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No hay quinto malo. Imprescendible en cualquier biblioteca. |
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Cuarta entrega de la saga surfera. |
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Hasta el momento última entrega. Ayuda a que haya más. |
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`Segundas partes nunca son buenas'. Quien lo dijo no ha leído este libro. |
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No hay quinto malo. Imprescendible en cualquier biblioteca. |
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Cuarta entrega de la saga surfera. |
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Hasta el momento última entrega. Ayuda a que haya más. |
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`Segundas partes nunca son buenas'. Quien lo dijo no ha leído este libro. |
‘Más que un club’. Un lema del
que abusan cada vez con más frecuencia las asociaciones deportivas para
distinguirse de sus rivales y dejar claro que lo suyo trasciende de la mera actividad física y de la
competición atlética y alcanza tintes espirituales, místico-existenciales y de filosofía de vida. En el
caso del Océano Surf Club, el decano de los clubs de surf en Galicia, esta
afirmación no es mero marketing humeante, sino que responde a la realidad.
Organizador durante años del Pantín Classic, el club fue también catalizador de
las actividades conservacionistas, en aguas de Galicia, de la Surfrider Foundation y, desde hace 6
años, promueve el ambicioso proyecto editorial ’Libros del Océano’, que da a conocer las creaciones culturales de
artistas locales vinculados al surfing.
Desde el año 2006, Jesús Busto (Ferrol, 1975) es la cabeza visible del
Océano Surf Club como su presidente. Además, fue el Coordinador General del
campeonato Pantín Classic en los años 2006 y 2007. Entre 2000 y 2010 lideró
también la antena local de Surfrider Foundation en Galicia. Ha sido campeón
gallego de longboard en 4 ocasiones, entre los años 2013 y 2019. Como
presidente del Club, ha sido uno de los impulsores del Océano Surf Museo de
Valdoviño. Apasionado de la escritura y
de la literatura, Busto coordinó la redacción del libro que cuenta la historia
de las 20 primeras ediciones del Pantín Classic. Desde 2009, ha publicado mucho
de lo que ha escrito en el blog desdelacroa. Dentro de la estructura del Club,
y desde 2019, junto con Carlos El Rojo y Belén Otero, han promovido el proyecto
editorial Libros del Océano, con el que
buscan dar a la luz obras de pintores, fotógrafos y escritores locales. Tras ‘Libres
en el mar’ y ‘El último hombre libre’, ha lanzado al mercado ‘Otro mar’, el libro
definitivo que cuenta los orígenes del surf en Galicia. Hasta el momento su última publicación como autor en Libros del
Océano.
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Obras editadas por Libros del Océano. |
-Lo normal es que un club de surf se limite a organizar torneos,
competiciones, quizá alguna proyección de películas, documentales para sus socios, si me apuras alguna comida o cena de
hermandad anual… Pero vosotros además de haber estado organizando durante años el mítico
Pantín Classic, habéis tenido integrado
en vuestra estructura la delegación territorial de la Surfrider Foundation, y
ahora gestionáis una editorial que publica
libros de autores locales… ¿El Océano
Surf Club rema contra la serie?
-No creo que rememos contra la
serie. Si es así, lo llevamos haciendo desde nuestra fundación. Y bueno, remar
es una parte importante del surf. Quienes fundaron el Club en 1987, ya
incluyeron en sus estatutos actividades tales como, transcribo literalmente, “preservar y mejorar en la media de lo
posible el entorno surfístico-ecológico” o “colaborar en las tareas de socorrismo y salvamento”. Hace 38 años
todo estaba por hacer, y más en Galicia, en donde no existía en torno al surf
ningún tipo de estructura. Tal vez, por
eso, el Club nació con unas miras y
objetivos tan amplios. Vicente Irisarri, Carlos Bremón, Gonzalo Barro, Macamen
Aguilar y todos los que formaban aquel grupo, no solo practicaban surf. Tenían
toda una serie de inquietudes y preocupaciones vinculadas con el surf, el
océano, la sociedad, la cultura…, y encontraron en el Club un vehículo para
darles respuesta. Y los que tomamos su relevo hemos mantenido dicha filosofía.
