Que el Mundo es un lugar de contrastes no cabe la menor duda.
Medio Occidente elige como destino vacacional las zonas cálidas del planeta,
auténticos paraísos de vegetación exuberante, de mares de aguas cristalinas y
rebosantes de vida, de mujeres esculturales y de interminables fiestas de
música pachanguera regadas por ríos de alcohol de un caudal ilimitado. Los
turistas, por lo general, se hospedan en resorts de lujo con todo
incluido, enclavados en zonas blindadas por
ejército y policía, que les mantienen a salvo de la delincuencia común y
organizada autóctonas, pero que les impiden, a su vez, contactar con la otra
realidad de los países que visitan, conocer sus gentes, mas allá de los
recepcionistas, camareros o guías que les atienden. Pero todavía existe otra
forma de viajar. La de los viajeros. Nacho García (Somo. 1977) y su hermano
David ‘Capi’ García, pionero de las escuelas de Surf en España, pertenecen a esta legendaria estirpe. Viajan
por el mundo en busca de olas perfectas, pero, a parte de tener, en su memoria,
recuerdos de “sesiones épicas”, se llevan otra clase de recuerdos más imborrables
y duraderos. Su visión de los lugares que visitan va mas allá de una simple
postal playera, conocen la realidad social, se sumergen en ella y, en
ocasiones, se rebelan e incluso intentan cambiarla. Como el proyecto solidario que
Nacho tiene puesto en marcha en Ghana, ‘One Love Ghana’, que, a través de una
escuela, intenta dar una oportunidad a los niños más desfavorecidos de Acrra,
la capital de este país africano. Esa
realidad que otros jamás conocerán o simplemente mirarán para otro lado,
mientras les sirven el mojito o el daikiri con sombrilla en el bar de la
piscina, después de otro baño.
-Nacho, ¿qué es ‘One
Love Ghana’?
-Un proyecto que nace de la casualidad sin ser plenamente
una casualidad. Ya habíamos hecho otras historias, colaboraciones en Marruecos
especialmente, y yo andaba queriendo hacer algo más serio, saliéndonos del
mundo nuestro que es el del surf. Casualidades de la vida conocí a la gente, me
surgió la oportunidad y me lancé a comprar un terreno, donde posteriormente
construimos la escuela. Yo creo que hemos acertado, porque este año tres amigos
han pasado por allí para verlo in situ, incluso han grabado un vídeo con todas
las imágenes que lanzaremos pronto, y la cosa va para adelante y estamos muy
contentos.
-¿Es una escuela de
surf o qué se enseña exactamente allí?
-Hay una parte que sí tiene esa intención, pero muy en el
futuro. De lo que realmente se trata es de dar una oportunidad a muchos
chavales que viven en James Town, el barrio mas poblado de Acrra, la capital de
Ghana. Es un barrio que está muy cerca de la playa, a unos cien metros, por lo
que lo de la escuela de surf es una posibilidad. Pero lo que es realmente es
una escuela en toda regla, con sus pupitres, su comedor… La idea es una escuela
en la que se fusiona principalmente las siguientes cosas: el aprender inglés,
porque los más pobres no lo hablan, pese a ser una de las lenguas oficiales,
sacar a los chavales de la calle, darles de comer y a algunos darles techo. La
obligación de ellos es atender en la escuela, atender en las clases de inglés,
se les hace un seguimiento de su comportamiento. También está muy metida la
enseñanza de la danza y percusión africana.
-Pues principalmente a nivel económico en una de las cuentas
que tenemos para este proyecto o contactando conmigo a través de la Escuela Cántabra de Surf (http://www.escuelacantabradesurf.com/es/?p=692).
Todo el dinero que se va recaudando íntegro va para el proyecto. Además
funciona muy fácil y muy bien, a través de Western Union, en diez minutos, el
dinero lo están recogiendo allí. El dinero está llegando y está teniendo un
impacto positivo, permitiendo llegar cada vez a más chavales.
-Cuando uno va de
surfari, va a pillar olas, pero al mismo tiempo… ¿Se puede decir también que resulta
imposible abstraerse de las circunstancias sociales que rodean a las playas?
-Sin duda. El surfing para los que viajamos es una excusa.
No estamos las 24 horas del día dentro del agua. Al final de un viaje te quedan
los recuerdos. Vas a tener en la memoria esa imagen de una sesión épica, pero
con el tiempo hay ciertas sesiones que se te van olvidando, y hay otras cosas
que nunca se te olvidan de la cabeza.
-Y después de ver esa
realidad que narras, a tu regreso, ¿no resulta aún más evidente darte cuenta que
el surf, con los años, cada vez, se ha ido rodeando de elementos más frívolos y
superficiales y que éstos se han hecho predominantes desplazando a los
esenciales?
-Los que llevamos muchos años surfeando hemos visto
claramente cómo hemos pasado de lo que era verdaderamente una cultura a lo que
es hoy en día una moda. Pero cada uno se tiene que quedar con una parte y, en
eso, soy muy positivo. En el surf hay una parte frívola, pero como la hay en la
vida en general. Hay una parte muy materialista que es la que mueve el mundo,
pero o te excluyes del mundo y te vas a una montaña a hacer el hippie o el
bohemio, o no te queda otra cosa que tragar. En lo que a mi hermano y a mí se
refiere, tenemos un poco esa contradicción. Nos encanta el surf. Sabemos que de
alguna forma estamos globalizándolo, pero, de otro lado, tenemos también la conciencia tranquila, pues creemos
que trasmitimos una parte positiva a la comunidad. Cuando he viajado, me he
dado cuenta que, en muchos de los países pobres que hemos visitado, hay pueblos
a los que el surfing ha ayudado muy positivamente en su desarrollo. Aunque
también está la otra cara de la moneda, gente que se ha aprovechado de eso. Es
muy fácil cruzar esa línea y se descontrole. El surfing como todo tiene una
parte positiva y otra negativa. Hay gente que se aprovecha del surfing sin
escrúpulos y que no ha hecho nada por el surfing y se morirá sin hacer nada por
el surfing; y gente que realmente sí siente el surf y siente que hace una labor.
Pero esto pasa en todos los deportes. Del origen del surf y de su verdadera
esencia a lo que es hoy en día nos quedan los surftrips, los surfaris, el irte
con tus amigos, tu novia o solo, con una mochila, tus tablas… y recorrer el
mundo en busca de buenas olas. Y para eso todavía quedan cien mil sitios por
conocer y explorar y, para mí en concreto, África es también la gran
desconocida.
-Hablando de África, has
viajado por todo el mundo… Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica, Asia… ¿Qué
tiene este continente que no tenga ningún otro sitio?
-A mí desde siempre me ha tirado África, desde pequeño. Uno
de mis primeros surfaris fue a Marruecos y, desde niño, el Reggae, la música y
todo lo que tiene que ver con el color me encanta. Creo que, sin duda, es el
futuro del surfing. África está por descubrir. La gente es muy enrollada y es
mucho más seguro de lo que nos pensamos y de ese estereotipo que nos venden. Es
cierto que hay países que están hoy en equilibrio y pasado mañana vuelven a ser
una bomba de relojería, a los que no recomendaría ir. Pero creo que el futuro
del surfing está en África y en los sitios fríos. Para surfear con poca gente y
tener lo que entendemos por un surfari, que no es ir a un sitio que esté
masificado, habrá que ir a estos lugares.
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