domingo, 30 de diciembre de 2012

Los obsesos de las olas de grado cinco

  Dentro de la amplia familia de sujetos obsesionados con el surfing hay diferentes grados, siendo el más grave de todos ellos, el de 'los obsesos de las olas de grado cinco'. El obseso de las olas de grado cinco es un sujeto monotemático, disfuncional, absolutamente incapacitado para llevar una vida normal y desarrollarse con su entorno extraplayeril. Uno de los síntomas inequívocos de padecer esta enfermedad relativamente moderna se manifiesta con el visionado de una película de temática no surfera. Si está viendo, pongamos el ejemplo, ‘Salvad el soldado Ryan’, y su novio, amigo o usted mismo está más pendiente de cómo rompían el día D las olas, en la playa de Omaha, o simplemente dice “¡Vaya mierda! ¡Está plato!”, mientras los nidos de ametralladoras teutonas masacran, sin compasión, a los aliados, en primera línea de desembarco, es que padece esta rara enfermedad.
 Yo me di cuenta que sufría un grado cinco viendo Los Goonies de Richard Donner. Concretamente su apoteósico final. Un claro ejemplo de mar desfasado. De cinco metros no bajaba el mar de fondo, aunque alguna ola de la serie sí que abría. Las intensas rachas de viento offshore que despeinaban el mechón de pelo de 'Sloth' tampoco ayudaban a la práctica del surfing, en las gélidas aguas del Pacífico, aquel día.
De las pocas olas que abrieron aquel día en la playa de Astoria.
Los goonies contemplando un mar pasado. "Ahí... ¡ni Laird Hamilton!"
Siempre que la veo, me lo pregunto, pero creo que no me hubiese metido a surfear.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Un paréntesis por David y Willy


Willy Uribe.

Hoy se rompe la línea editorial imperante en mi escritura desde hace años, pero la ocasión lo requiere. Willy Uribe está en huelga de hambre para reclamar el indulto de David Reboredo (ese vigués de 43 años, que lleva más de diez años rehabilitado tras una larga desintoxicación, y que ha ingresado en prisión por la entrega de dos papelinas de heroína, un total de 0,4 gramos, en sendas recaídas en los años 2006 y 2009),  y no quería ni podía dejar pasar la ocasión para mostrarles mi apoyo, ése que me ha mostrado a mí en numerosas ocasiones Willy, sin apenas conocerme, para que no desfallezca en mi faceta literaria.  
  Uribe nos recuerda que el indulto en este caso está más que justificado “porque cumple con el requisito que articula la constitución en su Artículo 25: Legalidad e irretroactividad penal. Judicialidad de la pena. Prohibición de los trabajos forzados. REINSERCIÓN Y REEDUCACIÓN como objetivos de la pena. En un año dónde se ha indultado a centenares de ladrones y corruptos que ocupaban cargos políticos en este país. Me parece de recibo dar una segunda oportunidad a un hombre que cayó en las redes de las drogas y, luchando, ha conseguido salir y actualmente ayuda a la sociedad trabajando para colectivos y asociaciones locales”. (http://willyuribe.wordpress.com/2012/12/06/al-gobierno-de-espana-el-indulto-para-david-reboredo/)
  Desde aquí, dar ánimo te produce una sensación ambivalente, pues crees en los nobles ideales que mueven a tu amigo, pero al mismo tiempo sabes que cada día que pasa en su justa lucha su salud se deteriora. En situaciones como ésta,  recuerdo nítidamente lo que dijo Edmund Burke y lo subrayo: "Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”. Y Willy está haciendo algo…


sábado, 15 de diciembre de 2012

A matter of style: un clásico imperecedero de Soderberg

  Muchas de las cosas que nos gustan en la vida se encuentran de la forma más accidental y curiosa posible. Esto es al menos lo que me sucedió con la película de surf de Steve Soderberg ‘A matter of style’ (lanzada en 1983, pero filmada varios años antes).
Corrían los años noventa y todos los vídeos de surf y de bodyboard consistían en una sucesión de imágenes hiperaceleradas, en las que los surfistas más radicales del planeta realizaban las maniobras más arriesgadas, en olas superpotentes tipo Waimea shorebreak, Pipeline, etc… Todo esto aderezado con música hardcore, punkcore, rockcore, softcore o como CORE quieras llamarla.  
 Compré varios vídeos a ciegas, a través de una revista de surf, y al recibirlos me encontré con una nota que ponía que uno de los que había solicitado se había agotado, por lo que me mandaban otro de igual precio que “esperaban que fuera de mi agrado”.