Nos gustaría lograr que los proyectos que desarrolla el Club transciendan más
allá del propio proyecto. Echando la vista atrás, y viendo lo que el Pantín
Classic ha supuesto para tanta gente; los logros alcanzados de nuestra
colaboración con Surfrider Foundation, que se revelaron como fundamentales
durante la tragedia del Prestige; el apoyo que hemos prestado a otros eventos
con los que compartimos valores como el Ferrolog, Onda Longa o Choco-champ; el
impulso que desde el Club dimos al Océano Surf Museo de Valdoviño; nuestra
asociación con la organización Alianza Surf y Naturaleza y la inclusión, en los
Planes de Ordenación del Espacio Marítimo de la costa española, de 369
rompientes singulares de interés para el surf; o la propia editorial Libros del
Océano, son muestras que nos permiten pensar que estamos alcanzando nuestros
objetivos: lograr un impacto positivo y perdurable en la comunidad a la
que pertenecemos.
-¿Por qué surgió la idea de hacer una editorial, como Libros del
Océano, dentro de la actividad del propio club?
-Tras 20 años organizando el
Pantín Classic, en 2007, tomamos la decisión de dejarlo. El campeonato exigía
cada vez más tiempo y recursos para una organización amateur como la nuestra.
Era tal la exigencia, que el resto de actividades habían quedado casi olvidadas
y desatendidas. El tour mundial iba, además, en una dirección con la que cada vez
nos sentíamos menos identificados. Ese
año, aun sin editorial, editamos nuestro primer libro, un volumen que recogía
los 20 años de historia del campeonato. En él, se incluía un artículo que
contaba como habían sido los orígenes del surf en Galicia. Con la idea de
indagar más sobre esos inicios, y darles forma en un libro, nació la editorial.
‘Libros del Océano’ encajaba perfectamente con la nueva dirección que le
queríamos dar al Club. Con la aparición de las escuelas de surf a principios de
la década de 2010, la tarea de fomentar la actividad deportiva y de competición
ya era desarrollada por ellas, de un modo, además, mejor organizado y
estructurado. Nuestro papel no estaba ahí. Decidimos centrarnos en la
educación, el medioambiente y la cultura, y la editorial nos permitió dar
salida a esas tres inquietudes.
-Nos puedes hablar de la colección y de los autores que habéis
conseguido recopilar a lo largo de vuestros años de duro trabajo editorial.
¿Algún título del que os sintáis especialmente orgullosos de haber sacado a la
luz y distribuido?
-La editorial busca sacar a la
luz proyectos editoriales de autores, fotógrafos, dibujantes..., de nuestra
comunidad, que comparten con nosotros una especial relación con el mar. Desde
nuestros inicios, hace ahora 6 años, hemos editado libros de artistas locales
como la pintora Blanca Escrigas, o los fotógrafos Eloy Taboada y Pablo López
Hernández. También libros de temática ambiental como el ‘Cuaderno de Cultura
Oceánica’ del profesor Juan José González Trueba, o el ‘Manifiesto para la
protección de las olas’. O la biografía del pionero del surf en Galicia,
Roberto ‘Tito’ Fariña, ‘El último hombre libre’. Además de éste, he sido el
autor de ‘Libres en el mar’ y ‘Otro mar’, el libro que cuenta los orígenes del
surf en Galicia, y que en cierto modo fue la llama que encendió el proyecto de
la editorial. Nos sentimos igualmente orgullosos de todos los libros que hemos
impreso, de lo contrario no los hubiésemos publicado. Las tres personas que más
participamos en el proyecto, Carlos El Rojo, Belén Otero y yo mismo, somos unos
apasionados de los libros y el diseño editorial, así que no editaríamos nada
que no nos gustase tener en nuestras bibliotecas. ‘Otro mar’ fue la obra que
motivó la creación de la editorial, y tal vez por eso ocupe ese lugar especial,
por el significado que tiene como libro, y por todo el esfuerzo e ilusión que
los tres hemos puesto en él.
