domingo, 18 de noviembre de 2012

Dora Lives. Imprime la leyenda

  Políticos, militares, músicos, cineastas, famosos sin oficio ni beneficio... A esta interminable lista de sujetos susceptibles de convertirse en protagonistas de una biografía se han sumado, en los últimos tiempos, los surfistas.
  Gerry López y Mickey Muñoz han sido inteligentes y han ordenado, a su antojo, recuerdos y vivencias, en forma de autobiografías, en Surf is where you find it  y No Bad Waves. Miki Dora cometió el terrible desliz de estar más ocupado surfeando y viajando por el mundo y no dejar redactadas sus memorias. Motivo por el cual esta ardua tarea ha recaído en manos ajenas. Al parecer, el icónico surfista da para tanto, que no contentos con una, tiene dos (Dora Lives y All for a few perfect waves). Dos títulos que resumen a la perfección el tipo de biografías existentes: las autorizadas y las no oficiales, con todo lo que esto conlleva.

  Para escribir sobre personajes como Miki Dora (11 Agosto 1934, Budapest, Hungría -3 de Enero 2002, Montecito, California), habría que tener en cuenta la frase que el editor borracho del Shinbone Star pronunció en la obra maestra de John Ford El hombre que mató a Liberty Valance: “cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda”.
  Hablando de Ford, la contradicción parecer ser el denominador común de los grandes genios, independientemente del campo en el que destaquen. En muchas de las obras del director cinematográfico de origen irlandés, se hacía una exaltación de los valores tradicionales y de la familia, lo cual no le impedía pasar largas temporadas fuera del hogar y lejos de los suyos, embarcado en su velero, el Araner, mientras daba buena cuenta con sus amigos de cajas y cajas de whiskey y ginebra. Dora era un furibundo surfista local californiano que luchaba por mantener Malibú libre de visitantes, pero, al mismo tiempo, no dudaba en trabajar de extra, en las numerosas películas de temática playera que se hacían en Hollywood y que tanto ayudaron a popularizar este deporte a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Estas contradicciones recuerdan la célebre frase de Francis Scott Fitzgerald sobre los artistas: “Un artista es un tipo que puede tener dos opiniones fundamentalmente opuestas al mismo tiempo y, a pesar de ello, seguir funcionando”.

  Sin pretensión ni ganas de ir por ahí de Doralólogo,  un enlace de lo único que me importa y que jamás se podrá subjetivizar ni distorsionar de Miki Da Cat Dora y que hace que fanáticos y detractores se pongan de acuerdo: su surfing. Único, inimitable y eterno.

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