DNI, carnet de conducir, tarjeta de Lupa, de Carrefour, de Eroski, del club Día, del club Cortefiel, de Sprinfield, del Corte Inglés, de BP, de CEPSA, de Repsol, de Decathlon, de Forum, de la biblioteca, tarjeta monedero del autobús municipal, tarjeta de transporte, de amigo del parque zoológico. Hoy en día se puede sacar un carnet de casi todo, pero de lo que todavía, gracias a dios, no se puede sacar carnet es de surfista. Por mucho que algunos se empeñen.
Cuanta mayor aceptación tiene el surfing y mayor es el
número de personas que lo practican más habitual es la necesidad imperiosa que
tienen ciertos individuos de redefinir, acotar y restringir el significado de la palabra
surfista. Haciendo las delicias de los más reputados miembros de la RAE o
licenciados en filología hispánica, estos lingüistas realizan, en sus ratos libres, exhaustivos
estudios etimológicos o semióticos para diferenciar conceptos que antaño nosotros
pobres mortales creíamos sinónimos como surfer y surfista, o surfista y pillador
de olas. Estableciendo un sistema de castas y subcastas que ríase usted de la jerarquía
social de la India.
Curiosamente todo esto ha llegado, tras un verano histórico
en el que en los picos se ha colgado el cartel de lleno o no hay billetes como nunca antes hasta
ahora. Algo perfectamente entendible, pues veníamos de un encierro
domiciliario, y la gente, necesitada de aire puro, naturaleza y deporte, ha
cogido la playa y el mar con muchas ganas. Algunos de estos aficionados de la
semántica han querido ver en la llegada del otoño y de las borrascas el mejor
aliado a la hora de refundar el nuevo significado de la palabra surfista. No me parece peligroso establecer criterios
objetivos para diferenciar quién es un surfista de quien no. Bastaría
simplemente con establecer un criterio homologado por algún estamento
internacional tipo el libro Guiness de los récords o la UFC que estipulase por ejemplo que ‘surfista
es aquel que coge olas de más de 2,33 metros’ o ‘que un surfer es aquel que
surfea un mínimo de 4 días a la semana o una cantidad igual o mayor a 221 días
al año’, ‘o se ha ido al menos una vez en su vida de surfari a la conchinchina’
o ‘tiene una furgoneta de fabricación alemana con toldo lateral’.
Bromas aparte, lo que
me parece realmente peligroso es dejar la condición o no de surfista en manos
puramente subjetivas o arbitrarias, pues se correría el riesgo de acabar como
en los totalitarismos diciendo aquello de “surfista es el que yo lo diga”.
Mientras esperamos que alguno se decida a definir el término
surfista y los requisitos que hay que reunir para que te expidan el carnet del
mismo, yo me acojo a esa gran frase de Groucho Marx: “Jamás perteneceré a un
club que me admita como socio”.
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