Nada más meter el VHS sustituto me quedé perplejo. En una secuencia superoscura, casi azulada, se contemplaba un plácido atardecer, pelícanos volando a ras del agua y un plano general de un 'glaseado' swell, rompiendo, en alguna playa californiana, con una melodía de guitarra intimista y superpausada de fondo. Cuando a continuación, salieron unos tipos desgarbados, surfeando a cámara lenta, con unas tablas ortopédicas, vestidos con unos bañadores que recordaban a los pantalones cortos de los futbolistas de los setenta (similares a los que traicionaron a Emilio Brutagueño y a su anatomía más íntima en un partido contra el Español), pensé en devolverla; pero no lo hice y, poco a poco, aquel surf completamente distinto al que veías en la playa y en las revistas fue gustándome cada vez más y más, hasta dejarme completamente fascinado. Aquellos tipos no hacían el surfing de sujeto+verbo+complementos al que estábamos acostumbrados. Aquellos tipos se expresaban de otra forma encima de una tabla. Daban más vueltas y exageraban más los giros, como en un intento desesperado de dilatar al máximo la vida efímera de una ola a base de adjetivos y recursos estílisticos, por aquel entonces, en desuso. Poesía en movimiento.
  'A matter of style' y Steve Soderberg son el equivalente en el género documental surfero a Grupo Salvaje y Sam Peckimpah en el Western. Es el canto del cisne de los singles y de una generación inolvidable de surfistas. Verdaderas poetas a los que Soderberg inmortaliza a cámara lenta.
 Jeff Crawford, Michael Ho, Ian Cairns, Larry Bertleman, Gerry Lopez, Phil Edwards, Dale Dobson, Bolton Colburn, Dane Kealoha, Larry Blair, el gran Ben Aipa, Donal Takayama, Peter Cole, Bill Hamilton, Jackie Dunn, Terry Fitzgerald, Mark Richards, Wayne Rabbit Bartholomew son sólo algunos de los que aparecen por sus planos. La mayoría a lomos de tablas Lightning Bolt para disfrute de fetichistas y mitómanos.
En el siguiente film del autor, ‘Ticket to ride’, ya aparecen los thrusters, los escenarios pasan de los grandes epicentros históricos del surf, (California, Hawai y Australia) a las pequeñas islas del pacífico. Hay cámaras submarinas y ya no hay Lightning Bolts por ningún lado. Una nueva era. Ya nadie volvería a rodar Pipeline así. A cámara lenta y con una música que hace que esa temible ola resulte hasta poética e incluso invite a una actitud contemplativa. Ni nadie la bordearía con el lirismo de Gerry López ni Mark Richards.
  La película tiene defectos. Y muchos. Por otro lado, propios de la época. Fundamentalmente, que es muy heterogenia e intercala momentos de verdadera belleza plástica con muestras de humor de sal gruesa e imágenes de deporte de moda como el ski acuático, monopatín, frisbee… que chirrían. Pese a todo, es mi película de surf favorita, por encima de 'The endlees summer', 'Morning of the earth' y 'One California day'; pues 'A matter of style' la encontré accidentalmente y cambió mi forma de ver y de intentar hacer surfing para siempre.



miércoles, 5 de diciembre de 2012

En estas Navidades Surf or Die... of Laughter

 ¡Queda bien y gástate muy poco, en estas fiestas, regalando la trilogía surfera más descerebrada de la historia!
Aquí comenzó todo.

Sinopsis: Sin referente literario alguno, Surf or Die… of Laughter refleja un universo playero plagado de acciones y situaciones a cada cual más disparatada. Aquí, la línea argumental coherente brilla por su ausencia, y todo responde a un esquema demencial consistente en asociar a una idea absurda, otra aún más ilógica. De esta atípica e irreverente tormenta de ideas, surgen relatos de chinos que abren tiendas de surf desde donde establecer siniestras redes clandestinas dedicadas a las apuestas ilegales de torneos de Tow-in, de surfistas que son reeducados y curados de su localismo en siniestros hospitales, o de extraños trajes de neopreno que confieren superpoderes… Todo escrito en primera persona, a través de diversos personajes, que acabarán desembocando en uno: Jon Satrústegui.  Un tipo paranoico y contradictorio, que se confiesa enemigo acérrimo de los locales, pero es uno de ellos, odia a las escuelas de surf, pero anhela en lo más profundo de su ser tener una. Si eres un nostálgico de las películas de serie B de terror de los Cincuenta y Sesenta, de las comedias americanas de los Ochenta y las series repetidas una y otra vez en la televisión, durante tu conflictiva adolescencia, han dejado en ti una profunda huella, hasta convertirse en tus únicos referentes existenciales, no puedes perderte este libro.
Número de páginas: 197
Fecha de publicación: 2009

