Me gustaría poder decir que he madurado… Al menos en cuanto
a gustos musicales se refiere, pero no es el caso. Me gustaría que cada vez que
me preguntan cuál es mi cantante o grupo favoritos, pudiese decir que Bruce
Springsteen, U-2 o Coldplay, pero, en lugar de eso, no he aprendido bien la
lección y siempre respondo lo mismo: Los Nikis. Respuesta que genera invariablemente
las dos siguientes reacciones: 1- No los conocen. Les explicó quiénes fueron. Los
acaban escuchando en alguna de las muchas fuentes de consulta simultánea que
hay hoy en día y... No falla: me miran mal y me ponen la pegatina de bicho raro para siempre,
hasta el fin de los días. 2- Los conocen.
Me pegan directamente la etiqueta, al tiempo que comienzan a mirarme
raro y se alejan como cogiendo distancia de seguridad.
Todos evolucionamos. Nuestros gustos no son una excepción. Quién
no tiene un colega de la infancia que estaba enganchado a toda la saga de Loca
Academia de Policía y se sabía hasta de memoria los nombres de todos los personajes, desde el Capitán
Lassard, hasta a Mahoney, pasando por supuesto por Tackleberry, y ahora es un
pedante de tres pares de narices que te estropea cualquier reunión de amigos
hablándote de los elementos conceptuales que Stanley Kubrick emplea en 2001
Odisea en El Espacio. Quién no se ha sorprendido, al cruzarse, en algún
semáforo, a aquel macarra del instituto que llevaba chupa de cuero y parches de
Iron Maiden, subido en un BMW X-5, con polo de Ralph Lauren, mientras de su
vehículo (jurarías) salía la voz de Shakira a toda pastilla. Quién, en sus
inicios, en el surfing, no coincidió con algún radical de esos de los de “surf
or die” tatuado en el pecho que por trabajo, estudios acabó yéndose a Madrid o
se quedó y ahora es un adicto al paddle, golf o a al ski de ultrafondo, previo paso por el windsurfing, kitesurfing, wakesurfing y toda la familia de los deportes que acaben en surfing... Esto
es respetable e incluso encomiable. Estar encasillado nunca fue bueno. Pero tanto
lo que me pasa con las canciones de Los Nikis como con el surfing, poco o nada
tiene que ver con estar encasillado. Tiene que ver con la certeza que te
proporciona saber que has dado con algo que pega plenamente contigo y que
pueden pasar los años, escuchar productos más elaborados, elevados, profundos,
místicos, sofisticados, modernos y actuales… Hacer otras cosas… que nunca los
desbancarán de ese vitalicio número uno del ranking al que los aupaste desde la
adolescencia.
Ernesto, Mi Chica se
ha ido a Katmandú, Maldito Cumpleaños, No vuelvo a ir a Benidorm, Venganza, La
chica indigerible, La Fiesta Medieval,
La rebelión de los Humanos, Tina tiene que espabilar, Silvia Sobrini, El
Imperio contraataca, Por el interés te quiero Andrés, Olaf El Vikingo… Podría
seguir así hasta mañana. Mientras el resto de grupos se contenta con dar un
puñado de canciones buenas para la posteridad, el cuarteto de Algete tiene
canciones por las que no ha pasado el tiempo, sin fecha de caducidad, a
puñados.
Originales,
divertidos, ocurrentes y por encima de todo: geniales… Había que serlo para
atreverse a condensar, en apenas dos minutos, la historia del Desastre de La Armada Invencible,
meter al duque de Medina Sidonia por medio, y que la cosa no sólo no resultase
pedante, si no que sonara bien y la letra, a parte de hacerte reír a
carcajadas, fuese tan pegadiza, que 20 ó 25 años después, siguieses tarareándola.
Ya lo dijo Baltasar Gracián “lo bueno si es breve, dos veces bueno”. Y los Nikis en esto eran los mejores maestros.
La pérdida de las colonias o aquel viaje en autobús para olvidar al atestado
Benidorm de los ochenta. Su creatividad no conocía límites.
Por último, sé que tendré 65 años y seguiré
respondiendo lo mismo. En un asilo o en un baile de la Tercera Edad. Los
Nikis y el surf. Y no necesariamente por ese orden. Porque como le pasaba al
bueno de Ernesto tengo “un problema muy serio”, porque pienso que “no tengo
remedio”, o porque como dice una de las canciones más célebres de Los Nikis:
“hay cosas que nunca se olvidan por mucho tiempo que pase”.
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