Francamente, abrir hoy en día una escuela de surf a pie de playa no es lo que se dice un negocio innovador y revolucionario. Vamos, que el que inaugure mañana una surf school no puede ser tan iluso de esperar que le dé la Cámara de Comercio el premio a empresario original del año. Lo que sí que puede resultar interesante es conocer a la primera persona que visualizo que algo que hoy funciona tan bien podía ser una forma perfectamente válida de ganarse la vida. En el caso de las escuelas de surf esta persona no es otra que David García, más conocido como Capi, de la Escuela Cántabra de Surf.
Los pocos que me conocen por mis artículos, por mis libros o por coger olas saben que no soy precisamente un fanático de este modelo de negocio que tanto daño han hecho a mis baños de verano... De primavera, de otoño y de invierno (¡Maldita desestacionalización!); pero en un país donde la gran mayoría la única alternativa que vemos para trabajar, después de salir de la universidad o del instituto, es ser contratado por terceros o por el Estado la figura de los emprendedores resulta de lo más inspiradora. Sobre todo durante y después de la tan mencionada crisis económica, que provocó que la oferta pública de empleo se viera interrumpida o reducida a la mínima expresión.
En los noventa, sin Internet, los carteles jugaban un papel crucial de promoción a pie de playa. |
Este parón en las oposiciones y parálisis en la génesis laboral del sector privado provocaron que surgieran palabras tan bonitas como emprendimiento, emprendedor e ideas tan seductoras como que todos nosotros no sólo podíamos sino que debíamos ser nuestro propio jefe y echar nuestro negocio a andar. En muchos de nosotros caló tan profundamente este mensaje, que desde ese momento no hicimos más que estrujarnos las neuronas en busca de esa idea salvadora y de la fórmula para materializarla. Pasaron los años, leímos decenas de libros de autoayuda, biografías de hombres de negocios, vimos vídeos por YouTube de coaches, la economía mostró síntomas de recuperación (no muchos), y jamás encontramos esa idea que nos haría ser nuestro propio jefe y mucho menos la forma de echarla a andar.
Por todo ello, siempre he encontrado de lo más inspiradora y admirable figuras como la de Capi. En primer lugar, por visionarios, y en segundo lugar y me atrevería a decir más importante, por la valentía de arriesgarse a asumir el reto y transitar por una senda que no es la convencional.
No dudo de las capacidades didácticas de Capi para enseñar a coger olas, pero también veo el enorme valor de los conocimientos que este pionero puede darnos sobre emprendimiento o la fórmula para que una idea de negocio tome forma. Ojalá que algún día un círculo de negocios, una facultad de económicas o el salón de actos de un instituto le llamase para contar cómo lo hizo.
Estos testimonios resultan claves en una economía como la nuestra, en la que por desgracia estamos muy huérfanos de visionarios y de personas capaces de ver una oportunidad de negocio en un mercado tan poco imaginativo condenado a generar, una y otra vez, burbujas, por la propia tendencia de los mal llamados emprendedores que lo único que hacen es repetir hasta la saciedad modelos de negocio que funcionan hasta colapsar de oferta el mercado, tirar los precios y arruinar el sector.
Por todo ello, animo a la gente a leer la entrevista que me publica este mes la revista de economía Cantabria Económica al gerente de la Escuela Cántabra de surf, David García. Nuestro localismo no nos debe impedir que veamos que el creador de las escuelas de surf en España nos puede dar una valiosísima lección de cómo cumplir nuestros sueños o tomar las riendas de nuestra vida.
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