“No es verdad que la gente para de perseguir sus sueños
porque sean mayores, se hacen mayores porque dejan de perseguir sus sueños”.
Según esta frase del inmortal Gabriel García Márquez, Bruno Sarañana (Santander. 1975) tendría que tener bastantes
años menos que los que marca su carnet de identidad. Apasionado del shape desde
su más tierna infancia, Bruno ha conseguido hacer su gran sueño realidad,
abriendo un taller de fabricación de tablas en la localidad cántabra de Hoz de
Anero y creando su propia marca, Cron Surfboards.
-Todos los que cogen
olas pueden tener claro más o menos lo que les llevó, en su día, a hacerse
surfistas, pero ¿qué es lo que le lleva a alguien a hacerse shaper?
-Desde pequeño me picó la curiosidad de reparar la tabla que
yo tenía. Con el tiempo he ido buscando gente que pudiera darme información y
enseñarme a trabajar con el foam. Desgraciadamente, fue pasando el tiempo y no
ha sido hasta ahora cuando he empezado a plasmar este deseo. Al final si
persigues algo que quieres hacer, aunque sea tarde, lo consigues. El taller es
una meta que perseguía desde pequeño.
-Entonces, se puede
decir que la creación del taller y de la marca responde a la persecución de un
sueño…
-(Con rotundidad) Completamente. Al final te das cuenta que
te haces mayor y te tienes que dar prisa por intentar ‘por lo menos” que tu sueño funcione.
-Y el origen del
nombre, Cron…
-El origen es muy curioso, porque al principio no tenía
ningún significado, al igual que el logotipo, que fue una imagen que se me pasó
por la cabeza y fui remarcando en una hoja hasta darle forma. Investigué el
significado y descubrí que es una medida de tiempo que se emplea en Arqueología
y significa aproximadamente un millón de años; un cron, dos crones… Es una
forma de reducir el tiempo que tienen los hallazgos prehistóricos que
encuentran.
-¿Quiénes están
detrás de este proyecto?
-Empezamos cuatro y ahora mismo quedamos dos dirigiéndolo
económica y comercialmente. Yo (Bruno Sarañana) y Daniel Hernández, que es
piloto de Iberia y anda a caballo entre Madrid y Cantabria. Nos sentamos y
discutimos sobre cosas, qué podemos hacer, decisiones para que esto funcione.
Su presencia en Madrid nos está ayudando también a la hora de darnos a conocer
allí.
-¿Qué filosofía
tenéis? ¿Qué creéis que aportáis de fresco y novedoso?
-El mundo del surf, al menos para mí, es por desgracia en
ocasiones bastante hermético. La idea es darle un servicio de ayuda o
asesoramiento a la gente que tiene dudas a la hora de comprar una tabla, un
invento... De novedoso creo que aportamos el factor “personal”. Nosotros
vendemos un producto, pero en el producto vamos nosotros. Queremos que la gente
esté a gusto y se fíe de nosotros. Que nuestra casa sea su casa. No queremos
ser herméticos ni que haya el hermetismo de otros sitios. “Tú hasta aquí, pero
de aquí no pases”. La gente puede entrar en nuestro taller, ver nuestras
tripas, no escondemos nada. Somos como somos y hacemos lo que podemos hacer. No
somos grandes empresas, ni tenemos el poder adquisitivo para ello, llegamos
hasta donde llegamos, pero lo hacemos con la mayor profesionalidad, con
materiales de primera y a un precio razonable.
-¿Cómo veis el futuro
del shape?
-Creo que, como me pasó a mí, es un mundo que atrae a mucha
gente. Gente que se preocupa primero en conseguir que alguien les dé una
formación y luego comienza a experimentar. Desde ese punto de vista, es un
mundo en el que cualquiera que quiera venir es bienvenido, porque hay venta
para todos; pero uno de los problemas que hay es que hay gente que lleva mucho
tiempo en ello y cuando ve intrusismo abarata costes. Tiene una infraestructura
más o menos amortizada y una producción industrializada y contra eso no se
puede competir.
-¿Crees que la
producción en cadena en países del extremo oriente puede acabar con los
pequeños talleres locales?
-Esos países fabrican lo que el resto del mundo demanda.
Para que los chinos o quien sea lleguen a hacer tablas como las nuestras hace
falta una dirección ingeniera o un shaper que gobierne un i+d en China y que
gestione una planta de fabricación. Claro que podrían abaratar el producto
muchísimo y hacer daño, pero de momento creo que nos salvamos porque el
surfista busca un producto de calidad. Si alguien fuese tan ambicioso y tuviese
la suficiente información y la formación claro que podría llevarse allí la
producción.
Bruno Sarañana en pleno proceso de trabajo. |
-Desde siempre se nos
ha vendido una imagen del shaper un tanto romántica de tipos que cuando hay
buenas olas, cierran el taller, dejan los pedidos a medias y se van a la playa.
¿A vosotros os puede la profesionalidad o vuestro lado más surfero?
-Si hay olas el taller sigue funcionando si hay trabajo. Las
olas están bien cuando se puede, pero cuando no se puede, no.
-Y siguiendo con esta
imagen de los shapers un tanto estereotipada. En El gran miércoles, Bear acaba
arruinado, limpiando la playa; en Los amos de Dogtown, Skip Engblom,
propietario de Zephyr, pierde el taller y pasa a ser un empleado raso… ¡No es
una imagen muy halagüeña para cualquiera que quiera dedicarse a esto!
-Yo sí que conozco casos de gente que no ha acabado tan mal,
pero sí que ha acabado dejándolo. Que yo creo que es hasta más triste tener que
dejar un trabajo que te genera alegría… El crear algo con tus manos. El shaper
de hoy en día a parte de un artesano, como esos ejemplos que tú me dices, es un
poco emprendedor y empresario. Gente que invierte en nueva tecnología,
productos; que busca que sus tablas estén en la calle y que su negocio
funcione.
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