Sinopsis: Jon Satrústegui vuelve, con fuerzas renovadas, en esta nueva entrega de la saga de humor surfrealista más descerebrada de la historia de la literatura universal. Diez brutales relatos en los que el surfista más xenófobo y pendenciero al norte del Río Ebro venderá  su cuerpo, su alma, droga, a su novia... lo que haga falta, con tal de seguir a ultranza una filosofía de vida tan maquiavélica como destructiva: El Surfing justifica siempre los medios.
Número de páginas: 224
Fecha de publicación: 2011








Sinopsis: La crisis (de los 33 años) ataca por sorpresa a Jon Satrústegui, que comienza a cuestionarse su particular filosofía de vida inspirada en el Dalai Lama y Hugh Hefner. En esta tercera entrega, el irreductible local se hará preguntas surferas tan recurrentes y existenciales como… ¿Por qué no hice menos surf y más caso a esa tía? ¿No me habré equivocado al dar más importancia a las olas que al trabajo o los estudios? ¿Realmente el surfing justifica siempre los medios?... En una época de localismo crepuscular y de burbuja inmobiliaria surfera, en la que ya pilla olas hasta el gato, Jon y sus inseparables compañeros de aventuras, Armando Leza y El Oso, se deslizan por última vez directos al wipe out más espantoso.
Número de páginas: 261
Fecha de publicación: 2012




Puntos de venta: Escuela Cántabra de Surf (Somo), Full&Cas (Polígono de Cros-Maliaño), Librería Gil (Hernán Cortés. Santander), Kuntiqi (Loredo), Escuela de Surf San Vicente de la Barquera, Escuela de Surf Los Locos (Suances), Los Locos (Torrelavega), Surfcantabria...
O directamente en fábrica: surfordieoflaughter@gmail.com

domingo, 2 de diciembre de 2012

Nanga, un título imprescindible para los lectores que cogen olas

Nanga de Willy Uribe no es una novedad en el panorama literario nacional; fue editado en el ya lejano 2006 por la editorial Leqtor. En estos tiempos en los que las películas, los discos, los libros… tienen una existencia tan efímera -casi como las de algunas flores e insectos-, antes de ser descatalogados, reciclados, almacenados o pasto de cajón de oportunidades en alguna tienda de outlet, puede resultar anacrónico hablar de él, pero Nanga es una obra que ha escapado de este corto pero infinito ciclo, se ha salvado, por tanto, de las ardientes llamas de esta hoguera inextinguible del usar y tirar, recibiendo el indulto de la atemporalidad, privilegio solo reservado a los grandes  clásicos.

 Si el nuevo libro de Willy Uribe, Los que hemos amado, es un libro que se lee rápido, Nanga es para leerlo despacio, para paladearlo como un cotizado vino rico en matices, para disfrutar cada una de sus palabras, de sus párrafos, donde nada sobra ni nada falta, para quedarse boquiabierto con su trama y su estructura, en la que se ensamblan de forma precisa, como los componentes de la maquinaria del mejor y más exacto reloj suizo,  la narración en primera persona de boca del protagonista con los extractos del diario de Zarra.
   Nanga es por todo ello un libro atemporal, que sobrevivirá y perdurará a través del tiempo, hasta convertirse en un clásico; algo que también debería ocurrir con su escritor, que debería ser nombrado inmediatamente patrimonio cultural o bien de interés general, por el mundo del surf, pues es un auténtico privilegio que la gente surfera sea retratada y vista por el público en general,  a través de la mirada profunda de Willy Uribe, algo que ya lleva haciendo durante años con su cámara de fotos, en las revistas de surf con sus artículos, y que también hace en los libros. Tal vez esto sirva para quitar a los surfistas esa imagen superflua, de cabezas huecas, ganada muchas veces a pulso, y empiecen a mirarlos como a Lope Urrutia, tipos con inquietudes tan profundas que sacrifican bienestar material, éxito profesional, por el efímero deslizar por la pared de una ola.