sábado, 8 de septiembre de 2012

La República Independiente de mi Playa


California es un lugar mágico. Ya lo pusieron de manifiesto los descubridores españoles, cuando decidieron bautizar este vasto territorio, con el nombre de una mítica isla que aparecía en una famosa novela de caballería de la época (en Las sergas de Esplandián de Garci Rodríguez de Montalvo). Cuando vi, por primera vez, esta obra de Antonio Gómez Bueno no pude evitar enamorarme en el acto de ella, pues fusiona dos cosas que para mí son muy especiales, el surf y el legendario estado americano, epicentro de la mayoría de las mitomanías surferas de muchos de nosotros y cuna de nuestro lenguaje sobre las olas. La enseña original, con el majestuoso plantígrado campante, siempre me ha gustado, pero, con el retoque del genial pintor, me gusta mucho más y la enarbolaría, sin dudarlo, en cualquier conflicto playero imaginable y hasta la besaría con fervor patriótico en una hipotética ceremonia de jura de bandera. Ojalá que un día Gómez Bueno hiciese algo semejante con la bandera de nuestro país y le diera un aire surfero a la rojigualda; con el toro de Osborne haciendo un hang five sobre un longboard o como fuese. Arrasaría.

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