-A nivel personal, como bien dices, has sacado ‘Otro mar’, que narra la
historia del surfing en Galicia. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Hay mucha
diferencia entre ser autor y editor? ¿Cuál de los dos roles te resulta más
satisfactorio?
-Dediqué a ‘Otro mar’ 12 años de
investigación, así que imagínate lo que ha supuesto para mí. En pocos proyectos
he puesto tanto esfuerzo y horas de trabajo. El proyecto me ofreció una
oportunidad excepcional: Conocer a un grupo de personas increíbles que
depositaron en mí su confianza para que contase su historia. Un relato que es
un verdadero regalo para todos los que nos sentimos vinculados con el mar, pues
nos ofrece, a través de sus experiencias vitales, una guía de cómo afrontar la
vida para lograr algo que debería ser sencillo: ser felices.
Con la pregunta sobre la diferencia entre ser
autor y editor, entramos en un tema interesante. Todo el mundo tiene claro que
es ser “el autor”, pero no todos los autores entienden el papel fundamental de
los editores. Como editor, mi función es acompañar al autor para lograr que su
manuscrito, al que ha dedicado tantas horas y esfuerzo, crezca y se transforme
en una obra mejor. Como autor es muy importante saber tomar distancia de tu
propia obra y confiarla a los demás; es lo que harás cuando el libro salga a la
luz. Pero antes de hacerla pública, que alguien te indique que partes de tu
obra no encajan, están poco desarrolladas, o precisan de correcciones de estilo
o puntuación, es fundamental. El autor ha de dejarse aconsejar, y el editor, respetar el enfoque y estilo del autor.
Con los dos roles disfruto un
montón. Escribir es una de mis pasiones. Me gusta todo: el proceso de
documentación, la creación de la estructura del texto, su desarrollo y ver cómo
va tomando forma, la corrección… Como editor, mi labor empieza cuando el
trabajo ya está avanzado. Me ofrece la oportunidad de adentrarme en las obras
de otros, de colaborar, de participar ayudándoles a darle forma; y cuando al
final todo encaja, tras la labor de Belén (también en la edición) y Carlos con
el diseño, la satisfacción es muy grande.
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Portada de la obra de Jesús Busto. |
-La popularización del surf, el hecho de que nunca haya habido tantos
practicantes como ahora, ¿crees que se ha traducido en un incremento de
potenciales consumidores de obras culturales relacionadas con el surf o sólo
ayuda al fabricante de tablas y camisetas? ¿Cómo ves el mercado literario de
libros relacionados con el surf como editor?
-El mundo editorial es complejo.
La mayoría de las librerías te exigen trabajar en depósito. El margen de las
distribuidoras es inasumible para una editorial pequeña como la nuestra. La
avalancha de novedades en seguida lleva al olvido el libro en el que has
trabajado tanto y en el que has puesto tanto esfuerzo. La atención de los
medios, incluso de los especializados, es casi inexistente, por lo que resulta
incluso difícil llegar de modo efectivo a los que deberían ser tus clientes
potenciales. Lo normal sería pensar que a más practicantes, mayor número de
personas interesadas por todo lo que rodea el surf, pero mucha gente se queda
sólo con la práctica deportiva, perdiéndose todo lo demás. Una pena.
En
cuanto al mercado literario de libros relacionado con el surf, se puede decir
que es mínimo, tanto a nivel local como internacional. Tenemos excepciones,
afortunadamente. Es de destacar la gente de The Fishbone Project; aunque la
mayoría de sus autores son extranjeros, nos ha regalado varios títulos que
deberían estar en toda biblioteca sobre surf que se precie. Tony Butt ha hecho
también aportaciones muy interesantes desde el punto de vista de la
oceanografía y la ciencia. Javi Amezaga y su proyecto editorial han retratado
la escena vasca desde enfoques diversos. También Javi Muñoz Pacotwo, y su labor
con Mar Gruesa (la publicación) y el libro Potxoka, están entre lo que merece
ser destacado. Y como no, Joserra de la Mar y sus diferentes fanzines, sobre
todo Sifón y la serie Uhane. Hay libros que aún no tengo, como el dedicado a
Fuerteventura por Manu Miguélez…
-En España cuando un artista centra su obra en temas de surf parece que
tiene que exponer en escuelas, tiendas de surf, bares al lado de la playa… Como
editor, ¿has visto alguna dificultad a la hora de colocar tus libros en
librerías genéricas o convencionales o hacer allí una presentación?
