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El surfista cántabro, Manel Fiochi. |
En el año 2016, la leyenda del surf Manel Fiochi (Santander,
1950) confeccionó para la página web cultural Staf Magazine una lista con sus
diez canciones favoritas. Coronando la
selección, Manel situó en todo lo alto la composición de Los Beatles ‘Nowhere
man’. Casualidad o causalidad así es como durante décadas el pionero ha sido
tratado por el mundillo del surf patrio: un hombre de ninguna parte, sentado en
su tierra de ninguna parte. Olvidado por todos y para todos. Fue el artista
cántabro Antonio Gómez Bueno quien desde California, seguramente influido por
la veneración que en los Estados Unidos profesan a sus leyendas, denunció esta
omisión, reivindicando la influencia trascendental que Manel Fiochi tuvo en el
surf en nuestro país: “Yo que tuve la oportunidad de verle clama al cielo que
de Manel no hable nadie. Era puro estilo, siempre bien colocado en la ola,
sacando el máximo partido a lo que la ola ofrecía. Manel siempre leía bien las
olas, no hacía un giro de más, pero cuando hacía uno, lo clavaba, además
siempre iba a toda pastilla. Muy elegante y poderoso a la vez. Iba muy bien a
contramano, que era una rareza. Una ola típica podría ser un late drop, bottom
turn brutal, colocado en la pared, poner las manos en la espalda y esperar a
que el labio le tapase, salir del tubo hacer un cut back y salirse de la ola...
Una especie de Gerry López cántabro, con influencias de un Rob Machado (que aún
no había nacido...) Al verle surfear te dabas cuenta que estaba conectado con
el cosmos, que sabía cuál era su lugar en la inmensidad del universo, que
sentía cuando Orión entraba en Sagitario,
que surfeaba para recargar su energía cósmica”. En los últimos años, la
aparición de Manel en el documental de Pedro Temboury ‘La primera ola’ y
recientemente en el excelente libro del prolífico Javier Amézaga ‘La historia del surf a través de tres60’ ha
contribuido a saldar parte de esta deuda contraída por las generaciones
presentes y futuras con quien trajo de Francia la primera tabla corta y aún más
importante: un nuevo estilo caracterizado por la velocidad y la radicalidad de
sus maniobras, germen del mayoritario que vemos hoy en día en las playas. Realizando
un ejercicio de arqueología surfística o de darwinismo evolutivo aplicado a las
olas, Manel Fiochi es nuestro particular eslabón perdido entre el surf clásico
y el moderno en la península. La versión
española de Nat Young, Mctavish o George Greenough. Casi nada. El hombre que
hizo por una vez que el surf en España, a diferencia de lo que aconteció con
sus inicios, no tuviera que esperar otros diez años respecto al país galo para
sumarse a los vientos de cambio que venían desde Australia y California.
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Fuerza y elegancia, las señas de identidad del surfing de Manel. |
Los inicios. Yo los llamo
los “no inicios”. Empecé un año más tarde que el resto. Me pillaron
convaleciente de un accidente que sufrí en el colegio La Salle, realizando
barra fija. Se me rompió el brazo y estuve en el dique seco un año entero, de
octubre a octubre. Me operaron y sufrí una infección. Yo desde la orilla les
veía intentar subirse en las tablas sin mucho éxito. Por desgracia, para poder
acompañarles, tuve que esperar a que me quitasen la escayola. Me acuerdo de la
primera tabla de mi hermano Rafa, adquirida en Barland Bayona, que la
llamábamos La Avidesa, porque había un anuncio de Avidesa que era rojo y azul y
la tabla era igual. Yo tenía otra muy bonita, también de Barland, de color azul
marino. Estuvimos mucho tiempo nadando en la ignorancia, pensando que no había
olas más allá de El Sardinero, que en Somo y por ahí… No. Yo acuñé una frase:
“Non plus ultra”. No fue así. Carlos Beraza, José Manuel Merodio y yo
descubrimos otros lugares como Somo. En aquellos momentos no tener coche era
una auténtica dificultad y no pudimos realmente movernos hasta que Merodio tuvo
un mini. Somo y Liencres nos ampliaron las posibilidades, pues son playas mucho
más abiertas donde hay olas mejores y con mayor regularidad que en El
Sardinero, que está resguardado. El Sardinero estuvo bien para aprender, pero
para coger olas buenas… Luego ya con furgoneta nos movíamos por regiones
limítrofes. También fue importante para mí la ola de Mundaka. Olas enormes que
te permitían salir y no te cerraban.
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Manel, en Santa Marina, su campo de pruebas favorito. |
Viaje a Francia. Creo que
fue en 1967, pero no estoy del todo seguro. Fui un mes a casa de una familia
francesa amiga de mi padre a Biarritz. El plan original era aprender el idioma.
