Apenas acabo de digerir la noticia de que el surf genera en Cantabria la nada despreciable cifra de 13 millones de euros (lo que viene siendo una buena Primitiva de 6 aciertos), recibo la sorprendente de que un concierto de Taylor Swift genera un impacto brutal en la bolsa de Nueva York y modifica el PIB anual de una nación puntera como EE.UU. Entonces, mi maquiavélica y maligna mente actúa y se hace la siguiente pregunta: ¿Es que a ningún ministro de economía, en su sano juicio, se le ha ocurrido nunca hacer un evento combinado que una un torneo de surf y un concierto de Taylor? Sin duda, eso ayudaría a salir de cualquier crisis, económica e incluso existencial, acabaría con el paro, el juvenil , el infantil y el sénior, dispararía el PIB de España hasta cotas nunca vistas ni imaginadas, y nos abriría de paso las puertas de par en par del G7 o G8. Adelantaríamos, en una maniobra Fernando alonsoniana, en un pispas, a Francia, Japón, Italia, Reino Unido, Alemania, y a quien se nos pusiese delante, como potencias económicas del planeta, compartiendo podio con EE.UU. y China.
Bromas aparte, no hace falta ser muy inteligente para entender la validez o verosimilitud de estos informes completamente interesados y con la misma credibilidad que uno financiado por los laboratorios Pfizer aseverando que el uso de sus pastillitas azules es inocuo para nuestro corazón, mejora la calidad de vida, el estado de ánimo de sus usuarios y de quienes les rodean. Es más. Voy a ejercer de oráculo y de pitoniso. Me apuesto lo que sea a que dentro de unos meses o semanas, nos vendrá, en los rigurosos y nada propagandísticos medios de comunicación, otros informes similares, diciendo que tener el club de fútbol en primera división generará unos ingresos de millones de euros, 50 o 60 (hay que superar los del surf, que no se diga) o que la feria taurina tiene un impacto económico no ya de 13 o 20, o 60, sino de 70 millones para las arcas de la ciudad anfitriona. Ahora acabo de recordar otro ‘imparcial’ encargado a una empresa externa por el torneo de olas grandes de Santander que decía que generaba millones de euros y que era seguido a nivel mundial por millones de personas. Seguramente, el encargado de realizarlo se apellidaba Tezanos.
Generalmente, todo este tipo de informes buscan lo mismo: dinero público, el tuyo y el mío. Presionar, en el buen sentido de la palabra, al nada crítico, súper ingenuo e impresionable regidor de turno para que afloje la panoja. Y cuando está en juego la inversión institucional queda muy bien hablar de efecto retorno, de que la inversión, o mejor dicho, subvención, se verá recuperada y multiplicada con creces por los ingresos, etc. Ahora mismo hay una encarnizada lucha por conseguir ayudas y fondos públicos, de ahí la naturaleza cada vez más irreal y fantasiosa de los estudios y sus astronómicas cifras económicas.
Ya no se trata de pedir responsabilidad a la hora de hacer este tipo de informes, es perder el tiempo, sino pedir responsabilidad, autocrítica y reflexión al ciudadano de a pie, al surfista o no surfista a la hora de leerlos. Todos estos informes interesados generan un peligroso efecto burbuja, reclamo e hinchan el globo. Atrae la inversión, multiplica los negocios relacionados con el surf, seguramente alentados por los datos macroeconómicos de las noticias que vienen a asegurar que tener una escuela de surf es poco menos que tener la gallina de los huevos de oro o un videoclub en los años ochenta (¿les suena? Otro negocio que parecía inmortal).
En este país, tenemos una amplia experiencia en el tema de las burbujas económicas y sus trágicos resultados. No hace falta ser ningún lince para saber cómo acabará el sector económico del surf y sus exhaustas localidades costeras dentro de unos años de continuar por este selvático camino. La gran y única duda es el cuándo. En estos días, he escuchado, con rotundidad y contundencia heladoras, a profesionales del sector, decir: “el surf no tiene techo”. Es justo lo mismo que oía decir a los constructores, a los promotores inmobiliarios, a los albañiles en el verano de 2003… 3 años más tarde no decían lo mismo. No se trata de ser catastrofista ni de ir de Nostradamus por el mundo, sino consecuentes y responsables y de utilizar por una vez las amargas experiencias de la vida para no tropezar por decimoquinta vez en la misma piedra.