-La verdad es que hemos
encontrado la misma acogida en librerías que en tiendas de surf. Te diría que
incluso la acogida ha sido mejor en librerías. Hay muchas tiendas de surf que
no ven la literatura en torno al surf como algo de interés a incluir en su
catálogo. Pero la realidad desmiente esa idea: nuestros dos mayores puntos de
venta son tiendas de surf, lo que demuestra que este tipo de productos tiene
también su salida comercial si se trabaja.
-Desde mi punto de vista, en España, creo que el único que ha
conseguido hacer libros relacionados con el surf y que transciendan fuera de él
ha sido el escritor y fotógrafo vizcaíno Willy Uribe. ‘Nanga’ y sobre todo ‘Los
que hemos amado’ son obras maestras de novela negra, aunque sus protagonistas
sean surfistas… Nos puedes hacer un top cinco con tus libros favoritos de
temática surfera para esos días que no hay olas…
-En mi lista estaría sin duda ‘Nanga’.
Willy Uribe ha sido una de mis mayores influencias a la hora de escribir, no
tanto por sus novelas, sino por el modo en que aborda la historia y la cultura
surf en sus artículos y relatos. Pero como ya has citado ‘Nanga’ y ‘Los que
hemos amado’, citaré obras de otros 5 autores nacionales:
-Un surfista en busca del
paraíso, de Íñigo Urdinaga, editado por Salbera.
-Un aplauso para el astronauta,
de David Moreu, editado por Silex Ediciones.
-La historia del surf en España,
de Daniel Esparza, autoeditado.
-El viaje de Odei, de Javi Iraizoz, editado
por libros.com
-Cuaderno de cultura oceánica, de
Juanjo González Trueba, editado por Libros del Océano.
-Y otros cinco que tengamos que leer antes de morir de literatura
universal…
- Evitando a los clásicos que
suelen aparecer en este tipo de listas, he elegido 4 autores que han escrito
sobre el océano o la cultura oceánica, y una obra que acabo de leer y que me ha
gustado mucho:
-Parte de una historia o Gran
Sol, de Ignacio Aldecoa.
-Hawai, de James A. Michener.
-El mar que nos rodea, Rachel Carson.
-Un mar sin límites, de David
Abulafia.
-La fórmula preferida del
profesor, de Yoko Ogawa.
Las playas son promocionadas como parques de atracciones. |
Cada vez que un deportista que ha dominado durante lustros
una disciplina deportiva se jubila, en
un alarde de ingenio, ocurre siempre lo mismo. Los medios de comunicación, la original
e imaginativa prensa deportiva, primero,
y la dócil masa, después, comienzan con la monserga de si ha sido o no ha sido
el mejor de la historia. Actualmente, con esta fiebre de acrónimos ingleses que nos
invade: que si fulanito de tal ha sido el GOAT (greatest of all time, como si
en el rico castellano no existiesen términos para definir lo mismo: el puto amo
del mundo mundial, el PAMM). Generalmente, esto genera las más belicosas
controversias entre partidarios de unos u otros atletas retirados,
Nadal/Federer; Maradona/Pele; Mohamed Alli/Joe Louis. Muchas de estas luchas
fraticidas intentan ser dirimidas por los propios medios que las generan en
encuestas de opinión cuyos resultados
tienen menos validez que las encuestas electorales que daban ganadora a Kamala
Harris o dan de ganador a Pedro Sánchez.
