miércoles, 13 de febrero de 2013

'A toda vela', el Arte cambia de rumbo con Gómez Bueno





Buceando por Internet, me he encontrado con estas llamativas fotografías de la exposición ‘A toda vela” (Santander. Verano 2007) del artista español afincando en California Antonio Gómez Bueno. Inmediatamente, las he relacionado con una entrevista que el propio pintor concedió a un medio local de San Diego (http://laprensa-sandiego.org/archieve/october14-05/gomez.htm) y que versaba sobre la necesidad de que las Bellas Artes traspasasen las paredes de las galerías y museos y reconquistasen la calle de las garras de la publicidad.
 Gómez Bueno recuerda que los artistas y por extensión sus obras se limitan a ser expuestos en el espacio finito de los museos y de las galerías. Lugares donde la mayoría de las personas no acude nunca. En este sentido, las grandes ciudades plantean unas posibilidades casi infinitas, siendo el más grande de los museos y con una afluencia de visitantes masiva que supera la de las más importantes pinacotecas juntas. “No se puede comparar el número de visitantes que puede tener una galería con una calle.  En la calle en un mes te ven miles de personas, aunque no quieran”.
   Pero las ciudades no son museos…
 …En muchas ocasiones, el opresivo paisaje de las grandes urbes parece diseñado por algún dictador norcoreano o extraído del agobiante decorado de alguna película de corte futurista del tipo Metrópolis o Blade Runner. Auténticas pesadillas maltusianas donde el hombre es despojado de cualquier seña de identidad propia. La funcionalidad es el fin único, máximo y exclusivo que rige la actuación urbanística de muchas ciudades y el pretexto ideal para justificar el asesinato de ideas tales como belleza, armonía, estética y habitabilidad que, simplemente, no tienen cabida en su ordenamiento urbano. Con estas premisas, el sufrido ciudadano sólo le queda languidecer entre atascos, ruido y polución, mientras desarrolla todo tipo de enfermedades de la mente o se hace un consumidor crónico de Lexatines.
 Si el ciudadano no se ve ya suficientemente agobiado, en su vía crucis diario, por la gran urbe, por cosas tales como la Ola, los agentes de movilidad, las grúas, el tráfico, los semáforos, el sonido del claxon… sufre también el bombardeo constante e incesante de la publicidad. Paradas de autobús, paneles informativos, carteles, los mismos autobuses… Cualquier soporte es válido  para esta forma de expresión, manifestación máxima del culto desmesurado a la funcionalidad, donde la ética y la estética son valores supeditados al fin último y único: vender. 
 Publicidad Versus Bellas Artes
  “La publicidad ha usurpado el lugar que las artes plásticas han ostentado durante siglos”. De ahí, que Gómez Bueno establezca que los artistas intenten “recuperar el terreno del arte en los lugares públicos”, para que la gente que va por la calle “la vea y la disfrute ya”…
… La disfrute y se beneficie de ella,  pues se puede establecer perfectamente una simbiosis. El artista callejero consigue ser visto, sacia su tendencia exhibicionista y consigue escapar de las garras lacerantes de ese anonimato que le asfixia; pero su arte debe humanizar los espacios, constituyendo un auténtico oasis de color, en medio del desierto de hormigón y asfalto. Un punto donde recargar las baterías de buenas energías. Un paréntesis catártico que rompa la rutina y estimule a los castigados sentidos.
Al igual que otros artistas con sus pinturas consiguen conmovernos, perturbarnos, emocionarnos… las coloristas obras de Gómez Bueno tienen el excepcional don de transmitir alegría y positivismo, en un mundo cada vez más gris y uniformado. No hay más que echar un simple vistazo a las imágenes de la exposición ‘A toda vela’ para darse cuenta de ello…
 Las pinturas Pop de Gómez Bueno realizadas sobre velas, a modo de lienzo, consiguen el más difícil todavía: sorprendernos con una imagen que hemos visto ya un millón de veces y hacer aún más hermosa la Bahía de Santander: un museo de una belleza y principios arquitectónicos, que hacen palidecer la más grande y cara obra de los Moneo, Calatrava, Foster o Renzo Piano de turno.