Recuerdo en el frontón Plaza Berri coincidir con muchos surfistas australianos y americanos cuando no había olas. Por cuestiones del
idioma, no hablaba con ellos. Tenía la costumbre de ir asiduamente al taller
que tenía Barland en la localidad de Bayona y poco a poco fuimos teniendo vínculos más
estrechos. Era una fábrica increíble que me permitió aprender muchas cosas
sobre las tablas. Estando allí aparecieron las tablas nuevas, las tablas cortas
muy diferentes a los tablones. Me hice con una y la traje a Cantabria. La
primera tabla corta en España. Era una tabla azul claro con una M casi en la
proa. A parte de eso, en Biarritz, me
fije en que los surfistas buenos daban velocidad a la tabla desde el principio,
cogiendo las olas mucho más de lado de como lo hacíamos nosotros, que las
cogíamos casi en perpendicular a la
playa. Desde la orilla, en Biarritz, pude ver el estilo incomparable del
australiano Keith Paull, que usaba unas tablas pequeñas y bastante anchas y que
no perdía velocidad… ¡Y hacía unas cosas! Para él igual daba que fueran olas
grandes, medianas que pequeñas. François
Lartigau, Joël De Rosnay también fueron otros de los surfistas a los que
observé. Este fue el punto de inflexión, lo que permitió despegar nuestro
surfing. Se puede decir que junto a la tabla corta me traje un estilo más
moderno, más dinámico y rápido. Algo que te permitía hacer muchas más
maniobras. En este sentido, la velocidad fue clave. Luego este estilo se aplicó
en los campeonatos. Aquello fue el pistoletazo de salida en la evolución de las
tablas. Una evolución que ya fue constante y que dura hasta hoy en día, donde
todavía nos pueden sorprender con maniobras nuevas.
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Homanaje de Gómez Bueno a Manel. |
Mi estilo. Radical. Como es mi personalidad. Suelo ser bastante
extremo. Era un estilo diferente, evolucionado, más parecido al actual, plagado
de maniobras que no se podían hacer con la tabla grande.
Surf clásico. El surf con
tabla grande me interesa muchísimo. Es precioso. En mi quiver hay tablas
pequeñas y tabla grande. Una que le encargué a un shaper australiano afincado
en Mundaka. Desde mi punto de vista un buen surfista debe compatibilizar el
surf moderno, radical, con el surfing clásico. Un tipo de surf para cada
condición de mar. No es lo mismo un día con olas grandes que con olas pequeñas.
Santa Marina. Hoy en día es un spot cósmico, conocido, pero hubo un
día, desde el aparcamiento, en que Merodio, Beraza y yo vimos, en Santa Marina,
una ola de derechas bastante aceptable. Fuimos para allá. Al principio no me
convenció mucho, porque me pillaba a contrapie, pues yo soy goofy. Además antes
éramos muy kamikazes, pues nos metíamos sin mirar el coeficiente ni la marea.
Luego, con la experiencia y la observación, ya fuimos aprendiendo cuándo había
y cuándo no había que meterse; pero al principio era un poco ensayo-error. Lo
que más me impresionó el primer día fueron las rocas que sobresalían. Tenía
miedo a caerme y golpearme contra ellas. Fuimos los primeros surfers del mundo
en entrar allí.
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La música, junto al surf, la otra gran pasión de Manel. |
Reconocimiento. Me siento
reconocido por el mundo del surf últimamente. En esto ha influido
considerablemente el pintor cántabro, afincado en California, Antonio Gómez
Bueno, al que le estaré eternamente agradecido. Fui subcampeón de España, pero
el mundo se acuerda de los campeones, los segundos son como si no fueran nada. La
falta de reconocimiento puede deberse a que durante muchos años de mi vida, las
entrevistas no me interesaban. La gente me pedía una entrevista y yo les decía
que no. Lo único que me interesaba del surf era coger olas. Ahora ya me gustan
más. Sobre el reconocimiento te diré que “estamos en ello”…
Filosofía de vida. Es única y define nuestra manera de ser en
nuestro paso por la vida, nuestro talante. En mi caso se ha basado en una
máxima: trata a los demás como a ti mismo. Otro principio que he intentado
aplicar es el de “ver la ventaja en el inconveniente”. Esto tiene su miga y se
puede aplicar a toda la humanidad. Quiere decir que cuando la vida te da un
revés tienes que intentar buscar la
ventaja, tomándolo como una lección que te da, para por lo menos no volver a
caer en el mismo error. Sacar el aprendizaje en lugar de centrarte en el
inconveniente. El secreto es simplemente la espiritualidad y valorar la paz. Ocuparse
y no preocuparse demasiado y vivir el día a día sin más. Cuando te levantes,
ponte contento en vez de descontento por
el mismo precio. Y piensa que la vida es un regalo y valorarlo.