Últimamente, el grado de demencia de esta frenética
búsqueda desesperada del GOAT por parte de la prensa deportiva y de los
aficionados es tan disparatada, que se establecen comparaciones absurdas entre
deportistas de diferentes modalidades atléticas. Como si el baloncesto pudiera
compararse con el fútbol, el surf con el golf o el pressing Catch con el tenis.
O poniendo ejemplos más personales y
nominativos como si El Enterrador (The Undertaker), ganador de decenas de wrestlemanias
pudiera compararse con Nadal, o Hulk Hogan con Maradona, o Tom Brady con
Michael Phelps. En esta búsqueda ‘santogrialesca’ del GOAT de la historia del
deporte no seré yo quien se pronuncie de manera categórica, pero resulta muy
sintomático que cada vez que alguien quiere resaltar a un amigo o conocido la
importancia de un deportista en una disciplina que desconoce siempre usa la
misma comparativa: es el Michael Jordan del surf, es el Michael del golf, etc…
Para bien o para mal, Michael Jordan sólo ha habido y habrá
uno. Michael Jordan ha sido un gran referente, para muchas personas, en el
baloncesto y en los negocios. No sólo para los aficionados, sino también
para muchos otros deportistas que como él han sido los putos amos de su actividad
física. Estos cracks siguen la biografía de M.J. con la misma rigurosidad que
un manual de instrucciones o una carta náutica, o con la que un mormón lee la
Biblia. El auténtico problema de estos otros
GOAT viene cuando intentan trasladar o
proyectar toda su brillantez, creatividad, espíritu de lucha, capacidad
ganadora y gen competitivo en los deportes fuera de las disciplinas que han
dominado con puño de hierro. Como si meter una pelotita en un hoyo te asegurase
ser un tiburón de los negocios.
En el mundo del surf también tenemos a nuestro o nuestros
GOAT´s. Personas que fueron muy buenas, excelentes, deslizándose por una ola y
que ahora intentan mantener el mismo nivel en un despacho, en una oficina o en
una sala de reuniones. Gente que cree
que por ser el GOAT del surf puede ser el Michael Jordan de los negocios. Gente que cree que el caso de Michael Jordan y
Nike es extrapolable al negocio del surf y que las tablas son zapatillas
deportivas. Cosa que no es así por múltiples razones, en las que no voy a
entrar por puro cansancio. Razones que posiblemente al común de los mortales se
le escapan, pero que surfistas que han
competido durante lustros, que han conocido la importancia de tener buenas
tablas, de contar con los diseños de un shaper de cabecera que ha entendido a la perfección sus
necesidades, que se ha adaptado a sus exigencias y reivindicaciones, deberían
conocer.
Bautizar con tu nombre, con el increíble atractivo que tiene
esto sobre los nuevos practicantes, tablas procesadas en el sudeste asiático
donde las políticas medioambientales, los derechos de los trabajadores no son como los de Occidente, supone una estocada mortal a la vulnerable red
local de pequeños talleres de shapers, que obviamente no pueden competir en
precio ni tiempo invertido en fabricación de cada tabla con Asia. Es apoyar la
deslocalización de la producción de las tablas de surf, como en su día pasó con
las zapatillas y las prendas deportivas y con casi todo susceptible a ser
producido en cadena. Algo a lo que no contribuyeron Michael Jordan ni ninguno
de los deportistas que firmaron
contratos con los grandes gigantes textiles, sino que respondieron a decisiones
empresariales de las propias marcas, a los ambiciosos consejos de
administración de estas en su
búsqueda incesante de beneficios.
