me bajo unas olas. Y si está orillero, ¿qué pasa, que ya no me meto?
Me cojo unas aletas y me pego un baño y me lo paso bomba. Ha habido unos años
en que la gente ha estado muy obcecada con el trifin y tablas muy cortas y
veías días a la gente flotando en el agua y que al remar no les llevaba la ola.
De diez años para acá veo que la cosa se ha abierto bastante. La gente tiene
más quiver. Considero que lo importante es pasarlo bien. Es un juego y las
tablas son juguetes.
-Cambio de tercio… Como experto cinematográfico, El Gran Miércoles…
¿te parece una buena película?
-Me parece una buena película que trata sobre el paso de la
juventud a la madurez. Algo que el surfista siempre ha llevado muy mal. También
es un buen documento que refleja la sociedad de un periodo que no es como el
actual. Los surfistas del Gran Miércoles no son como los de ahora. Antes los
surfistas eran tipos rebeldes que vivían de espaldas a la sociedad. Ahora
cualquiera surfea. El concejal surfea, el ingeniero surfea, el padre de familia
surfea… Sin duda sigue siendo la mejor película que ha tratado el tema.
-El año de realización de El Gran Miércoles es 1978. ¿Por
qué en todo este tiempo ninguna película que ha tratado el tema se le ha
acercado ni de lejos?
- En Internet hay una página que se llama The Inertia y
sobre este tema un tío decía que el surf era muy difícil de filmar y de
representar en pantalla. Hacía mención a los Fakes, esos planos en los que aparece el protagonista y de repente
ves tú que es otro el que está surfeando. Esa es una de las cosas que echa a
Hollywood para atrás. Otro motivo puede ser que el mundo del surf no es para las
productoras un nicho interesante para trabajar. No hay un mercado importante al
que dirigirse. En este sentido, puede resultar más interesante el mundo del
motor, que tiene más seguidores y, por tanto, más negocio. A parte de eso, el
surfing es un deporte muy pequeño y se han hecho pocas películas.
-Alguna película que recomiendes para ver un día sin olas…
-Hay una película que es muy divertida y que yo recomiendo
mucho que se llama Doc Paskowitz, la dimos en el Festival, y no vino mucha
gente a verla, tal vez porque era un documental. También de surf, Crystal
Voyager y The Innermost Limits of pure Fun. Las dos son de George Greenough y
las considero dos obras maestras. Y fuera del surf, recomiendo ‘Soy Cuba’. Me
pareció muy original y buena película. Recomendar es algo muy difícil porque al
final para que te guste mucho una película depende del momento en el que te
coja. En una fase de tu vida igual no te dice nada, y en otra, alucinas.
-¿Puedes dar un adelanto sobre la octava edición del Santander
Surf Film Classic?
-Probablemente lo que tenga en esta edición vaya a ser un
fotógrafo que se llama Steve Wilkings. Si no se tuerce el asunto, va a ser a él
al que le vamos a dedicar el espacio expositivo. Es un fotógrafo principalmente
de los años setenta que trabajó para Surfer Magazine. Tiene muy buenas imágenes
y no está suficientemente reconocido ni es conocido por el gran público. Le
quiero mostrar, tiene un trabajo maravilloso.
-El año pasado conseguiste traer ni más ni menos que obras
de Art Brewer desde California y las expusiste en el Palacete del Embarcadero,
¿hay algo que siempre hayas querido hacer y de momento se te resista?
-No. Lo que sin duda más me ha gustado traer ha sido la obra
del fotógrafo Ron Stoner, que, para mí, es mi favorito con diferencia, y al
final mejor o peor fue algo que conseguí. Me costó muchísimo.
-¿Hacer un festival de surf, que este año cumplirá su octava
edición, a qué responde más, a una cuestión empresarial o emotiva?
-Surge porque me siento en la obligación de mostrar y
compartir mis tesoros. Creo que siento la obligación de enseñar lo que yo he
descubierto. Cuando veía una película, escuchaba un disco disfrutaba tanto, que
me decía: “Jo, esto es tan maravilloso, que tiene que encantar a todo el mundo”.
Lo que persigo un poco con el festival es culturizarnos todos para crecer como
surfistas. Para conocer más, hablar entre nosotros o simplemente alguien que se
quiere comprar una tabla sepa qué tabla le conviene más para el tipo de surf
que hace, las olas que coge. Lo mismo que traigo un fotógrafo puedo coger y
hacer una retrospectiva de los de aquí, pero ya nos conocemos todos; lo que trato
es que la gente descubra cosas, vea el surfing desde otra perspectiva del
tiempo, que sepa que el surfing no es solamente hoy, que lleva cuarenta años,
que para llegar hasta donde estamos hoy han pasado unas cuantas cosas que han
influido para que estemos aquí ahora, y que, dentro de otros diez años, la cosa
seguirá evolucionando.
-En este sentido, antes has comentado, por ejemplo, que al
proyectar la película Doc Paskowitz no acudió mucha gente al cine, ¿no resulta
a veces frustrante partir de este deseo de compartir con los demás algo que te ha gustado y encontrarte luego
con falta de respuesta o la sala a medio llenar? Eso ¿cómo lo llevas?
-Mal. Para mi hacer
todo esto supone un esfuerzo de la leche. Sobre todo al principio; ahora ya
menos. Yo no hago esto para ganar dinero. No me gusta que se metan las marcas y
menos las de surf, para que me digan cómo tengo que hacer el cartel, a quien
tengo que meter, o que me digan: ‘pon tal peli porque sale uno de mis
patrocinados’...
-Visto lo que demanda el público, ¿no crees que deberías
poner más películas de surfistas profesionales o de olas famosas en lugar de
documentales más profundos?
-Yo lo que trato es de traer lo mejor que hay a nivel
mundial. Lo mejor que haya y que yo me lo crea. Luego puede haber películas que
a mí no me gustan, pero que considere que pueden ser de interés para un
determinado público. De lo que se hace en la actualidad hay cosas que se hacen
que son muy bonitas y otras que son excesivamente coñazo. A parte, cada vez es
más difícil hacer un festival y sorprender cuando compites con una herramienta
que se llama Internet, que mañana hay un baño espectacular en Teahupoo o donde
sea y a la hora y media tienes una edición de muy buena calidad colgada.
Póster de la quinta edición del festival, dedicada al fotógrafo Jeff Divine. |
http://07santandersurffilmclassic.blogspot.com.es/
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