No sé si es por la edad, que ya vamos teniendo unos años, o
por los tiempos convulsos e inciertos que nos ha tocado vivir, pero se observa
en el entorno una epidemia de
desorientación y decaimiento absolutos. Los síntomas se manifiestan en forma de
cuadros de ansiedad, de angustia y de hacerse todo clase de preguntas del tipo
¿por qué hice esto?, ¿por qué no estudié esto otro?, ¿qué debo hacer ahora? En
los enfermos más graves las preguntas se sustituyen por afirmaciones
contundentes del tipo “he perdido el tiempo”, “he malgastado mi vida”, etc…
En esta situación, se
tiende por lo general a buscar soluciones fuera de nosotros. La gente acude esperanzada
a la sección de autoayuda de las grandes librerías, esperando encontrar respuestas a
sus angustiosas preguntas, como por arte de magia, tras abrir las tapas de un
libro. Hay también quien busca remedio en los exóticos gurús del sudeste
asiático con variopintos nombres o, más de andar por casa, enciende una vela al
santo o virgen de turno prometiendo que, si recibe una señal, cumplirá la más
estrambótica promesa. Otros se van al Decathlon y se compran una tabla y un
traje de neopreno (eso explicaría lo abarrotado de los picos), se inscriben en
un curso de parapente o se meten en un club de moteros…
Reflexionando sobre
las crisis generacionales en particular y existenciales en general, de las que
nadie está inmunizado y todos pueden sufrir recaídas, me he encontrado con unas
hermosas palabras que aparecen en una nada pretenciosa comedia de inicio de los
noventa, Cowboys de ciudad, que nunca pasará a la historia de la cinematografía
con letras de oro, pero cuyo mensaje sí merece ser tenido en cuenta y, en un momento dado, puede incluso a quien pueda ayudarle. La frase
la dice el inolvidable Jack Palance, famoso, entre otros papeles, por dar vida
al revolucionario mexicano Jesús Raza, en Los Profesionales de Richard Brooks, y al malvado de
esa obra maestra del cine del Oeste que es Raíces Profundas (Shane), de George Stevens.
Supongo que muchos cuando lo vean, pensarán automáticamente
en el surfing y ya sabrán a lo que tienen que aferrarse con fuerza cuando les
sobrevengan las preguntas. Eso que tienen ganado.
¡Gracias Surf, gracias Cine y gracias Jack Palance!
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