La idea de que un surfer ceda o plasme su nombre sobre una
tabla de surf no es en absoluto un negocio novedoso. Vamos que no te van a dar
el premio de empresario del año por ello. Dora ( Da Cat), Nat Young, Greg Noll
(el toro), Corky Carroll, el gran Ben Aipa, Mark Richards... La historia del
surf y del shape está trufado de decenas de ejemplos de campeones que tienen o
tuvieron tablas con su nombre y no tiene nada de malo. Los deportistas una vez
que se retiran tienen el completo derecho de ganarse la vida de forma digna y
desahogada. Algunos campeones
simplemente se limitaban a ceder su
identidad, recibir el cheque, y ni
diseñaban ni participaban siquiera en ninguna de las fases de fabricación de
sus tablas. Otros, en un ejemplo de honestidad, se hicieron shapers de sus
propias tablas. Quisieron controlar hasta el final y último detalle el
resultado de aquello a lo que habían transferido su nombre. Se mancharon sus
manos, sus caras, su pelo y se jodieron
muchas veces las manos y los pulmones respirando
el polvillo blanco que sale de las tablas de foam cuando pasas el cepillo, el
taco de lija una y otra vez… Invirtieron horas y horas de su tiempo, se lo
quitaron a baños, a surfaris, en idear nuevos diseños, nuevas tablas de las que
los surfistas de todo el mundo se beneficiaron…
Michael Jordan fue un
pionero con las zapatillas, no por ceder su nombre. Larry Bird, Magic Johnson
ya lo habían hecho antes con Converse. Jordan fue pionero en, aparte de recibir
una cantidad fija, recibir un tanto por ciento de cada zapatilla vendida. En el
sentido de las tablas, y siguiendo con este paralelismo, está claro. ¿Quién te
puede pagar más, quien te puede dar un cheque más jugoso, un taller de tablas
local o un gigante asiático que fabrica tablas de surf como zapatillas y puede
exportar contenedores y contenedores con los que inundar el cada día más grande
y floreciente mercado de tablas de surf mundial? Gigantes que pueden poner sus
tablas en cualquier boutique o escuela de surf del mundo, que dado su escaso
precio de fabricación, pueden hacer frente a los aranceles, tasas e impuestos
sin que su precio final se resienta y sigan siendo competitivas con las que se
fabrican a escasos kilómetros del punto de venta. Siguiendo con este umbral de
rentabilidad, ¿quién puede generar más beneficio a un GOAT, un taller de
California, Hawaii o Cantabria del que salen cien tablas al mes o uno del que
salen miles? Ya si te dan un tanto por ciento de cada tabla que lleva tu nombre
que se vende, la respuesta está clara.
Esto no es ni mucho menos un alegato anticapitalista, anti
economía de mercado. Tampoco un manifiesto a favor de una economía
proteccionista y arancelaria de tipo trumpista . Esto es una llamada a la
cordura tanto de los empresarios como de los compradores. Cuando se monta un
negocio se busca encontrar una rentabilidad, un beneficio... Este fin completamente lícito no debería
justificar cualquier medio. Si con nuestra política empresarial contribuimos a
la destrucción de cientos de puestos de trabajo, a la eliminación sistemática
de la historia y la tradición de nuestro propio deporte, al cierre de talleres
que son parte de la historia del surf, al despido de personas, a la sustitución
de un mercado atomizado, formado por pequeños y medianos fabricantes, sin mucho
músculo financiero, por otro de tipo monopolista u oligopolio con un par de
grandes gigantes… Al menos deberíamos
pararnos a preguntarnos unos segundos si nuestra política empresarial es la más
acertada o si la persona a la que admiramos deportivamente deberíamos hacerlo
también a nivel económico. Porque esta responsabilidad también vale para los compradores. Hay que
recapacitar y responsabilizarnos de nuestras decisiones y de las consecuencias
de estas. Como decía Sartre: la única libertad posible es la libertad con responsabilidad.
Somos los responsables de lo que hacemos, de lo que compramos y por supuesto de
lo que ponemos nuestro nombre.
Sin salir del tema, la Surf Rider Foundation se posicionó,
en su día, en contra de las piscinas de olas, pues consideró y considera que “los beneficios recreativos no superan
los impactos medioambientales”. Fue sin duda una decisión valiente y no
sencilla, pues supuso enfrentarse a muchos
e importantes intereses económicos dentro del surf y a decenas y miles
de surfistas amorales que consideran que en su búsqueda incesante de olas cada
vez más perfectas todo vale.