En el sector del surf, hay gente trabajadora, responsable, gente innovadora que cree en la cultura del esfuerzo, que sabe lo que cuesta ganar un euro, el sudor que requiere, lo que cuesta tener un empleado, no digamos ya una plantilla, pagar un alquiler, los alumnos y clases que hay que dar y que hay que tener para poder sobrevivir todo el año, también la temporada baja o la inexistente que hay de octubre a abril. Gente que no recibe un solo euro público e invierte y arriesga su dinero, sus ahorros, sus ingresos, pide préstamos, hipotecas, se endeuda, para intentar mejorar y diferenciarse de una competencia cada vez más feroz y numerosa y a menudo desleal; es lo que pasa cuando el pastel es muy jugoso y cada vez hay más y más comensales a la mesa, que no es infinita ni ilimitada. El famoso “ponche party” del que hablaba el visionario ministro zapaterista Sebastián, a toro pasado, siempre a toro pasado, en referencia a la burbuja inmobiliaria, cuando ya era demasiado tarde. Es como la noticia de lo que genera un torneo de surf. El que ha organizado un torneo sabe perfectamente que con un torneo no te haces millonario, es más, muchas veces palmas hasta pasta y lo haces casi por altruismo, por amor al deporte, para que suba el nivel competitivo de los chavales, venga gente de fuera y nos empapemos de su nivel.
El que invierte, o el que solía invertir en surf, no era o es ninguna hermanita de la caridad (eso lo tengo claro), lo hace para ganar dinero, aunque más que para ganar, lo hace o lo hacía para poder vivir dignamente haciendo algo que le gusta en un entorno que le apasiona. La playa. Si por el camino muy improbablemente se hacía multimillonario mejor que mejor, pero no era su fin prioritario en la vida ni la consecuencia más deseada de sus actos. Detrás del “negocio del surf” hasta ahora había siempre un surfista, un deportista al que movía un fuerte y nada despreciable componente emocional y romántico. Ahora, con este sector del surf hipermusculado y hormonado financieramente, que genera estudios y que acabará cotizando en el IBEX35, está surgiendo un nuevo tipo de inversor, que se mete en el surf como antaño se metía en el sector del ocio nocturno, la restauración, la hostelería o la construcción. Al calor del negocio de moda y del supuesto dinero fácil. Por primera vez, el surfista puede perder el control de su amado deporte y convertirse en un mero empleado, en un camarero, en un jornalero, en un asalariado del empresario puro y duro de turno con más musculo financiero, mejores contactos que él para inversiones y facilidades para conseguir dinero. Esto no aparece en ninguno de los triunfalistas estudios sobre el surf ni en las noticias de los periódicos de estos días, pero se está dando y cada vez se dará con mayor frecuencia. Vivir y trabajar en la costa se está convirtiendo en algo prohibitivo incluso para los propios surfistas. ¿Quién podrá hacer frente, en pocos años, al alquiler o compra de un local comercial en primera línea de playa? Ya no digamos un chalet o casa para instalar una surf house. Es lo que vulgarmente se conoce como morir de éxito. Le ha pasado Ibiza y puede ocurrir en cualquier localidad surfera del norte de España. Reflexionemos sobre ello unos momentos.
Para finalizar y quitarle un poco de hierro al asunto, es más que evidente que todos estos años hemos estado equivocados. Muy equivocados. Estudiar, trabajar, esforzarse, invertir, arriesgar. La pesca, la ganadería, la industria… I+D. Tonterías. La respuesta la teníamos delante de nuestras narices. Y no la hemos querido o sabido verla. Cerremos las tiendas, las empresas, los institutos. ¡Las universidades! Conciertos todos los días de Chenoa, de Amaral, o aún mejor alcalde de turno, haga una palanca laportiana, solicite un crédito en el Liberbank, Unicaja Bank, o como demonios se llame ahora, y a contratar a Taylor Swift en las próximas fiestas patronales. Ha llegado el ansiado y tan buscado nuevo modelo productivo para España. El S+T. Surf y Taylor. Bienvenidos a la nueva era.