jueves, 7 de febrero de 2013

Por mucho tiempo que pase… Los Nikis



  Me gustaría poder decir que he madurado… Al menos en cuanto a gustos musicales se refiere, pero no es el caso. Me gustaría que cada vez que me preguntan cuál es mi cantante o grupo favoritos, pudiese decir que Bruce Springsteen, U-2 o Coldplay, pero, en lugar de eso, no he aprendido bien la lección y siempre respondo lo mismo: Los Nikis. Respuesta que genera invariablemente las dos siguientes reacciones: 1- No los conocen. Les explicó quiénes fueron. Los acaban escuchando en alguna de las muchas fuentes de consulta simultánea que hay hoy en día y... No falla: me miran mal y me ponen la pegatina de bicho raro para siempre, hasta el fin de los días. 2- Los conocen.  Me pegan directamente la etiqueta, al tiempo que comienzan a mirarme raro y se alejan como cogiendo distancia de seguridad.
  Todos evolucionamos. Nuestros gustos no son una excepción. Quién no tiene un colega de la infancia que estaba enganchado a toda la saga de Loca Academia de Policía y se sabía hasta de memoria los nombres de  todos los personajes, desde el Capitán Lassard, hasta a Mahoney, pasando por supuesto por Tackleberry, y ahora es un pedante de tres pares de narices que te estropea cualquier reunión de amigos hablándote de los elementos conceptuales que Stanley Kubrick emplea en 2001 Odisea en El Espacio. Quién no se ha sorprendido, al cruzarse, en algún semáforo, a aquel macarra del instituto que llevaba chupa de cuero y parches de Iron Maiden, subido en un BMW X-5, con polo de Ralph Lauren, mientras de su vehículo (jurarías) salía la voz de Shakira a toda pastilla. Quién, en sus inicios, en el surfing, no coincidió con algún radical de esos de los de “surf or die” tatuado en el pecho que por trabajo, estudios acabó yéndose a Madrid o se quedó y ahora es un adicto al paddle, golf o a al ski de ultrafondo, previo paso por el windsurfing, kitesurfing, wakesurfing y toda la familia de los deportes que acaben en surfing... Esto es respetable e incluso encomiable. Estar encasillado nunca fue bueno. Pero tanto lo que me pasa con las canciones de Los Nikis como con el surfing, poco o nada tiene que ver con estar encasillado. Tiene que ver con la certeza que te proporciona saber que has dado con algo que pega plenamente contigo y que pueden pasar los años, escuchar productos más elaborados, elevados, profundos, místicos, sofisticados, modernos y actuales… Hacer otras cosas… que nunca los desbancarán de ese vitalicio número uno del ranking al que los aupaste desde la adolescencia. 

 Ernesto, Mi Chica se ha ido a Katmandú, Maldito Cumpleaños, No vuelvo a ir a Benidorm, Venganza, La chica indigerible, La Fiesta Medieval, La rebelión de los Humanos, Tina tiene que espabilar, Silvia Sobrini, El Imperio contraataca, Por el interés te quiero Andrés, Olaf El Vikingo… Podría seguir así hasta mañana. Mientras el resto de grupos se contenta con dar un puñado de canciones buenas para la posteridad, el cuarteto de Algete tiene canciones por las que no ha pasado el tiempo, sin fecha de caducidad, a puñados.
 Originales, divertidos, ocurrentes y por encima de todo: geniales… Había que serlo para atreverse a condensar, en apenas dos minutos, la historia del  Desastre de La Armada Invencible, meter al duque de Medina Sidonia por medio, y que la cosa no sólo no resultase pedante, si no que sonara bien y la letra, a parte de hacerte reír a carcajadas, fuese tan pegadiza, que 20 ó 25 años después, siguieses tarareándola. Ya lo dijo Baltasar Gracián “lo bueno si es breve, dos veces bueno”.  Y los Nikis en esto eran los mejores maestros. La pérdida de las colonias o aquel viaje en autobús para olvidar al atestado Benidorm de los ochenta. Su creatividad no conocía límites.
  Por último, sé que tendré 65 años y seguiré respondiendo lo mismo. En un asilo o en un baile de la Tercera Edad. Los Nikis y el surf. Y no necesariamente por ese orden. Porque como le pasaba al bueno de Ernesto tengo “un problema muy serio”, porque pienso que “no tengo remedio”, o porque como dice una de las canciones más célebres de Los Nikis: “hay cosas que nunca se olvidan por mucho tiempo que pase”.