La vida está llena de casualidades, pequeñas coincidencias
aparentemente intrascendentes, pero que, vistas con el tiempo y con una
perspectiva mucho más amplia, tienen una trascendencia crucial, decisiva en
nuestros destinos. Tal vez, sólo así, con uno de estos hechos fortuitos, o con
una cadena de ellos, pueda explicarse cómo Stefan Weckert (12/09/1979), un
alemán acostumbrado a hacer windsurf aprovechando los fuertes vientos que
surcan el Mar del Norte y el Báltico, terminase haciendo surfing en el Cantábrico
y construyendo tablas ecológicas de madera de balsa en una antigua cuadra de
Loredo.
-¿Cuál es el origen
de la palabra Kun_tiqi y por qué se lo pusiste a tu taller de tablas de madera?
-Estuvimos buscando un nombre que tuviera un vínculo con el
material que usamos, que es la madera de balsa, y también con el continente del
que procede, Latinoamérica. Leyendo sobre este continente nos encontramos una
historia muy bonita sobre una tribu a cuyo jefe le llamaban Dios del sol, Kun
tiqsi Viracocha. Era una tribu de gente blanca, de barba larga y que había
llegado con veleros desde el norte. Posteriormente, tuvieron conflictos con
otras tribus de la zona y acabaron abandonando el continente en barcos de
madera de balsa y poblando las islas de Pascua. Por esto elegimos el nombre.
Por el vínculo con la madera de balsa, que los barcos suyos la tenían también,
y con el continente.
-¿Cómo fue lo de
ubicarte en Loredo?
-Fue una coincidencia. Tenía la idea de quedarme en el norte
de España y hacer tablas de surf de madera, incluso tenía el logotipo, el
nombre... Lo único que me faltaba era el lugar dónde hacerlo. Llegamos a
Loredo, porque lo confundimos con Laredo, donde mi chica tenía un conocido que
nos quería ayudar a guardar las primeras tablas. Vinimos en una furgoneta con
18 tablas, no teníamos espacio ni para dormir, y este amigo se ofreció a
guardarlas. Nada más llegar, le llamamos y nos preguntó que dónde estábamos. Le
dijimos que en Loredo, al lado de un restaurante, un camping, y nos respondió:
“No. Os habéis equivocado. Estáis en Loredo no en Laredo”. Así conocimos el
sitio (Sonríe). De casualidad. Nos gustó mucho, encontramos trabajo. El primer
verano estuvimos trabajando en un restaurante. Luego, establecí contacto con el taller de
Jalaika, que me permitió laminar mis tablas de madera durante el primer
invierno. Poco a poco, fui conociendo más gente, alquilé la cuadra donde estoy
ahora… Y ya llevamos aquí cinco años.
-¿Cómo fueron tus
inicios en el surf?
-En Alemania se practica bastante más el windsurf, que es
como realmente empecé yo. Mi hermano mayor hizo un surfcamp en Francia y al año
siguiente le acompañé yo y aprendí con él. Me compré una tabla y me lancé al
agua sin cursillo ni nada, aprendiendo por mi cuenta.
-Y tus inicios con el
shape…
-Ya haciendo windsurf me llamó siempre mucho la atención el
fabricar mi propia tabla. Durante mi estancia en Fuerteventura, un amigo se
hizo una tabla de windsurf y me entusiasmó la idea de hacer lo mismo, pero me
resultó difícil encontrar el sitio dónde hacerlo. De vuelta a Alemania, conocí
un taller que hacía sus tablas en plan hobby. Tenían los conocimientos, los
instrumentos, todo, y yo les pagaba por el material y ayudarme. Allí hice mi
primera tabla, era de windsurf.
-¿Cuándo diste el
paso decisivo de hacer tus tablas con madera de balsa?
-Conocí en un viaje a Ecuador a unos shapers que llevaban
haciendo tablas de madera desde hace ya muchos años, medio siglo. Aprendí con
ellos todo el proceso y hoy sigo colaborando con ellos. Ellos fabrican el blank
y muchas tablas vienen shapeadas aquí y yo pongo las quillas, los tapones y las
lamino y solo en algunos pedidos especiales, tengo aquí el blank y lo fabrico.
