miércoles, 25 de septiembre de 2013

Películas de surf para un día plato



  En las manos de Dios
  “Nunca se le ocurra hacer una película con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton”. Seguramente que, después de ver En las manos de Dios, a ésta celebre frase de Alfred Hitchcock le añadiríamos: ni con surfistas profesionales. La única forma de ver esta película se asemeja bastante a las de las películas porno, ir directamente a las escenas de acción (de olas, en este caso), adelantando los diálogos. La sinopsis es sencilla: tres amigos surfean por el mundo, mientras se entrenan para coger olas grandes en Hawai. Además plantea cierto debate ético-deontológico muy interesante sobre si el surfista, en su intento de coger olas cada vez más grandes, debe o no ayudarse de métodos externos como motos acuáticas o  mantener la esencia del surfing y hacerlo a golpe de remada. Entonces, ¿qué falla? En descargo de Shane Dorian y compañía, diremos que gran parte de la responsabilidad del naufragio generalizado debe recaer sobre las espaldas del director, Zalma King (famoso por Orquídea Salvaje), pues, en todo momento, prioriza los diálogos pretenciosos y pseudoespirituales que no entran ni con calzador  o escenas místicas (como una que narra el delirio de uno de los protagonistas cuando coge unas fiebres) a las secuencias de olas, consiguiendo el más difícil todavía: una película de surf que no gusta ni a los propios surfistas. Para verla una y no más.

  Le llaman Bodhi
En su momento (1991) provocó más de un problema a uno, pues al pintar el mundo del surf como un santuario de atracadores de bancos, traficantes de drogas, armas, etc… o los picos como un lugar donde la gente llevaba navaja para cortarte el invento, para posteriormente esperarte en las duchas para lincharte,  nuestras madres nos decían: ‘a ver dónde vas, hijo’, ‘no te mezcles con esa gente’, ¿No prefieres hacer judo, como tu primo?. Pasa una cosa muy curiosa con Le llaman Bodhi, mientras las escenas de atracos, persecuciones están muy bien rodadas (no en vano la directora Kathryn Bigelow es toda una experta en el género de acción y ganó un óscar en 2009 por En tierra hostil) no se puede decir lo mismo de las de surf. Le llaman Bodhi comparte junto al Equipo A el dudoso honor de ser los que peor intercalan, en las escenas peligrosas, los primeros planos de los actores protagonistas con planos más generales en los que ya salen los extras. Si en el Equipo A, cada vez que tenían que doblar a George Peppard (Aníbal Smith) ponían a un tipo con una peluca blanca, en Le llaman Bodhi, en las de surf, hacen lo mismo descaradamente, pero con un pelucón rubio, lo cual en una película de Hollywood desluce y mucho el resultado. En definitiva, es una buena película, pero para ver una cinta de una pareja de polis antagónicos con bis cómica, con tiros, persecuciones y explosiones, me veo Arma Letal o El último Boy Scout, que son obras maestras del género Buddy movies, muy por encima de Bodhi.

 Blue Crush (En el filo de las olas)

 Me parece el acercamiento más equilibrado que ha hecho, hasta el momento, el mundo del cine a las olas, esto es, una película que se acerca al mundillo, pero tratando de agradar y entretener al público en general, sin que los surfistas se sientan insultados. El argumento es claramente arquetípico. El mito de cenicienta, Pretty Woman, pero trasladado a Oahu, cambiando a Julia Roberts y la prostitución, por una limpiadora de un hotel-surfer que se enamora de un jugador de futbol americano. Tiene todos los tópicos imaginables del cine, película de superación, romance, y adolece de una falta de originalidad brutal, pero se puede ver y las escenas de surf están muy bien rodadas. Para pasar una tarde, apta.

 Los Amos de Dog Town
 En términos estrictos, no es puramente una película de surf, pero como el skate surgió de éste y sus pioneros fueron surfers reconvertidos, cansados de tener que respetar las jerarquías de los picos, se puede incluir. Me quedó con las escenas de surf en el viejo muelle de Venice Beach y con la interpretación del tristemente desaparecido Heath Ledger, que hace del shaper Skip Engblom, el atormentado y alcohólico dueño de una tienda de surf llamada Zephyr. Ledger, oscarizado por hacer de Joker en el Caballero Oscuro, se come al resto de protagonistas. La escena en la que aparece tras perder la tienda, que ha cambiado de nombre, shapeando para otro, como un simple empleado, mientras escucha a Rod Stewart cantando Maggie May y le pega un sorbo a una botella, es memorable. La manda huevos que una de las mejores películas de surf sea de skate.

  El Gran Miércoles 
 Navegando por Internet, me he encontrado que esta película no suele gustar a muchos surferos. Lo cual no me sorprende dada la propia deriva de los surfistas en los últimos años, en general. Mientras en las tres primeras películas de la lista, se nos da una imagen idílica del surfista, que no para de sermonear, en cuanto tiene la más mínima oportunidad, a propios y extraños, sobre el valor espiritual de las olas o la experiencia Zen al cabalgar la tormenta cincuentenaria, en el Gran Miércoles se nos regalan perlas como “nadie surfea siempre” o “yo no soy surfer, sólo soy una basura” (Bear dixit).  Digo que no me sorprende que no guste, porque inquieta una película donde el protagonista, leyenda viviente de la playa, ‘El Rey’, como se le denomina al principio, acaba limpiando piscinas, previo paso por el alcoholismo; donde un secundario se va a la guerra y a la vuelta, se encuentra que su novia se ha casado con un meapilas; o donde Bear, el empresario-shaper de éxito, acaba limpiando la basura de la playa. Esta es la película que hubiese hecho John Ford, si el director de origen irlandés hubiese pillado olas. Sobria, contenida, sin una sola concesión al sentimentalismo.  Si en Blue Crush a la protagonista al salir de coger la gran ola, le está esperando una legión de fans para que le firmen autógrafos, o los de billabong para que firme un supercontrato; en El Gran Miércoles,  Matt Johnson, después de coger la ola de su vida, se va cojeando a casa donde le espera su mujer y encima tras regalar la tabla. ¿Dura? Aunque nos duela, de momento, por lo general, la vida del surfista medio no responde a un episodio de Los Vigilantes de la Playa. Va a ser muy difícil que se vuelva a dar una película de surf así, pues en 1978, fecha de su estreno, se juntaron dos cosas muy difíciles: alguien que sabía mucho de surf y que además sabía cómo contarlo. Al igual que algunos dicen que una vez al año ven Ciudadano Kane, El Padrino, o Qué bello es vivir, ver El Gran Miércoles de vez en cuando es todo un ritual. Y en  cada proyección se encuentran matices nuevos.

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