Un posicionamiento en contra que la ONG lo razona de la siguiente manera:
“La construcción implica destruir áreas naturales en favor
de una piscina, el estacionamiento y los caminos que llevan a ella, al mismo
tiempo que va en detrimento de la biodiversidad.
Su funcionamiento implica un gran consumo de agua, dado que
las piscinas contienen desde 25 a 35.000m3 de agua (el equivalente a 10-14
piscinas olímpicas), algo que consideran
"innecesario e irresponsable en el contexto actual de cambio
climático".
Del mismo modo, necesitan también una gran cantidad de
energía. Cogiendo como ejemplo la tecnología American Wave Machine de Waco
(Texas), gasta 450kW (equivalente al consumo medio de 800 hogares franceses)”.
El caso de las piscinas de olas es el mismo que el de las
tablas. Tanto empresarios-fabricantes de tablas y de piscinas como potenciales
compradores y usuarios de las mismas debemos ser consecuentes y responsables de
nuestros actos y de sus consecuencias. Sabedores que con nuestras acciones y
decisiones no sólo disfrutamos de tablas o de olas, sino que contribuimos a
construir o destruir una radiografía de mercado o de economía local o a un
determinado paisaje o estado de salud del medio ambiente.
El ser humano tiende
por naturaleza a la emulación y admiración de sus semejantes, pero esto no
debería suponer un cheque en blanco, o un crédito incondicional e ilimitado, y
lo mismo que alguien puede ser el GOAT de su deporte, si sus acciones fuera de
los escenarios deportivos no están a la altura de sus hazañas y gestas
atléticas, corre el peligro de considerarse una persona no grata para sus fans.
He tenido la gran oportunidad de volver a colaborar de nuevo con la revista Cantabria Económica, a través de su director Alberto Ibáñez. Para elegir el tema de la entrevista esta vez lo he tenido muy fácil, he seleccionado a los jóvenes empresarios Antonio Rodríguez y Ana Brasal, propietarios de dos tiendas de ropa usada vintage en el centro de Santander. Resulta estimulante e inspirador gente que todavía apuesta por un negocio alternativo y con tienda física, en este universo virtual y Amazónico de usar y tirar. Antonio y Ana gestionan Flamingos Vintage Kilo y acaban de inaugurar una división de Sport en el centro de la capital de Cantabria.
Dejo un fragmento de la entrevista e invito, desde aquí, a conocer sus tiendas en la calle del Cubo y Francisco de Quevedo de Santander. Esta no es una noticia directamente relacionada con el surf, pero en su tienda hay a la venta un montón de camisas surferas únicas, con historia, alejadas de las impersonales y clónicas que podemos encontrar en las tiendas y boutiques surferas. En Flamingos se nos abre un abánico de posibilidades para ser un surfero con un estilo único e irrepetible y escapar de la uniformidad del aparcamiento de la playa.
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Ana y Antonio en una de sus dos tiendas. |
"Hubo una época, cada vez más lejana, anterior a Internet y a las compras online, en la que era bastante habitual escuchar a la gente decir cosas tales como “me he traído de un mercadillo callejero de Londres unas botas doctor Martens, una chupa de cuero de aviador y un vestido que no encuentras aquí en ningún lado”. Era una forma un tanto esnob de presumir y de reivindicar al mismo tiempo tener algo exclusivo y único que no se podía encontrar en nuestra pequeña comunidad autónoma. Al cabo del año, uno escuchaba tantas veces decir esta mítica frase que irremediablemente siempre se acababa haciendo la misma pregunta: ¿Por qué no habrá aquí una tienda que venda ese tipo de productos para evitar que la gente tenga que coger un avión y cruzar el charco? Por lo general, esta duda se solventaba siempre por la vía rápida con un “esto aquí no funciona, esto es un pueblo, este tipo de tienda es propio de las grandes ciudades”. En 2019, Antonio Rodríguez y Ana Brasal pusieron de manifiesto lo erróneo de esta máxima montando, en la capital de Cantabria, Flamingos Vintage Kilo". (Para leer el resto de la entrevista adquirir el número de septiembre de Cantabria Económica)