El gran trabajo lo llevan ellos.
-Desde el punto de
vista medioambiental, tus tablas son menos agresivas con el medioambiente, pero
¿cómo es su comportamiento en el agua respecto a una hecha con foam y resina de
poliéster o una de epoxy?
-Difícil decirlo (sonríe), porque llevo seis años surfeando
sólo con balsa, pero todos mis clientes coinciden siempre a la hora de señalar
que la balsa es más estable en el agua. Las tablas de balsa tienen un peso
mayor, por eso son más estables. Si no hay olas perfectas, hay algo de viento,
las tablas de balsa son más fáciles de controlar y de surfear. Si cometes un
error, no te caes tan fácil.
-Últimamente te has
metido a hacer tablas menos convencionales como mini-simmons. ¿Se pueden hacer
con madera de balsa todo tipo de tablas?
-Realmente no hay límites en los shapes de las tablas. Lo
único que como nuestras tablas son huecas, hay más dificultad a la hora de
hacer cóncavos muy pronunciados, como en el caso de los bonzers. Pero se pueden
hacer usando un blank con la madera más gruesa en la parte de abajo. Hemos
hecho un gun (un 8’6”) para un surfista francés, Xabi Lafitte, que lo usa en
Guethary, en el spot de Parlementia, con olas de hasta seis metros. Ahora
estamos con otro proyecto de fabricar dos guns de madera de balsa para Nagai
Puntiverio para que los use en La
Isla y en La
Vaca.
-¿Crees que uno de
los grandes problemas que tienen los productos ecológicos es su precio, al ser,
por lo general, mucho más caros que
otros hechos industrialmente?
-El punto más importante en la decisión de comprar es el
precio generalmente. La gente tiende a comprar cosas baratas y busca ofertas.
Pero para mí un producto barato no es aquel que tiene un precio bajo, es aquel
que tiene una vida de uso larga. La gente se tiene que preguntar una cosa, si
me compro una tabla que me vale 250 euros y me dura un año, o una que vale 800
euros y me dura diez años, ¿cuál es más barata? Al final la más barata es la
que en precio realmente es más cara. Y esto es algo que mucha gente no tiene en
cuenta.
-En relación a eso,
¿no resulta curioso ver cómo la gente no escatima dinero en comprarse una
sudadera, unas playeras, unas gafas de sol y luego racanea a la hora de
comprarse una tabla, que al fin y al cabo es lo más importante y lo que te va a
permitir coger olas?
-Claro. La gente no tiene en cuenta el trabajo y el esfuerzo
que supone hacer una tabla de surf. Es un trabajo duro, complicado, arduo, de
muchas horas. Es una tarea que está subvalorada.
-De seguir con esta
dinámica, ¿acabaremos comprando tablas de surf en las tiendas de los chinos?
-Cada vez están entrando más tablas de China más baratas.
Como el surfing es un deporte de masas, la mayoría de la gente se tira a
comprar tablas baratas; pero al mismo tiempo la gente se está concienciando y
busca tablas más duras, hechas a mano, más ecológicas; aunque,
desgraciadamente, no es la mayoría.
-¿Qué perfil tienen
los clientes que te piden una tabla de madera?
-Creo que hay dos tipos de personas. Por un lado, hay gente
que tiene estudios o está estudiando algo relacionado con la Ingeniería del Medio
Ambiente o simplemente trabaja en este sector. Están concienciados y son
conscientes de que hay que hacer algo para proteger los océanos y la naturaleza
de los peligros que les amenazan… Quieren ir más allá de las palabras y hacer
algo para mejorar el Mundo. Luego, hay gente que valora el trabajo artesanal y
el hecho de que son tablas distintas, ninguna es igual, por la veta de la
madera, por los colores, y les gusta tener una tabla distinta a las de los
demás.
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