Buceando por Internet, me he encontrado con estas llamativas
fotografías de la exposición ‘A toda vela” (Santander. Verano 2007) del artista
español afincando en California Antonio Gómez Bueno. Inmediatamente, las he
relacionado con una entrevista que el propio pintor concedió a un medio local
de San Diego (http://laprensa-sandiego.org/archieve/october14-05/gomez.htm) y
que versaba sobre la necesidad de que las Bellas Artes traspasasen las paredes
de las galerías y museos y reconquistasen la calle de las garras de la
publicidad.
Gómez Bueno recuerda
que los artistas y por extensión sus obras se limitan a ser expuestos en el
espacio finito de los museos y de las galerías. Lugares donde la mayoría de las
personas no acude nunca. En este sentido, las grandes ciudades plantean unas
posibilidades casi infinitas, siendo el más grande de los museos y con una
afluencia de visitantes masiva que supera la de las más importantes pinacotecas
juntas. “No se puede comparar el número de visitantes que puede tener una
galería con una calle. En la calle en un
mes te ven miles de personas, aunque no quieran”.
Pero las ciudades
no son museos…
…En muchas ocasiones,
el opresivo paisaje de las grandes urbes parece diseñado por algún dictador
norcoreano o extraído del agobiante decorado de alguna película de corte
futurista del tipo Metrópolis o Blade Runner. Auténticas pesadillas maltusianas
donde el hombre es despojado de cualquier seña de identidad propia. La
funcionalidad es el fin único, máximo y exclusivo que rige la actuación
urbanística de muchas ciudades y el pretexto ideal para justificar el asesinato
de ideas tales como belleza, armonía, estética y habitabilidad que,
simplemente, no tienen cabida en su ordenamiento urbano. Con estas premisas, el
sufrido ciudadano sólo le queda languidecer entre atascos, ruido y polución, mientras
desarrolla todo tipo de enfermedades de la mente o se hace un consumidor
crónico de Lexatines.
Si el ciudadano no se
ve ya suficientemente agobiado, en su vía crucis diario, por la gran urbe, por
cosas tales como la Ola,
los agentes de movilidad, las grúas, el tráfico, los semáforos, el sonido del
claxon… sufre también el bombardeo constante e incesante de la publicidad.
Paradas de autobús, paneles informativos, carteles, los mismos autobuses…
Cualquier soporte es válido para esta forma
de expresión, manifestación máxima del culto desmesurado a la funcionalidad,
donde la ética y la estética son valores supeditados al fin último y único:
vender.
Publicidad Versus Bellas Artes
“La publicidad ha usurpado el lugar que las
artes plásticas han ostentado durante siglos”. De ahí, que Gómez Bueno
establezca que los artistas intenten “recuperar el terreno del arte en los
lugares públicos”, para que la gente que va por la calle “la vea y la disfrute
ya”…
… La disfrute y se beneficie de ella, pues se puede establecer perfectamente una
simbiosis. El artista callejero consigue ser visto, sacia su tendencia
exhibicionista y consigue escapar de las garras lacerantes de ese anonimato que
le asfixia; pero su arte debe humanizar los espacios, constituyendo un
auténtico oasis de color, en medio del desierto de hormigón y asfalto. Un punto
donde recargar las baterías de buenas energías. Un paréntesis catártico que
rompa la rutina y estimule a los castigados sentidos.
Al igual que otros artistas con sus pinturas consiguen
conmovernos, perturbarnos, emocionarnos… las coloristas obras de Gómez Bueno
tienen el excepcional don de transmitir alegría y positivismo, en un mundo cada
vez más gris y uniformado. No hay más que echar un simple vistazo a las imágenes
de la exposición ‘A toda vela’ para darse cuenta de ello…
Las pinturas Pop de
Gómez Bueno realizadas sobre velas, a modo de lienzo, consiguen el más difícil
todavía: sorprendernos con una imagen que hemos visto ya un millón de veces y
hacer aún más hermosa la Bahía de Santander: un museo de una belleza y principios
arquitectónicos, que hacen palidecer la más grande y cara obra de los Moneo, Calatrava,
Foster o Renzo Piano de turno.
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