domingo, 17 de diciembre de 2023

Una estrella del surf en Somo para el Racing

 

Un paseo de las estrellas que nunca será completo sin una para el Real Racing Club de Santander.

 



 Mientras digiero con sal de frutas, bicarbonato  y protector estomacal la enésima pifia del Racing de Santander, que se deja remontar un 0-3 en apenas diez minutos, me acuerdo de la célebre frase de Otto von Bismarck en relación a España. "España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido". Estoy seguro que si  Otto hubiese  nacido sólo unos pocos  años después y hubiese sido futbolero, seguramente hubiese dicho lo mismo del Racing. Después de ser malvendido supuestamente por dirigentes y políticos que buscaban el bien del club a gentes, por decir algo, a la que yo no hubiese vendido un traje de neopreno con agujeros  o una tabla amarillenta flexada por la mitad, de estar en múltiples ocasiones al borde de la disolución... siempre, al menos de momento, ha conseguido levantarse, convirtiéndose en algo así como El indestructible del fútbol mundial.

En un mundo asolado por las guerras, la hambruna, el cambio climático, la extinción masiva de especies, la subida del nivel de los océanos… hablar de la desaparición de un club de fútbol suena frívolo y anecdótico, pues sin él la tierra seguirá girando, las olas llegarán puntuales a nuestras costas y los ciclos naturales no se verán interrumpidos… Pero el  Racing, al menos para los surfistas en España, no es o  no debería ser un club cualquiera. Tal y como recuerda el periodista y prolífico escritor, Fran Díez: “En el autobús del Racing viajó a Santander la primera tabla de surf comprada por un español en 1963. Una Barland. Desde entonces este deporte y el club de fútbol santanderino han mantenido cierta relación unidos por El Sardinero. Jesús Fiochi, considerado el primer surfista español, unió al Racing con el surf gracias a aquel encargo, un tablón rojo de casi tres metros y unos 18 kilos. Su padre fue directivo de la entidad racinguista y el fabricante acercó el "pedido" a Irún aprovechando que el equipo cántabro jugaba en San Sebastián”.

Por tanto, el autobús del Real Racing Club de Santander fue algo así el caballo de troya, el organismo huésped por el que se introdujo o por el que se inoculó el virus del surfing en España. Un acontecimiento, un hito, un antes y después y un punto de inflexión que no tiene su conmemoración física en forma de placa, estatua en ningún punto de la geografía cántabra, pero que periodistas y divulgadores del racinguismo como el mencionado  Fran Díez han recopilado en obras, como su trilogía de 100  anécdotas del Racing  (https://www.racinguismo.com/2023/04/racing-santander-surfing-historia.html).

Una carencia y una injusticia históricas de proporciones de Jaws o Mavericks que me duele por partida triple, por santanderino, por surfista y por  racinguista. Y no necesariamente por este orden. Parte de esta deuda histórica de los surfistas  españoles con el Racing podría saldarse otorgando al equipo montañés una estrella en el bautizado de forma un tanto rimbombante como boulevard/paseo de las estrellas del surf en Somo. Una constelación que, a mi juicio, jamás será completa ni brillará lo suficiente sin una estrella al indestructible del fútbol español, el Racing, el de verdad, el histórico, el Racing de Santander.

martes, 12 de diciembre de 2023

Estas Navidades regala la mejor literatura surfera

 

Surf or die... Of Laughter VI. Remando contra las olas






Surf or die... Of Laughter V. Esta es la buena



Surf or die... Of Laughter IV. Jon Satrústegui lives




 Información y pedidos: Surfordieoflaughter@gmail.com






domingo, 3 de diciembre de 2023

Pesadilla surferil antes de navidad

 



 Navidad. Época entrañable como pocas. Dos semanas al año en las que los seres humanos sacamos lo mejor de nosotros mismos. Amor fraterno, generosidad, perdón, solidaridad… Reuniones con nuestros seres queridos, vuelta al hogar de la familia pródiga, enterramiento del hacha de guerra con esos sujetos con los que no nos llevamos tan bien durante el resto del año.  Abracitos, buenos deseos, villancicos, aguinaldos, el insufrible especial de Raphael, polvorones, turrón de Suchard…

 Paparruchas. Mientras el común de los mortales ve esto, para el surfer de bien,  para el de toda la vida, para el que peina ya canas o ni tan siquiera eso, para el que surfeaba ya en tiempos de Felipe González o cuando la bendita Quinta del  Buitre imponía su dictadura en los campos de fútbol de España,  para el que ha sido catalogado recientemente por los antropólogos como una nueva especie, Homo Localensis chungensis que te cagas, la Navidad se ha convertido en una época maldita, de marcar en rojo sangre en los calendarios. Y es que, queridos amigos, desde hace años la Navidad para un surfista, como para el Grinch o Jack Skellington, es  una auténtica pesadilla. Una penosa enfermedad, una colonoscopia, una revisión de la ITV con una furgoneta con modificaciones, que hay que pasar de la mejor forma posible.

El grinch intenta convencer a una niña para que no pida una tabla.


 En Navidades, un surfer ve  a niños y niñas subirse en las inflamadas piernas de los reyes  magos o  de Papá Noel de cualquiera de los muchos  Corte Inglés, Carrefour, Toys r Us diseminados por la piel de toro de este bendito país,  y tras preguntarles  si han sido buenos, responder , con una sonrisa más inquietante que la de Chucky, Anabelle ,  Pennywise o Pedro Sánchez, al  oído:  “Este año quiero una tabla de surf y un traje de neopreno”.  Contempla a hordas de padres y de madres  entrar en la sección de surf de Decathlon, como la estampida mortal que acabó con el padre de Simba, ante la mirada de terror y las suplicas de un empleado con chaleco azul,  y tras  aplastarle brutalmente, llevarse trajes de neopreno Olaia y tablas de surf de corchopán como si no hubiera un mañana, como si el covid hubiese vuelto a nuestras vidas, realizando una mortal simbiosis con el ébola, o amenazantes naves nodrizas alienígenas se hubiesen instalado encima de cada capital europea.  Visualiza  a miles de individuos colapsando las páginas webs de cualquier escuela de surf reservando cursos de iniciación o de perfeccionamiento para el 2024 como si los regalasen, como si no costasen dinero, como si un monitor de surf no cobrase la hora más cara que un estibador del puerto en festivo o una escort  de lujo en un congreso médico. Imagina a ojerosos shapers, en sus talleres, bebiendo red bulls para poder seguir operativos por tercera noche seguida,  respondiendo por enésima vez, por teléfono, a un padre chapas: “Sí, señor,  la tabla de su p… hijo, tal y como le aseguré ayer y antes de ayer estará lista para nochebuena”…  Ve a decenas de individuos que, tras degustar la última uva de Nochevieja, prometen en alto para que lo sepan todos: “De este año no pasa, pruebo a hacer surf, ¡me apunto en un surfcamp!”… El día de reyes se tortura con la estampa de millones de niños, niñas y niñes madrugando y entrando en un salón de portada de la revista Nuevo Diseño, encontrándose, bajo un frondoso árbol de Navidad, equipos completos para deslizarse sobre las olas, donde antaño había barbies, balones de fútbol o educativas videoconsolas.

 

Por todo ello, recuerda si eres surfista no regales nunca tablas ni trajes de neopreno ni tan siquiera unos tristes escarpines.  Piensa que todas estas personas que reciben estos presentes en Navidad serán los que colapsen tu pico, tu playa en la primavera y el verano que viene. ¡Felices Fiestas a todos!